domingo, 23 de noviembre de 2008

Préstamo

Al llegar a casa, Victoria me estaba esperando en el balcón que conecta el piso superior a la entrada mediante una impresionante escalera de mármol blanco. Pero ni de lejos tan impresionante como ella. Llevaba un vestido de fiesta negro largo, con escote “palabra de honor”, sus delicados hombros al descubierto, el cabello recogido y maquillada para la ocasión. Bajaba por la escalera como una diva de cine, casi etérea, sujetando en una mano con delicadeza un pliegue de su atuendo, descubriendo sus bellos pies calzados con sandalias de strass, con la otra, acariciando levemente el pasamanos de caoba. La contemplé extasiado, deseando ser esa madera apenas rozada por sus dedos. Me besó dulcemente al llegar ante mí. Me vi rodeado de su embriagador perfume, sabiendo que jamás había amado a nadie como la amaba a ella.

- ¿Vamos a salir esta noche? -pregunté, sorprendido.
- No. Esperamos visita para cenar. No te demores en ducharte y arreglarte, no creo que tarde mucho en llegar.

Multitud de preguntas acudían a mi mente, pero no osé verbalizarlas. Mi Reina me había preparado algo especial, lo que ella ordenase estaría bien para este esclavo suyo, deseoso de complacerla.

Cuando entré en el salón-comedor, ya listo, vi que la gran mesa rectangular estaba preparada para tres: juntos los platos, cubiertos y servilletas en uno de sus extremos y el resto de ella despejada para recibir las bandejas con las viandas. Por tanto, sólo esperábamos a una persona invitada, no a alguna de las parejas con las que manteníamos amistad. ¿Quién podría ser? Cada vez estaba más intrigado.

Pero no tuve que esperar mucho. Al cabo de un momento, sonó el timbre de la puerta. Me acerqué a curiosear quién entraba, justo a tiempo de ver a mi Señora recibir a un caballero elegantemente vestido, maduro, de penetrantes ojos verdes y cabello oscuro ligeramente encanecido, muy atractivo, con un toque latino y maneras exquisitas. Besó su mano mientras la contemplaba con avidez y luego fuimos debidamente presentados. Su nombre era Roberto, un escritor de novelas de misterio, de origen sudamericano, de paso por nuestra ciudad. Victoria y él se habían conocido en un evento organizado por su editorial para la presentación de uno de sus libros en una popular librería del centro y enseguida habían trabado amistad. Habían quedado para tomar un café tras la presentación y, conociéndola, la conversación se habría ido tornando más íntima y sugerente, más explícitamente sexual. Algo de lo que hablaron le había hecho aceptar la invitación para nuestra cena...

Victoria ocupó la cabecera de la mesa como anfitriona y nosotros los sitios a cada lado. Tomamos un aperitivo y pasamos luego a los platos principales. La cena no fue ostentosa, más bien ligera pero deliciosa en su totalidad. Hablamos de diversos temas de poca importancia de forma animada. Tras el café, el servicio desmontó la mesa y les dimos permiso para retirarse hasta el día siguiente, quedándonos los tres solos en la casa.

Tan pronto como oímos su coche marchar, y tras cerrar convenientemente todas las entradas para no ser molestados, Roberto se disculpó y nos dejó unos momentos a solas. Victoria se encaminó hacia mí con paso decidido, su semblante serio, majestuoso en su belleza. Me acarició la mejilla con cariño y me ordenó en un susurro pero imperativamente que me desnudara. En absoluto podía imaginar lo que podría estar pasando por su perversa y deliciosa cabecita, pero confiaba totalmente en ella. Sus deseos serían obedecidos.

Turbado y excitado, me despojé de mi ropa por completo, sin prisas, dejándola bien colocada sobre una de las sillas, esperando la siguiente decisión de mi Ama, que mantenía un cajón de la cómoda abierto, extrayendo cosas que, previsoramente, había dejado allí. Trayendo tres largas cuerdas blancas de algodón, me guió hasta la mesa en la que acabábamos de cenar, apartó las sillas contra la pared y, acariciando mis hombros y mi espalda, me indicó que me inclinara sobre ella. Me hizo separar las piernas y procedió a atarlas a cada una de las gruesas patas de madera maciza. Sus movimientos estudiados, su control, hacían de ella la Diosa a la que adoro, me sentía estremecer con el contacto de sus manos sobre mi piel, mientras comprobaba que sus nudos fueran fuertes y me sujetaran firmemente, evitando una posible escapatoria por mi parte. La tercera cuerda enlazó mis muñecas juntas y fue atada a las patas del otro lado, dejándome estirado de medio cuerpo sobre la mesa, inmovilizado. Victoria volvió al cajón de la cómoda y extrajo una tela blanca y liviana con la que me cubrió por completo. El tiempo pareció detenerse ahí debajo, sin saber lo que pasaba a mí alrededor, esperando totalmente quieto.

Oí a Roberto volviendo a entrar en el salón y la voz de mi Ama diciéndole que ya estaba listo. Sentía los latidos de mi corazón golpeando con fuerza, mi respiración agitada, nervioso y, por qué no decirlo, un poco asustado. Él levantó brevemente la tela para contemplar mi cuerpo expuesto, valorando el “material” y le escuché dar su aprobación. Luego, los susurros de sus ropas al desnudarse, el claro sonido de una cremallera, unas risas... Les imaginé besándose, acariciándose... ¿Qué estaba pasando? Notaba mi cara enrojecida, estaba acalorado, quería mirar, quería participar...

Ella retiró entonces la tela y, ocultando con una mezcla de vergüenza y excitación mi rostro entre los brazos, pude notar el frío del lubricante con el que untó mi ano, suavemente, penetrándome con sus dedos, primero uno, con delicadeza, luego dos, preparándome mientras me hablaba con voz calmada, contándome que era su voluntad entregarme esa noche a su nuevo amigo, que yo iba a ser prestado para su disfrute y que debía ser complaciente con ambos. Roberto se nos había acercado a comprobar la operación y recorría mi espalda con una de sus fuertes manos mientras con la otra se masturbaba, poniéndosela dura, tomando posiciones.

Mi Señora se colocó en la zona opuesta de la mesa, inclinándose sobre mis brazos extendidos, podía sentir en ellos el roce de sus pechos. Tomó mi cara entre sus manos, levantándola y clavando su mirada en la mía, observando atentamente mis reacciones mientras Roberto abría mi culo con sus pulgares y introducía sin más contemplaciones su miembro de buen tamaño dentro de mí. Cerré los ojos, apretándolos con fuerza, ahogué un gemido ante el ardiente dolor que me traspasaba, a pesar de la preparación, mordiéndome los labios para no gritar y, al volver a abrirlos, con lágrimas asomando, me encontré con el dulce rostro de mi Dueña, que no se había apartado y seguía sosteniéndome. Podía leer en sus ojos de miel las cambiantes emociones que pasaban por su mente: un punto de preocupación, orgullo, decisión y mucho, mucho deseo y amor por mí. Eso me dio fuerzas para comportarme como su más devoto sirviente. Me besó apasionadamente, comprendiendo mi aceptación, con evidente placer.

Se apartó unos pasos y empezó a tocarse ante mí, provocándome con la visión de su cuerpo perfecto. Volvió a subirse felinamente a la mesa, apoyando su glorioso trasero sobre mis antebrazos, abriendo sus piernas ante mi cara y acercando su coño mojado a mi boca, obligándome a satisfacerla mientras ella contemplaba cómo era sodomizado por su amigo, sintiendo oleadas de placer recorrerme, mi mente traspasando los límites a cada embestida, las piernas doloridas y temblorosas por la posición y las ataduras, sufriendo el golpeteo de mi cuerpo contra el duro sustento, lamiéndola sin parar, casi sin poder respirar, empapándome la cara entera de sus fluidos, oyéndola gemir de gusto, aferrada a mi pelo, los tacones de sus sandalias arañando mi espalda... Las contracciones de su coño, la forma en que se arqueó hacia atrás, pegada a mi boca, me hicieron saber que se había corrido, premiándome entonces con nuevas caricias y palabras de afecto mientras abandonaba su lugar.

El ritmo de Roberto se incrementaba, cada vez los golpes eran más fuertes contra mi culo dilatado, me dejé llevar por el placer, la mejilla ardiente apoyada contra la mesa, los ojos cerrados. Aunque quisiera, desde mi posición no podía ver lo que hacía Victoria, así que la imaginé tras él, sobando su cuerpo sudoroso mientras observaba su polla follándome sin compasión, disfrutando, con carita de gusto. La oí darle permiso para que terminara dentro de mí. Los dedos de nuestro invitado se agarraron fuertemente a mis caderas, apretando su tranca muy profundamente mientras notaba el liquido caliente llenándome y escuchando sus gemidos roncos al correrse.

Mi Reina le acompañó al baño, dejándome allí atado, caliente y estremecido, con su semen chorreando por mis piernas y, al cabo de unos minutos eternos, la escuché despedirse de él y cerrar la puerta. Vino a por mí, llevando sólo una preciosa bata de satén negro y me desató con cuidado, amorosamente, su mirada y sus caricias muy tiernas mientras me limpiaba con la suave tela blanca. Nos besamos intensamente y nos quedamos abrazados largo rato bajo la mesa, sintiéndome muy bien por ver esa sonrisa maravillosa que ilumina su rostro cuando es feliz.

Para Jose Mª, mi Tigre... Te la debía desde hace mucho. Tu fantasía, con mis palabras, tal como una vez hablamos... Espero que te guste. Por cierto, te he robado la foto jajaja Un beso muy grande, mi niño.

domingo, 26 de octubre de 2008

Rodaje

Escena 1
Exterior Calafell, Día.

Es una atípica mañana de Octubre, muy soleada y calurosa. VICKY, una mujer de treinta y tantos, de pelo rojizo y ojos expresivos espera algo nerviosa, sentada en un banco frente a la estación del tren, con un vestido corto verde hierba, medias negras y botines. Lleva una mochila grande. Un chico musculoso, rubio y alto, ataviado con jersey verde oscuro y pantalones anchos del mismo color se acerca a ella. Es GIOVANNI.

GIOVANNI: ¿Eres la chica? (Su acento delata que es extranjero)
VICKY (con una sonrisa): Supongo que sí.
GIOVANNI: Anne y Markus nos esperan al otro lado de la calle...

Ella se levanta y le acompaña. Cruzan por un paso subterráneo juntos.

VICKY: Parece que nos hayamos puesto de acuerdo para vestir del mismo color...

GIOVANNI asiente con una amplia sonrisa que muestra sus dientes ligeramente separados, lo que le da un aspecto muy simpático. Tiene unos bíceps enormes y un pecho impresionante. Parece bastante joven y un poco tímido, algo curioso para un actor porno.

Ya en el otro lado, ven venir a ANNE y MARKUS, los realizadores del proyecto. Ella es una pelirroja natural, pecosa y pequeñita, muy alegre y pizpireta y él un tipo fornido, de cabello castaño que lleva peinado hacia atrás. Trae una maleta grande. Los dos llevan gafas de sol. La juerga de la noche anterior se nota en su aspecto algo cansado.

ANNE: ¡Qué puntuales!¡Que bien! Cuanto antes empecemos, antes estaremos libres...

Los cuatro se dirigen al apartamento de la playa paseando y conversando. Hacen un par de paradas: ANNE entra en un bazar para conseguir un delantal de plástico, que tiene dibujos de conejitos y luego en un súper para comprar unos bombones y algunos vegetales. Saludan a diferentes vecinos del pueblo, todos saben quienes son y a lo que se dedican y no parece importarles. Por el camino, ANNE le va explicando a VICKY en que consistirá la escena que van a grabar, dándole indicaciones.

Escena 2
Interior Apartamento, Día

Nos encontramos en la cocina del apartamento de la playa. La decoración es sencilla, casi todo es blanco y azul. VICKY se ha cambiado, lleva un conjunto de lencería rojo y negro, medias y zapatos de tacón muy altos y el delantal de conejitos. Ha resaltado su maquillaje. Mientras la cámara la enfoca, habla con ella y lava un pepino y un par de pimientos verdes, explicando que ha invitado a comer a su chico y que la higiene de los alimentos es muy importante. Sus manos se vuelven libidinosas sobre la forma del pepino, recorriéndolo arriba y abajo con suavidad bajo el chorro de agua fría.

VICKY (a la cámara, con una sonrisa pícara): Me está entrando hambre...

MARKUS la graba saliendo del encuadre y luego, retoma la secuencia con ella sentada en un sillón de mimbre blanco.

Deja los pimientos y el pepino sobre una mesita de cristal y se quita el delantal, enseñando bien la lencería sexy. Mientras VICKY se acaricia con los pimientos, muy sensualmente, tiene un atisbo del fondo de la habitación. ANNE espera entre toma y toma para hacerle fotos y GIOVANNI la observa con curiosidad. Se concentra en él, en seducirle con su actuación, en excitarle. Estimula sus pezones con la punta de los pimientos mojados. Luego cambia de vegetal, se acaricia con el pepino, lo frota entre sus pechos, lo lame, intenta introducírselo, apartando levemente sus braguitas de encaje, pero aún no está preparada, por lo que sigue jugando a masturbarse con él, frotándose el clítoris con su forma rugosa.

VICKY (mirando su reloj): Oh! ¡Vaya! ¡Que tarde se me ha hecho! Voy a cambiarme antes de que llegue mi chico...

Escena 3
Interior Apartamento, Día

VICKY está sentada en un sofá azul oscuro. Lleva un corsé negro que resalta su piel tan blanca, marcando su cintura estrecha y sus grandes pechos. También una gargantilla de cuentas negras. Se está masturbando con un consolador de color violeta. Se oye un portazo a lo lejos.

VICKY (mirando hacia fuera del encuadre): ¡Hola cielo! (dándose cuenta de lo que tiene en la mano, esconde su consolador bajo los cojines del sofá) ¡Estoy aquí!

GIOVANNI entra en escena. Lleva una camiseta de tirantes verde que muestra su fuerte anatomía y los mismos pantalones anchos. Se dan un beso. Comienza a acariciarla provocativamente, ella responde palpando el impresionante bulto de su verga bien dura, él comienza a empujarla para que se tumbe en el sofá y, en un descuido voluntario, ella deja a la vista el consolador.

GIOVANNI: ¿Qué es esto, cariño? ¿Qué has estado haciendo?
VICKY: He estado jugando un rato sola... ¡Tenía muchas ganas de que llegaras! Me apetecía mucho algo... verde (con un guiño a la cámara, acariciando su camiseta)

GIOVANNI la masturba con el consolador. VICKY se deja llevar, se olvida de que la están grabando, se concentra sólo en disfrutar de la pericia de su experimentado compañero. Se siente excitada, no puede evitar ponerse a gemir. Quiere complacerle, disfrutar ya de su tranca, así que se la saca y empieza a chuparsela con maestría. Se mueven despacio para que la cámara capte bien sus cambios. Él se sienta en el sofá, ya sin pantalones, y MARKUS les da indicaciones de cómo han de hacer para quitarle la camiseta al chico y que quede bien en la película, así que siguen sus instrucciones y ella acaricia sus marcados abdominales, ardiendo en deseos de que la posea ya.

Escena 4
Interior Apartamento, Día

VICKY está de rodillas sobre el sofá. Se desabrocha lentamente el corsé y se lo quita. Se estira y GIOVANNI recorre su piel con un bombón, lamiendo los rastros de chocolate fundido que van quedando marcados, haciéndoselo comer de sus dedos cuando ya está casi completamente derretido. Le quita las bragas. ANNE le sugiere que aprovechen que los pechos de VICKY son grandes para grabar una buena “cubana” y lo hacen así durante unos largos minutos, GIOVANNI empuja su pollón entre sus tetas hasta metersela de nuevo en la boca, ella juega a hacerle cosquillas en la punta con su lengua.

ANNE: ¡Perfecto! Ahora rodaremos la penetración. ¿Dónde están los condones?
VICKY (recordando algo con sorpresa): ¿Sabes? ¡Llevo un condón con sabor a chocolate en mi bolso!
ANNE: ¿En serio? ¡Tráelo, tráelo!¡Puede quedar muy divertido! Tú puedes hacer como que lo has comprado para la ocasión...

VICKY va a buscarlo y GIOVANNI se lo pone. Ahora tiene la gran polla de color marrón y ANNE, MARKUS y VICKY hacen bromas al respecto, que él ríe. VICKY se la chupa un poco más, pero realmente no hace falta, sigue como una piedra. Se pone a cuatro patas en el sofá y él la penetra por primera vez. Ella chilla. Es más grande de lo que esperaba, le duele un poco, pero pronto se acostumbra y comienza a disfrutarlo. Es bueno, muy bueno. GIOVANNI le pega cachetadas en las nalgas, tal como habían acordado. VICKY recuerda que, un rato antes, se encontraron en el pasillo del apartamento, al salir del cuarto de baño compartido.

VICKY: Oye, a mí me encanta el sexo "durillo", así que si te apetece darme palmadas en el culo, o tirarme del pelo, o decirme algo, adelante, no te cortes.
GIOVANNI (asintiendo, sonriente): Sexo duro, sexo duro... Ok, lo recordaré.

ANNE les indica que cambiarán de posición, ahora harán “el cowboy”: él sentado en el sofá, ella sentada sobre él, cara a cara y les recuerda que el movimiento de entrada y salida del pene ha de hacerse lentamente, con todo el recorrido, para que quede bien grabado. VICKY se sienta sobre él, muy abierta y se mueve con naturalidad. Toma la cara de GIOVANNI entre sus manos, le besa y se deja hipnotizar por los preciosos ojos verdes y dorados de su compañero, sintiéndose como si sólo estuvieran ellos dos allí sentados, nadie más mirando, echando un polvo en su apartamento de la playa.

Cinco minutos después, ANNE les avisa de otra postura, “la cowgirl”, él sigue sentado, ella sobre él pero mirando hacia afuera, ligeramente caída hacia un costado, aguantando su peso sobre una mano, para que así también la cámara pueda captar la cara de GIOVANNI, que sujeto a sus caderas, no deja de empujar una y otra vez.

GIOVANNI: ¡Me encantan tus curvas!... ¿Te gusta, cariño?
VICKY: ¡Siiiii!¡Sigue, sigue, no pares...!

MARKUS se planta delante de ella, grabando. VICKY puede contemplar en la pantalla de la videocámara el primer plano de la enorme polla marrón entrando en su coño empapado y eso la pone mucho más cachonda. Entre la postura y el terrible calor que hay en la habitación (han tenido que cerrar la balconera porque se oía el ruido de los niños jugando en la playa), en otros cinco minutos, VICKY y GIOVANNI han de tomarse un respiro para recuperar fuerzas y limpiarse el sudor que resbala por sus cuerpos.

Retoman la grabación con una nueva postura. Lo que empieza como un “misionero” clásico, termina con las piernas de VICKY sobre los fuertes hombros de GIOVANNI, en una penetración muy profunda. Esa es, sin duda, su posición favorita y VICKY se deja llevar, con los ojos cerrados, la cabeza colgando por el borde del sofá, su melena rojiza desparramada hasta el suelo. Siente llegar un orgasmo y se pregunta si debería controlarlo, pero es demasiado bueno para conseguirlo y, al correrse, puede ver la cámara de MARKUS grabando un primer plano de su cara, es muy posible que sin saber lo que está pasando realmente entre sus piernas.

ANNE y MARKUS calculan cuanto más necesitan para cubrir los treinta minutos que más o menos debería durar la escena en la película. Ya tienen grabado casi cuarenta y cinco minutos. Deciden que rodarán una posición más y luego la corrida del chico.

MARKUS: Ahora una de lado... ¡que no es pecado! jajaja

VICKY se siente muy bien, aunque esta posición le resulta incómoda: GIOVANNI ocupa todo el espacio tras ella en el sofá y la empuja con sus movimientos hacia afuera, por lo que ha de mantener el equilibrio con una mano en el suelo y la pierna levantada.

ANNE: Eres muy elástica y expresiva, esto va a quedar muy bien. Bueno, ahora ¡la corrida!

GIOVANNI se quita el preservativo con un chasquido. ANNE pregunta con curiosidad si realmente sabía a chocolate y la respuesta de VICKY le parece tan divertida que la incluyen en el diálogo.

GIOVANNI: Dime, cariño, ¿el condón sabía a chocolate?
VICKY: Sí, a chocolate sin leche (y, mirando a cámara con una sonrisa pícara), la leche la pones tú...

GIOVANNI se masturba con precisión y enseguida llena la boca de VICKY con su abundante semen, que gotea sobre sus pechos y ella comprueba, sorprendida, que es el mejor que ha probado nunca, tiene un sabor exquisito que no la disgusta en absoluto.

Escena 5
Interior Apartamento, Día

VICKY y GIOVANNI se han vuelto a poner la ropa de calle y, tras firmar papeles para ANNE y MARKUS y cobrar sus estipendios, se despiden de ellos hasta una próxima ocasión y salen juntos a la calle para ir a tomar el tren de vuelta a la capital.

Escena 6
Exterior Calafell, Día

VICKY y GIOVANNI caminan en dirección a la estación. VICKY se da cuenta de que él se le acerca mucho y acaba rozando, casi sin querer, el bulto que vuelve a asomar en sus pantalones. De nuevo la tiene durísima.

GIOVANNI: Es que me has puesto muy cachondo
VICKY: ¿Sí?
GIOVANNI: Sí...

Pasean hablando de sus experiencias personales en la vida y, sobre todo, en el sexo, se dan los teléfonos, las direcciones de mail. Mientras esperan a que sea la hora, se meten mano abiertamente, sentados en el banco del andén y deciden que, en cuanto llegue el tren, se encerrarán en los lavabos a echar un polvo sin restricciones.

Escena 7
Interior Lavabo del tren, Día

Dentro del pequeño cubículo, dejan sus mochilas y parte de su ropa donde les es posible y VICKY se la come con deleite mientras permanece en cuclillas. Ahora puede realmente mostrarse como es, seduciéndole con su mirada y con sus palabras, sintiendo que su entrepierna está muy mojada. GIOVANNI disfruta de la mamada, pero lo que quiere realmente es clavársela sin demora, así que la hace levantarse y, tras colocarse otro preservativo, la pone de cara a la pared y se la mete con fuerza. El pasar de las sombras en el exterior, a través de la ventana mate, y el movimiento, les indica que ya están en marcha. Es excitante. VICKY nunca había hecho algo parecido, pero le gusta. Puede ver su cara en el espejo, transformada por el placer, y la de él, que ahora no tiene que controlarse para hacerlo durar y se nota que está disfrutando.

VICKY: ¡Así, cabrón! ¡Dame fuerte! ¡Castígame! Ahhh!! ¡Qué rica! ¡Me encanta!

VICKY se sienta sobre el minúsculo lavamanos metálico, con las piernas muy separadas, un pie apoyado en la pared contraria, GIOVANNI se abraza a su cintura, follándola sin compasión. La maneta de la puerta se mueve, alguien está intentando entrar. VICKY no reprime sus gemidos, es bastante probable que fuera se esté oyendo todo. La excitación del momento, el calentón, hace que se corra muy rápido y, al cabo de un momento, GIOVANNI también lo hace.

Se vuelven a vestir con prisa y, al salir, disimulando, se encuentran con una familia hindú al completo. Un NIÑO y una NIÑA pequeños los observan sin entender lo que pasa, pero el PADRE los fulmina con la mirada. VICKY y GIOVANNI se van hasta el fondo del vagón, riendo.

Escena 8
Interior Vagón, Día

Siguen haciendo manitas en sus asientos, haciendo planes para volver a encontrarse, hasta la parada en la que debe bajar GIOVANNI, que se pone en pie, arreglándose el pantalón, que vuelve a tener un bulto evidente.

GIOVANNI: ¿Se me nota mucho? ¡Me has vuelto a poner como una moto! ¡Eres una pasada de mujer! jajaja Nos volveremos a ver pronto...

Se dicen adiós por la ventanilla y, una vez sola, VICKY se maravilla de la experiencia que acaba de vivir. No termina de creerse todo lo que le ha sucedido esa mañana. Ha sido más divertido de lo que esperaba el participar en el rodaje de una pelicula porno.

Dedicado a Dalila Ray, por llenarme la cabeza de pájaros, a Jeremie por su paciencia y simpatía y, sobre todo, a A&M, por su naturalidad y buen hacer. Besitos, fieras!!

domingo, 19 de octubre de 2008

Trio

Cuando Jorge me propuso hacer un trío con su nórdica amiga Heidy sin duda no era esto lo que había imaginado que haríamos. Al principio le pareció divertido estar esposado a unas argollas sujetas a la pared, en la mazmorra del club donde nos habíamos citado los tres. Pero ahora que, indefenso y desnudo, no puede hacer otra cosa que mirar como, a casi un metro de distancia, yo acaricio la bronceada piel de la rubia extranjera, sin poder participar en nuestros juegos, se muestra ansioso por abalanzarse sobre nosotras. Y eso no se lo voy a permitir, no todavía, aún tendrá que sufrir un poquito más para tenernos.

Heidy espera, completamente desnuda, con las piernas separadas y las manos a los costados, sus ojos claros siguiéndome, la boca entreabierta y las mejillas sonrosadas, presa de la excitación, sabiéndose el centro de nuestros deseos, mientras yo doy vueltas a su alrededor, alternando suaves caricias por todo su cuerpo con sonoros cachetes en sus nalgas que la sorprenden. Me he vestido para la ocasión con un ceñidor negro con liguero, medias negras y unos impresionantes zapatos de tacón de aguja. Un collar gótico con multitud de cuentas de azabache decora mi cuello y lo hace parecer aún más níveo. Las areolas de mis pezones pintadas de carmín le terminan de dar un toque perverso a mi atuendo. El contraste entre nosotras es bello y evidente: una rubia de piel tostada por el sol de la Costa Dorada y unos ojos muy azules y una pelirroja de piel muy blanca y pecosa y de intensos ojos oscuros. Ella muy natural, sin maquillaje, sin ropa; yo medio vestida, con sombras y largas pestañas remarcando mi mirada, los labios pintados a conjunto con las uñas de un rojo oscuro. Dos mujeres de armas tomar... ¿Podrás con las dos, pequeño Jorge?

Me sitúo a su espalda y, delicadamente y con mucha calma, recorro todo su cuerpo a dos manos, como si fuera el mío propio, sus hombros, su pecho, la zona de su estómago, bajando por su cintura, sus caderas, arañando sus muslos firmes, para volver a subir por su abdomen y terminar agarrando sus grandes tetas y estrujarlas entre mis dedos, subiéndolas, apretándolas. Su cabeza cae hacia atrás, apoyándose en mi hombro, los ojos cerrados, disfrutando de las sensaciones, mientras yo clavo mi mirada provocadora en Jorge, en su pecho fuerte de respiración agitada, en su entrepierna, para constatar que lo que esta viendo le gusta. Sus ojos me hablan con claridad, desafiantes, llenos de deseo, no hacen falta palabras. Voy repasando el cuello de Heidy con mi lengua, excitándome con sus leves gemidos, pellizcando uno de sus pezones a la vez que mi otra mano acaricia su vientre, bajando de nuevo, perdiéndose entre sus piernas, mis dedos mojándose por fin en su coño caliente.

Con mi dedo corazón empiezo a trazar pequeños círculos sobre su clítoris, mientras sujeto su cuello con la izquierda, apretando levemente, sus gemidos creciendo en intensidad a medida que aumenta su placer. Sonrío mientras observo a Jorge: su polla se va endureciendo sin necesidad de contacto alguno, viendo lo cachonda que está Heidy, con sus piernas bien abiertas, viendo cómo mis dedos la hacen gozar.

Mis susurros en su oído la hacen estremecer. Le explico cómo está Jorge de excitado mirándola, las cosas que le voy a hacer a ella, a él, las cosas que le voy a obligar a ella a hacernos a los dos, las que le obligaré a él a hacernos a nosotras... La alabo, la insulto, sin dejar de masturbarla, cada vez más rápido, más fuerte. Meto dos dedos en su boca. Los chupa, cubriéndolos de saliva. Me situó perpendicularmente a ella, en su costado y se los introduzco en su coño bien lubricado. Muy pegada a su cuerpo me la follo a dos manos, una por delante sigue pajeándola, la otra por detrás, penetrándola, mis dedos entrando y saliendo con facilidad, mojados de sus fluidos, empujando muy adentro, haciéndolos vibrar dentro de ella. Su mano queda a la altura de mi entrepierna y me froto contra ella, que responde de inmediato. Siento como se corre, me deja los dedos empapados. Sigo un poco más, hasta que, temblorosa y con los ojos muy abiertos, se agarra a mi mano, suplicante.

Le ordeno que espere de rodillas mientras yo me dirijo hacia Jorge. Le hago chupar mis dedos con sabor al coño de Heidy mientras lo acaricio, rozando mi cuerpo contra el suyo, tomando su verga en mi mano y comprobando su dureza. Le doy la espalda, presionándo su polla con la raja de mi culo, masajeándosela con el movimiento de mi trasero mientras nos besamos apasionadamente, agarrada a su largo cabello de chico salvaje.

Me inclino hacia adelante, observándole con picardía por encima de mi hombro, entregándole una visión de mi espalda arqueada, mientras me introduzco su polla muy despacio. Me incorporo, moviéndome poco a poco, arriba y abajo por su tranca, acariciando sus fuertes brazos apresados, deseosos de liberarse y tocarme, recorriéndolos con el dorso de mis manos, agarrándome luego a sus caderas, impidiéndole marcar mi ritmo, su respiración junto a mi oído me subleva, se mezcla en mi cabeza con mis propios gemidos.

Le hago una señal a Heidy para que se acerque y nos besamos los tres a la vez, muy pegados nuestros cuerpos, me encanta verlos unidos en un beso, me cuesta esperar para verlos hacer mucho más. Ahora es ella la que me masturba, con lo que él sale ganando, porque empiezo a moverme con más fuerza. Ella se entretiene succionando mis pezones y cubriendo mi cuerpo de saliva mientras se agacha para usar su lengua entre mis piernas y mis dedos se pierden en su cabello, sujetando su cabeza. Levanta la vista y me lanza una mirada de chica mala mientras me sonríe. Es adorable. Jorge contempla el espectáculo desde detrás de mí y adivino lo que está pasando ahí abajo, lo noto tensarse, ella va guiando su polla para que me folle, acariciando sus huevos mientras me come el coño. Él me habla, su voz me vuelve loca, le oigo repetir las palabras que sabe que me gusta escuchar, deseo sus manos sobre mi piel más que nunca, tanto como él desearía tenerlas libres para hacerlo. Es demasiado bueno, no puedo aguantar y la excitación me trae un orgasmo intenso.

Heidy y yo seguimos acariciándolo sin soltarlo de la pared hasta que está listo. Arrodilladas ante él, le comemos la polla juntas, alternándonos las chupadas, dándonos besos con su glande en nuestras bocas, jugueteando con nuestras lenguas y con él, hasta que descarga sobre nosotras un gran chorro de leche, que usamos para acariciarnos las tetas la una a la otra, extendiéndolo por nuestra piel, besándonos y lamiendo nuestras caras para no dejar ni una gota, ante su atónita mirada.

Una vez desatado Jorge, nos vamos a una habitación reservada exclusivamente para nosotros tres, una gran cama flanqueada por un enorme espejo a lo largo de toda la pared, un jacuzzi y una pequeña área de higiene, donde yo acabo de quitarme la poca ropa que llevaba.
Estiradas juntas, nos seguimos besando y acariciando, mientras nuestro chico nos toca a cada una con una mano, deteniéndose en los pechos de una, el culo de otra, introduciéndose entre nuestros muslos para, con sus dedos y boca, ponernos bien cachondas, pero, entre susurros y risas, Heidy y yo acordamos usarlo a nuestro modo.

Jorge se estira en la cama y Heidy se clava en su polla que aún sigue tiesa mientras yo me siento sobre su cara, pintando sus labios con mi coño mojado, quedando así una frente a la otra, mirándonos a los ojos, moviéndonos casi a la vez sobre él. Me siento feliz observando su carita enmarcada de rizos rubios y su bello cuerpo mientras cabalga sobre la tranca de Jorge, sus gemidos y los míos sólo acallados por nuestros besos. Nos vemos reflejadas en el espejo, dos amazonas acaloradas y sudorosas de largas melenas, jugando a provocar a la contraria con nuestras caricias traviesas. Pienso para mí que Jorge me lo está haciendo genial, el sexo oral es uno de sus fuertes, no tardaré en volver a correrme, cuando Heidy se inclina hacia atrás, cogida a mis manos, sé que ya lo está haciendo, la sigo azuzando con mis palabras, quiero ver cómo se corre, me levanto y obligo a Jorge a ponerse sobre ella y seguir empujando con fuerza, ella chilla y se retuerce, abrazada a su espalda. Luego se queda tranquila y risueña.

Jorge se ha quedado muy caliente, me hace poner sobre su amiga y me folla desde atrás mientras ella me besa y me tira del pelo, diciéndome las mismas cosas que yo le acabo de decir, pidiéndome que me corra para ella y yo, que ya estaba casi lista, gimiendo sobre su hombro, no tardo en complacerla. Y casi al momento, él hace lo propio, clavándomela muy adentro, la siento palpitar en mi interior, mientras grita agarrado a mis caderas. Me ha gustado mucho verlos disfrutar.

Nos damos un baño juntos en el jacuzzi, nos relajamos, charlamos, reímos y tomamos algo para refrescarnos. Los tres estamos satisfechos pero aún tenemos ganas de probar más cosas, nos queda mucha noche por delante y ganas de seguir. Mañana estaremos muy cansados pero... ¿a quién le importa?.
Para Rag con todo mi cariño... Así es como imaginé nuestro encuentro. Aún tengo ganas... Besos!

domingo, 7 de septiembre de 2008

Vibración (Entrega 3)

Mi Amo me ha dado una dirección a la que me ha ordenado que me dirija. Desconozco cual puede ser su propósito, qué habrá ideado para este nuevo encuentro, y eso me excita y me intimida a la vez. Cuando llego allí, descubro con sorpresa que es su propia casa, en la que nunca había estado.

Me recibe educadamente, me pone una bebida y me pide que le espere sentada en su salón mientras se arregla.

Su piso es sencillo, acogedor, muy básico. Cocina amplia y muy recogida, un salón comedor amueblado tan solo con un gran sofá rojo en el que me encuentro, una lámpara de pie que irradia una luz tenue, una mesita de centro y un mueble sencillo donde reposa el televisor, muchos libros, algunos discos de vinilo, un equipo de música y sus altavoces.

Dos habitaciones, una habilitada como un pequeño despacho, atiborrada de papeles y libros en estantes cubriendo la pared y una enorme mesa con un ordenador; la otra el dormitorio, al que se accede por un vestidor muy elegante. Una gran cama preside la estancia, cubierta con unas sábanas negras y muchos pequeños cojines rojos apilados en la cabecera. Un espejo cubre toda la pared lateral, haciéndola parecer más amplia. Unas lamparitas de diseño descansan sobre las mesillas de noche. Todo tiene un aspecto elegante, pulido, cuidado y a la vez nada recargado. Eficiente y sobrio, como él, con un punto misterioso.

Me observa provocadoramente mientras se desnuda ante mí y se dirige al baño. Sabe que le desobedeceré y no seguiré aquí sentada, que me acercaré a deleitarme con la belleza de su cuerpo bajo el agua, soñando con los ojos abiertos con todos los placeres que adivino me proporcionará durante esta noche.

Se mete en la ducha y yo le sigo hasta la puerta del lavabo. Tanto el suelo como las paredes son de pizarra negra, el cubículo de la ducha separado por una mampara de cristal que deja abierta mientras se moja.

No puedo resistir la visión de su cuerpo empapado, cómo las gotas caen por su piel, cómo cierra los ojos mientras tira hacia atrás su pelo mojado. Le deseo intensamente. Pronto me he desnudado y metido allí con él, acariciando su cuerpo, cayendo de rodillas a sus pies, enjabonando con delicadeza éstos, sus pantorrillas, sus muslos, deseosa de alcanzar su sexo que ya crece palpitante, pero no lo haré si él no me da su permiso, sus ojos contemplando con orgullo cómo los míos le expresan toda mi adoración por él mientras el agua golpea mi rostro. “Sabes que tendré que castigarte por esta falta, ¿verdad?“ me dice, sonriente “pero eso será luego”. Me toma tiernamente de la barbilla y se introduce en mi boca, que le espera abierta cual devota recibiendo la comunión.

“Mantén las manos a la espalda” me ordena, agarrado a mi pelo, imprimiendo fuerza a su vaivén, dominando una vez más la situación, como sabe que a ambos nos gusta. No las necesito, son mis labios y mi lengua lo que le harán deshacerse de placer. La siento entrar hasta mi garganta, lo que me hace toser un poco y él aún se excita más. Le veo observar la corriente de agua deslizándose por mi espalda arqueada hasta llegar a mis muñecas cruzadas sobre mis nalgas como si estuvieran atadas.

Me hace cambiar de posición, en cuclillas pegada a la pared. Aprieta mi cuello mientras se sigue follando mi boca, me siento atrapada entre su mano y la fría pizarra, casi sin aire que respirar. El agua golpea mi cara y cae entre mis pechos hasta alcanzar mi coño abierto, produciéndome un cosquilleo agradable que se mezcla con el calor que ya sentía. Mi mirada le expresa mi total entrega a sus deseos. Él acaba en mi boca y yo me lo trago todo, feliz de ser su recipiente.

Me hace esperar en pie mientras él se seca y luego procede a secarme a mí, meticulosamente, con delicadeza y ternura, me hace sentir muy pequeña y cuidada. Sé sin lugar a dudas que soy suya, una muñeca viva con la que jugar siempre que le apetezca, que aceptaré lo que él quiera hacer conmigo, que su placer es mi placer, que mi corazón es suyo.

Me lleva de la mano hasta su dormitorio. De una de sus mesillas de noche le veo extraer algo. Me hace separar las piernas y me lo va colocando. Es un arnés que sujeta una mariposa de silicona azul, con dos protuberancias en su cara interna que guardan unas pequeñas balas vibradoras: una se introduce en mi vagina y otra queda sobre mi clítoris. Va con mando a distancia, me explica, y lo habré de llevar puesto durante la cena. Luego extrae de uno de los armarios de su vestidor un precioso vestido azul de tirantes, escotado, muy vaporoso y veraniego, parece trasparentarse. Lo ha comprado para mí, para esa noche, y lo he de llevar sin ropa interior.

Ha reservado mesa en un caro restaurante. Cuando entro siento las miradas siguiéndome, yo me aferro a su mano y me dejo guiar, un poco cohibida... ¿se habrán dado cuenta de que no llevo ropa bajo mi vestido? Tengo miedo de que, con lo mojada que estoy se me vaya a caer el pequeño vibrador y aprieto las piernas, pero eso no es posible, siento las cinchas del arnés en mis muslos y mi cintura... Saber que guardo semejante secreto entre las piernas me hace sentir muy cómplice suya, especial y expuesta... y muy caliente.

Al probar el vino que nos sirve el joven camarero que aguarda mi veredicto para continuar escanciando, noto una potente vibración en mi sexo y mi Amo me sonríe con una expresión inocente. “¿Te gusta?” me pregunta, no sé si refiriéndose al vino o al juguetito... “Me encanta” contesto casi sin respiración, temerosa de que el zumbido llegue a oídos de alguien más, y el camarero acaba de servirnos. Mi Dueño se está divirtiendo de lo lindo al verme intentar controlar lo excitada que estoy y, con el mando en la mano a la vista de todos, que por supuesto desconocen lo que es, va cambiando la intensidad y la forma en que vibra el aparatito. Cuando creo que no podré resistir más, lo para, con una risita. Y así continua durante toda la cena: cuando menos lo espero, lo conecta, me pone al límite y lo vuelve a apagar. Al llegar a los postres, me acaricia la mejilla con dulzura, sabe que estoy en tensión, deseando que lo vuelva a hacer, de sentir esa vibración y que me permita correrme por fin.

Volamos de vuelta a su casa y me desnuda antes de llegar a su cama. Él también quiere más de mí, me debe ese dulce castigo prometido. Los cojines acaban esparcidos por el suelo. Escondidas tras ellos, hay un par de muñequeras de cuero atadas al somier de la cama y me amarra a ellas. “Hoy no te voy a follar” me anuncia y siento que me desespero. ¿Qué me va a hacer, entonces? Le deseo, deseo sentirle dentro de mi... Me quita el arnés lentamente, haciéndome sufrir de impaciencia y me hace permanecer estirada mientras vuelve a buscar en su mesilla de noche.

Agazapado entre mis piernas separadas, me introduce con facilidad un vibrador de formas curvilíneas, con forma de S, que estimula mi punto g y mi clítoris a la vez, haciéndome gemir de gusto, temblando. Cierro fuertemente los ojos, concentrándome en su voz susurrante que me cuenta lo mucho que le gusta verme así, humillándome con insultos por estar tan cachonda, prometiéndome mil nuevos castigos si no acato sus designios y yo apenas consigo contestar con monosílabos.

Con una sonrisa en su cara, eleva el vibrador, apretando firmemente su punta contra la parte superior interna de mi coño, haciendo sitio en la entrada de mi vagina y mete también otro vibrador que tenía preparado y yo no había visto, éste de forma fálica. Lo noto entrar muy adentro, vibrando con fuerza, y grito, sacudida por un intenso placer. El clítoris, el punto g, la parte más profunda de mi coño, todo vibra con sus juguetes, que él controla con una sola mano, mientras mantiene mis piernas bien abiertas con sus rodillas y tortura mis pezones con pellizcos con la otra. Siento un estremecimiento en todo mi cuerpo, un orgasmo poderoso me conmueve, y luego otro y otro más... parece no acabarse nunca, permanezco con la boca abierta y los ojos en blanco, incapaz ni de emitir sonido, sin aliento...

Los vibradores no se cansan, siguen y siguen sin parar, le suplico que pare, pero este es mi castigo y no lo va a hacer. Mi Amo me hace girar sin sacarlos, estoy rendida, sin fuerzas ya, y me penetra por detrás con su polla enormemente hinchada, no ha podido resistirse a tenerme así, mientras me sigue hundiendo el de forma fálica en mi coño chorreante. El placer es indescriptible, me hace llorar, me siento totalmente en su poder, quiero que disfrute de mi tanto como él me hace disfrutar y así se lo hago saber. Le pido que me destroce, que me folle el culo como nadie más lo ha hecho nunca. Sé que ahora él puede notar la vibración también, en su tranca, en sus huevos y eso le está poniendo a mil. Sus embestidas son fuertes, sus dedos se clavan en mis hombros, me muerde en la nuca, me tira del pelo y siento sus cachetadas en las nalgas, hasta que su orgasmo se propaga por mi cuerpo, su polla palpita dentro de mí, me llena con su leche caliente y yo me corro al sentirle así, entregado a mí, sabiendo que he hecho lo correcto y ha quedado complacido con mi servicio, una vez más.

De nuevo, para Jose. Despiertas mis sentidos.
Un detalle curioso: me inventé lo del arnés vibrador con forma de mariposa y mando a distancia y, curiosamente, buscando alguna foto por Internet para adornar el relato, he encontrado que existe de verdad. Como siempre, la realidad supera a la ficción o ya no queda nada por inventar...

domingo, 25 de mayo de 2008

Mazmorra

El Rainbow, local swinger de Barcelona, sábado por la noche.

Imagíname en su mazmorra.
Un espacio de unos seis o siete metros cuadrados, las paredes forradas con papel pintado imitando ladrillo y adornadas con un par de cadenas. En el centro de la estancia, colgado del techo, un columpio de arneses. En la pared de la izquierda, un saliente con un banco acolchado. Y en el rincón de la derecha, justo frente a la puerta, que está tapada con un biombo, una pequeña jaula de madera.

Dentro de ella, atornilladas a la pared, unas muñequeras de cuero con cierres metálicos situadas a cada uno de los extremos de una barra de hierro.

Y yo allí atada, desnuda, mi espalda contra la fría pared.

Sobre mi cabeza, en la esquina de la habitación, un estante con una lámpara que imita un pebetero con fuego y que da una luz anaranjada, ténue y cálida y, junto a ella, la bebida de mi acompañante en un vaso de tubo.

Hemos dejado nuestras toallas en la parte superior de la jaula, colgando sobre los barrotes, tapando la visión de los que se asoman con curiosidad por la puerta de la mazmorra, creando una atmósfera privada para nosotros, a pesar de estar en un sitio público. Nadie nos ve, nadie nos oye, estamos solos él y yo y mi pequeña fantasía perversa.

Él está agachado, entre mis piernas, levantando la derecha sobre su hombro, aplicando su lengua con intensidad en mi clítoris mientras sus dedos enormes entran y salen de mi coño, apretando muy dentro de mi.

Estoy temblando, llevo deseando esto desde hace mucho, desde que vi que habían instalado esa barra con muñequeras mi imaginación se había desbocado, soñando con estar así atada, con él comiendome como nadie más sabe hacérmelo, o jugando conmigo, con ese vibrador de lujo, estimulador del punto g, que tiene en su casa y que sabe que me vuelve loca, mi amigo, como él lo llama.

Estoy terriblemente excitada, después de haber estado follando con él en el jacuzzi del local y en la cama grande, delante de toda esa gente desconocida que se acercaban a acariciarme suavemente mientras él me poseía, pero mi mente ya estaba puesta en la mazmorra, en sus grilletes, en vivir este momento. Me siento mucho más expuesta que antes, cuando podían verme los demás, me entrego sin reservas a mi hombre, soy totalmente suya y sólo lo deseo a él.

Clavo mis uñas en las muñequeras, que me quedan un poco sueltas, gritando de gusto mientras me corro. El orgasmo es tan brutal que eyaculo. Un chorro de líquido transparente empapa su brazo, chorrea por mis piernas y deja un buen charco en el suelo.

Él sigue masturbándome, con cara de sorpresa. No se lo esperaba, ni yo tampoco. Es la primera vez que me pasa en la vida, estando acompañada. En dos ocasiones lo había conseguido mientras me lo montaba sola, pero no me había sucedido con ningún hombre hasta ese momento.

Estoy en trance. Él se acerca mucho a mi cara, mirándome a los ojos, riéndose.

"¿Qué has hecho?... ¡Guarra!¡Mira cómo has puesto el suelo!" me dice, en un tono muy dulce y alegre. Yo gimo sin control.

Levanta mis piernas con sus brazos y me penetra con pasión. La tiene durísima. Me bombea una y otra vez, sus manos contra la pared, yo abierta de par en par, haciendo fuerza para sujetarme a la barra que me tiene presa, colgando de ella, mis brazos en tensión, temblando. Él me besa y luego recorre mi cuello con su lengua, me muerde los pezones, le oigo gemir sobre mi hombro, pero muy lejos, estoy en éxtasis, sólo siento el placer que me domina por completo. Hace que me corra de nuevo y me deposita en el suelo con suavidad.

Le veo, con los ojos entrecerrados, soltarme de mis ataduras, pero sólo para obligarme a girar y volver a amarrarme a la pared. Se pasea por la jaula, bebiendo de su White Label con naranja, contemplándo mi espalda, mi culo, decidiendo cómo torturarme un poquito más. Mi respiración es muy agitada.

Toma un cubito de hielo de su vaso y recorre mi piel ardiente y cubierta de sudor muy despacio, dejándolo gotear estrategicamente. Todo mi cuerpo tiembla sin control, mis ojos le suplican piedad, pero cuando me pregunta "¿quieres más?" con esa voz profunda y tan sexy le digo que sí. Sabe que siempre digo que sí. Le oigo reirse otra vez, complacido.

La gente entra en la mazmorra, alertada por mis gemidos, se asoman a la jaula y me miran. Le hacen preguntas sobre mi y se quedan unos minutos a contemplar el espectáculo. Me encanta.

Él sigue acariciándome con el cubito de hielo, ya queda un trozo muy pequeño y aguado, toda mi piel brilla bajo la luz anaranjada, mis pezones están tan tiesos que duelen. Apoyo mi mejilla contra la pared, casi al borde de las lágrimas, cuando me lo mete por el coño y acaba de derretirse allí, casi al instante. Es su dedo dentro de mi lo que me hace estar tan caliente.

Sus grandes manos me toman por las caderas, y me hace sacar el culo hacia afuera, arqueando la espalda. Estoy muy sensible en estos momentos, todas las sensaciones se magnifican. Primero me penetra violentamente, empapando su palpitante polla en mis fluidos, haciéndome gritar, pero no tanto como cuando, a continuación, me la mete por detrás y sus dedos buscan mi clítoris.

Vuelvo a correrme, entre espasmos. Él tira de mi pelo, me muerde el cuello, el hombro. Mis piernas tiemblan tanto que siento que no aguantaré en pie mucho más. Él parece darse cuenta y, soltando mis muñecas, me arrastra hacia el banco acolchado. Se sienta en él y me hace chuparsela y me aplico con deseo, agradecida.

Estamos solos en la habitación. Yo rezo mentalmente por que no venga nadie a tocarme, porque ahora sólo quiero dedicarme a él. Se lo merece, se lo ha ganado. Matrícula Cum Laude.

Con un pie en el suelo y otro en el banco, rodeando su cintura, me empalo en su verga, besando su boca, abrazada a su cuello, mientras él me sujeta por las caderas. Me la clavo hasta el fondo, me muevo arriba y abajo, pero mis piernas ya no me sostienen y me voy dejando caer hacia atrás. Acompaña mi movimiento, colocándose sobre mi, sin sacarmela.

Sujeta mis tobillos frente a su cara, mis rodillas casi me golpean el pecho de tan doblada como estoy y empuja con ímpetu. "¡Cabrón!" le suelto entre dientes, pero suficientemente alto para que me escuche. ¡Dios!¡Cómo me gusta!

Tengo los ojos en blanco, no puedo soportar tanto placer, la siento muy adentro, una vibración me hace estremecer y el orgasmo me alcanza entre sollozos.

Me deja abrir las piernas, se estira totalmente sobre mi cuerpo y me abraza tiernamente.

Estoy llorando, de pura felicidad, las palabras salen entrecortadas de mi boca. "Te quiero", repito un par de veces. Le siento correrse, por fin, sus gemidos me hacen enloquecer, me aprieta fuertemente contra él, yo me abrazo como si me fuera la vida a su espalda y mis piernas se atan a su cadera.

Nos quedamos así durante unos minutos, recuperando el aliento, disfrutando de las sensaciones, exhaustos, doloridos, satisfechos.

Susurro un "gracias" muy sincero junto a su oido y él me mira y me sonrie. Sus ojos brillan. "Me acordaré muchas veces de esto" le digo, riendo. Estoy segura de que él también.

Nos vamos a las duchas, cubiertos de sudor, cogidos de la mano.


Para Jose, el hombre que cumple mis fantasías. Te quiero, mi niño.

domingo, 18 de mayo de 2008

Lobo de caza



O como hacer trampas en un blog de cuentos jajaja. He decidido traducir al castellano este cuento que ya había publicado en catalán para que los que no entienden este idioma puedan disfrutarlo por igual. Perdón a los que esperabais algo nuevo.


El jueves casi le descubre, espiándola desde la acera contraria de la Rambla de Egara, cuando ella salía de una conocida tienda de ropa que antes había sido un cine.


La chica contemplaba con una sonrisa deliciosa el vestido rojo que se acababa de comprar mientras caminaba hacia la parada del autobus y, al girarse para ver si ya llegaba el 9, topó con su mirada. Él se hizo el despistado, continuó caminando como si tal cosa , un poco nervioso, pero ella no le dió mayor importancia, subió al autobus que justo paraba y desapareció.

Había empezado a seguirla un par de días antes, como sabía dónde trabajaba, se las había ingeniado para descubrir dónde vivía y esa mañana la había esperado vigilando su portal hasta que la vió salir y tirar hacia el centro de la ciudad, de compras.

La habia localizado en Internet hacía un mes, en una página de contactos para adultos, le hizo gracia que fuera de Terrassa como él y miró su perfil, picado por la curiosidad. Las cosas que explicaba le pusieron muy caliente, le gustó su estilo desinhibido y alegre, tentador pero sin vulgaridad, con unos gustos sexuales muy afines a los suyos y le envió un mensaje diciéndole "hola, vecina!" pero no recibió contestación.

Cuando miró sus fotos más atentamente, se dió cuenta de que la cara le era muy familiar, que, de hecho, la conocía. Aquella pelirroja exhuberante era una de las cajeras del super donde él iba a comprar al salir del trabajo. Nunca se habia fijado en ella mas que de pasada, una chiquilla de unos veinticinco años con el cabello recojido en una cola y con uniforme, como tantas otras. Ahora, cuando iba a comprar, nunca pasaba por su caja, así la observaba en la distancia, sus gestos, sus ojos ambarinos, sintiendo como la pasión crecía entre sus piernas con una palpitación sorda. Nunca se habría imaginado que, bajo aquella apariencia inocente, se escondía una pequeña fiera, tan sensual y sexual, que bajo aquel uniforme anodino hubiera un cuerpo tan voluptuoso. Se sentia enfermo de deseo, quería hacerla suya, hacerla temblar bajo su violento empuje, escuchar sus gemidos de placer, sus gritos de dolor... Se pasaba más tiempo del que hacía falta dando vueltas por los pasillos del super, haciendo ver que estudiaba los productos de los estantes, vigilándola a escondidas, hasta que ya parecía sospechoso y con un dolor casi físico tenía que salir y marcharse a casa, a pelársela una y otra vez. No podia dejar de pensar en ella.

Por las noches volvía a mirar sus fotos en el ordenador y se masturbaba imaginándola poseida por tres hombres a la vez, podía ver como la rodeaban en una pequeña habitación de hotel y la manoseaban, quitándole la ropa, acariciando su piel tan blanca y suave, quizás un poco bruscamente, uno de ellos tirando de su largo cabello de cobre para inclinar su cabeza hacia atrás y besarla libidinosamente mientras jugaba con sus pechos turgentes, los otros agachandose delante y tras ella, bien abierta de piernas, para saborear su jugoso coño y su culo con unas lenguas voraces, haciéndola gemir de gusto. Después era ella la que, de rodillas, rendía pleitesia a las tres grandes vergas que le eran ofrecidas, trabajándolas con las manos, lamiendolas y chupandolas sin parar mientras aquellos hombres la insultaban y le daban ordenes sobre lo que debía hacer. Se la imaginaba en la cama con ellos, dos dándole mucha caña a la vez por sus agujeros bien húmedos sin dejar de mamársela al tercero. Se corría enseguida al soñar su dulce cara transformada por el placer.

Un día se sorprendió de recibir contestación en su correo y, después de algunos mails divertidos y provocadores entre ellos, se intercanviaron los números de teléfono y empezaron a enviarse mensajes calientes y algunas fotos. Él le pasó una de su cuerpo sin enseñarle la cara y a ella le gustó, pero ante su insistencia, le acabó enviando una de su rostro, antigua y que no se veia del todo bien, un poco temeroso de que lo reconociera como cliente del super.

Quedaron para el sábado siguiente, en el Parc Vallés por la tarde casi noche, donde tendrian muchas opciones para pasar el rato, pues es una zona de restaurantes y locales diversos.

Desde entonces, había empezado a seguirla por las calles de la ciudad, siendo testimonio de sus preparativos para la cita, como un lobo solitario pesiguiendo a escondidas a su presa.

Por fin llegó el gran día. Ella le esperaba delante de los cines con zapatos de tacón y su nuevo vestido rojo. Éste se ajustaba a sus magníficas curvas destacando sus formas de reloj de arena, ondeando con la tíbia brisa estival y, al contemplarla, sintió que los colores le subian a la cara y como una tirantez cálida en su entrepierna.
Le hizo un chiste malo sobre la Caperucita y el lobo y ella, riendo, le dió un par de besos amistosos en las mejillas y fueron a tomar un café. Ella no dió señal de haberlo reconocido y se quedó mucho más tranquilo.

Pasaron un buen rato hablando de sus vidas y gustos, experiencias pasadas. Obviamente, él no le explicó lo atemorizadas que habian estado algunas de sus ex-amantes por culpa de sus obsesiones enfermizas y gustos peculiares, a alguna le habia hecho daño de verdad, propasándose en sus juegos, pero no se sentia culpable, contarle eso la habría asustado y nada más lejos de sus planes, él que parecía tan buen hombre, alto y guapo, cabello oscuro todavía, con alguna veta plateada, corto y bien cuidado, ojos verdes y sonrisa perfecta, el yerno que toda madre querría, con una edad sensata y un buen trabajo.

La conversación se fue haciendo más abierta y llena de insinuaciones y él le preguntó si querría venir a su casa. Ella sonrió complacida y, con los ojos muy brillantes, asintió con la cabeza.

La condujo hasta su sencillo piso sin ascensor en Ca N'Anglada. La arrambló por primera vez en el portal, iluminados solamente por las farolas de la calle, devorando su boca con ansia, dejando a sus manos descubrir aquellas carnes tan deseadas y ella le respondió con igual intensidad. Fueron subiendo tres tramos de escaleras entre risas y pellizcos a aquel culo redondo y prieto que se bamboleaba ante sus ojos hambrientos.

Una vez dentro del piso no esperó ni a quitarle el vestido, se lo subió hasta la cintura y le arrancó las bragas con violencia, obligándola a ponerse a cuatro patas en el sofá y, bajandose de un golpe los pantalones y los calzoncillos hasta las rodillas, le clavó sin contemplaciones aquella tremenda erección en su coño empapado y anhelante, una cueva caliente y segura para su animal. Ella jadeaba clavando las uñas en la tapiceria. Tanto deseo acumulado le hizo acabar enseguida, pero, consciente de que ella quería más, la tomó en brazos y la llevó al dormitorio.

Se acabaron de quitar toda la ropa, entre caricias y besos ahora más dulces. Le preguntó con tono misterioso si querría jugar con él a una cosa un poco arriesgada. Ella se mostró dispuesta, sin atemorizarse por el hecho de que fueran dos estraños, y no puso objeciones a ser atada con unas esposas sujetas a un cinturón anudado a la cabecera de la cama, ni a dejarse tapar los ojos con una venda negra.

Él la contempló un momento así, con una sonrisa torcida y ojos maquiavélicos, un sueño hecho realidad, su cuerpo desnudo, tembloroso, ofrecido a su voluntad. Ahora podría hacerle lo que le apeteciera y ella no se podría defender. Decidió lamerla entera, muy lentamente, empezando por los pies y subiendo muy poco a poco por las piernas, haciéndola sufrir al llegar a la cara interna del muslo, dejando chorrear su saliva sobre su clítoris, observando las reacciones de su vulva muy roja e hinchada que se abria para él; haciéndole cosquillas con la lengua y los labios en el vientre, en el ombligo, acercándose inexorablemente a los duros pezones rosados que apuntaban al techo, mordiéndolos suavemente al principio, después atrapándolos entre los dedos en un pellizco doloroso y llegando con la boca hasta su tierno cuello, que vibraba con los latidos de su corazón, alternando lametones con bocados.

Sus manos se movian acariciando su piel nacarada por todas partes. Sin avisar, la penetró con dos dedos y los hundió con fuerza dentro de ella. Dejó caer unas cuantas palabras gruesas en su oido, con voz profunda y calmada. Ella gemía, gritaba, se retorcía bajo él, disfrutando como nunca, su cuerpo se tensó y pudo sentir un orgasmo poderoso atrapando sus dedos dentro de su sexo inundado. Él ya volvía a estar preparado para la acción, acercó su polla a la boca de la chica y, cogiéndola del pelo, la obligó a tragarsela, marcandole el ritmo. Se sentia muy excitado, ella lo hacía muy bien. Cuando tuvo suficiente la hizo girar sobre si misma y le empezó a hacer un buen masaje en aquel culo tan tentador con el lubricante que guardaba en la mesilla de noche, profundizando en su ano que se dilataba deseoso de sus acometidas. La empaló sin piedad entre gritos de placer, sujetandola por los tobillos, notaba los huevos mojados de tanto como ella lubricaba y, pasandole la mano bajo el cuerpo, comenzó a masturbarla, dejándole caer todo su peso sobre la espalda y de nuevo sintió como ella se corría y le suplicaba que él también lo hiciera, que ya no podía más. Le contestó groseramente y eso hizo que la chica tuviera otro orgasmo, pero era hablar por hablar, porque él también estaba a punto y dejó ir su lechada sobre sus nalgas, manchando su espalda y hasta sus cabellos rojizos.

La libró de las ataduras, fueron a limpiarse y secarse el sudor, y la invitó a quedarse a pasar la noche, quien sabe, pensó, quizás todavía repetirian. Le invadía un extraño sentimiento de felicidad, de haber encontrado algo especial. Cuando el sueño le iba ganando, un solo pensamiento rondaba por su cabeza: encerrarla con él, no dejarla salir nunca, sólo suya, suya para siempre...

Era muy pasada la medianoche cuando se despertó. La luz de la luna llena iluminaba la habitación. Se volvía a sentir muy caliente, ella le estaba tocando mientras él dormía, contemplando inquieta con sus grandes ojos como su tranca respondía a las carícias, aumentando de tamaño, llenándose de sangre. Se sentó sobre él, metiéndosela toda dentro y cabalgándolo, arañándole el pecho, moviéndose con precisión hasta llegar al clímax y después se dejó caer, sentía su aliento sobre el hombro izquierdo. Intentó abrazarla, pero la chica no le dejó, sujetando sus muñecas con fuerza sobre su cabeza. Ahora era ella quien dominaba.

Por un momento le habia parecido que su cuerpo habia cambiado, ahora era más fibroso y musculado, su piel más dura, pero eso no era posible... Debia estar todavía medio dormido. Ella seguía moviendose a buen ritmo y dejó de pensar, sólo existía para su placer, se entregó, abandonándose a ella y no tardó demasiado en correrse otra vez.

Mientras su semen salía a borbotones, sintió un intenso dolor en el cuello que lo desgarraba. Intentó luchar pero ya era demasiado tarde y, mientras se desangraba vió transformarse a su última amiga en la forma de una loba blanca que no pensaba esperar a que estuviera del todo muerto para comenzar a devorarlo, quería gritar pero su garganta estaba anegada en sangre y sólo salió un gorgoteo apagado.

Saliendo de la ducha, la pelirroja contempló su destrozo. Hacía mucho tiempo que lo estudiaba: un hombre soltero, de mediana edad, con un pasado de maltrato a mujeres, sin amistades, que vivía solo; nadie lo echaria en falta, quizás solamente notarian su ausencia en el trabajo, pero tardarian algún tiempo porque ahora estaba de vacaciones. Era la victima perfecta para su metamorfosis con la luna llena, para calmar un tiempo su hambre de carne. Habia buscado trabajo en un lugar donde él la viese, buscó los canales adecuados para contactar, se dejó espiar, dándole confianza, hasta llegar al encuentro. Se lo habia pasado muy bien. La caza habia sido un éxito.
Y el sexo también le habia gustado, lástima de no poder repetir en otra ocasión pero, pensó con sarcasmo, alguna cosa se llevaba de él, muy dentro suyo. Se arregló y salió sin que nadie la viera, dejando la ventana de la habitación bien abierta y se perdió por una Terrassa de domingo, todavía dormida, entre las primeras luces del día.

Cuando semanas después encontraron sus restos putrefactos no sospecharon nada extraño, un suicidio y la naturaleza y el verano habían hecho el resto. Sólo se preguntaron, entre risas, a quién debían pertenecer aquellas braguitas rojas olvidadas en el sofá.

domingo, 4 de mayo de 2008

Amantes

Me pierdo en la profundidad de su mirada. El brillo de sus ojos delata su amor por mi, no lo puede esconder, la dulzura de su expresión me emociona. Le adoro.

Su piel es mi Paraíso, conozco cada rincón, cada pliegue, cada lunar, he lamido mil veces cada una de sus cicatrices.

Sus caricias me transportan a un mundo donde sólo estamos los dos. Mi alma se llena de su presencia, de su ser.

Nos amamos casi en silencio, temerosos de ser escuchados, furtivamente, pendientes de la respiración del otro, de cada leve gemido, que desata esta pasión contenida.

Nos movemos despacio, acompasadamente, sin prisa. La oscuridad de la noche es nuestra aliada, la luz de la Luna que entra por la ventana, la guia a través del mapa de nuestros cuerpos.

Las manos entrelazadas, las bocas se buscan y se unen en besos largos y dulces.

Siento la calidez de su abrazo, su pecho es mi refugio. Somos la misma esencia, somos el mismo calor que nos funde hasta unirnos en uno solo.

No quiero que termine, quisiera seguir así eternamente. Le doy todo lo que tengo, todo lo que soy.

La forma en que besa mi cuello me hace temblar, el leve roce de sus yemas me electriza, acaricio su bello rostro, casi a punto de llorar, mi corazón late con mucha fuerza. Siento que moriría si no estuviera con él, si no fuera parte de su vida como lo es él de la mía.

Ahogo un gemido en la almohada, me muerdo los labios, siento que me voy, y él se viene conmigo. Dentro de mi, una calidez y un palpitar que me deja indefensa. Abrazados, unidos. Para siempre... ¿Para siempre?

Una vez más, vuelvo a despertar con la cara mojada, me escuecen los ojos de cerrarlos tan fuerte en mi soñar. Una vez más, el recuerdo de aquella vez que F y yo hicimos el amor, después de haber follado tantas miles de veces, aquella vez tan diferente, tan especial...

Y el dolor de saber que eso se perdió, para siempre.

domingo, 20 de abril de 2008

Tren



Marta se contempló una vez más en el espejo de la entrada de su piso antes de salir y le sonrió a su imagen, guiñándole un ojo. El traje de chaqueta color canela, de falda muy corta, su pelo castaño recogido en un moño y aquellas las gafas de pasta le daban un aspecto serio, como de eficiente secretaria o estricta maestra. Eran los zapatos de tacón muy altos, de aire retro, con plataforma y atados a sus tobillos mediante una correa con hebilla, lo que le daba un aire mucho más sexy, más perverso. Pocos imaginarían que no se había puesto ropa interior. Sentir el roce de la tela directamente sobre su piel y pensar que alguien podría descubrir su secreto la hacía sentirse más excitada todavía.

Bajó andando hasta la estación del tren. Juan, su marido, se había llevado su coche. Aquella noche se habían planteado un nuevo juego. Éste consistiría en encontrarse como si fueran dos desconocidos. Ambos conocían su destino, una discoteca a un par de estaciones de su casa, pero no habían establecido normas, habían dejado la puerta abierta a la improvisación. Sólo sabía que, una vez allí, tontearían el uno con el otro, buscando la excitación perdida con la rutina, seduciéndose de nuevo como cuando se habían conocido, años atrás.

Así que, cuando sintió el roce de una mano en su trasero en el andén de la estación, recorriendo su redondez con cautela, mientras veía entrar el tren que había de coger, no se inmutó. ¡Qué juguetón! Por lo visto, él había decidido pillarla de camino a la discoteca...
Podía notar un aliento cálido en su nuca, casi susurrándole, mientras observaba las puertas pasar ante ella hasta detenerse, a la vez que el cosquilleo de unos traviesos dedos intentaba colarse bajo su falda.

Cuando por fin paró el tren, giró levemente la cabeza para mirar a sus espaldas con el rabillo del ojo, pero allí no había nadie. ¿Había sido tan solo su imaginación calenturienta? Estaba segura de que no, el vello erizado en su nuca y la humedad de su entrepierna lo atestiguaban. Pero en el andén no había nadie más...Se sentó junto a la ventana. El vagón estaba casi desierto, sólo otro pasajero dormitaba unos asientos más adelante.

El tren se puso de nuevo en movimiento, adentrándola en la oscuridad de la noche.
La puerta que conectaba su vagón con el siguiente se abrió y entró un chico. Treintaitantos, cabello oscuro, mirada celeste, labios carnosos, un cuerpo deliciosamente torneado por el ejercicio, enfundado en unos tejanos claros y una camisa blanca desabotonada.

Su hombre, su Juan. Se sintió henchida de orgullo al verlo caminar hacia ella y un hormigueo invadió su bajo vientre. Él no solía vestir así, estaba acostumbrada a verlo mucho más clásico, más comedido, y estaba gratamente sorprendida por el cambio, tan juvenil, tan sexy. Aún y así, fingió ignorarlo.

Él tomó asiento frente a ella, desafiante, ligeramente chulesco, exhibiéndose. Marta observó su pecho perfectamente depilado, bronceado, intuyó el piercing de su pezón izquierdo bajo la camisa y se sintió convertida en agua, agua hirviente, burbujeante... Suspiró, intentando aliviar el calor que la invadía.

Separó levemente las piernas, provocándolo, viéndole ladear la cabeza, siguiendo con una mirada libidinosa el camino hacia su sexo. Juan utilizó su rodilla para hacerle abrir un poco más las piernas, teniendo una perfecta visión de su precioso coño brillantemente mojado y ella se dejó mirar, palpitante de deseo.

Él se inclinó hacia adelante e introdujo deliberadamente despacio un dedo en la boca de ella, entre sus labios pintados de carmín, jugando con su lengua, dejando que lo chupara a conciencia, que lo mojara bien y fue bajando por sus labios, su barbilla, el cuello, el marcado canalillo de sus pechos, hacia su clitoris, dibujando una fina línea de saliva, para luego acariciarlo con él, escuchando con deleite su respiración entrecortada por el placer y, una vez bien empapado de sus jugos, de nuevo a su glotona boca, dejando que lo succionara, que saboreara su propia esencia.

Ya llegaban a la parada donde debían bajar. Juan hizo gesto de levantarse, pero ella puso su pie sobre el asiento, justo entre sus piernas, la puntera de su zapato amenazando el tremendo bulto que apretaba sus pantalones. Durante unos segundos, mientras el tren se detenía y avisaba con su pitido del cierre de puertas, un pequeño atisbo de desconcierto cruzó la cara del chico.

Una idea loca había surgido de repente en la mente de Marta y con su mirada de desafío le instaba a apostar. Juan levantó una ceja y asintió. Adelante, juguemos. Permaneció sentado, asiendo con las dos manos aquel tobillo colocado ante él, deslizando sus manos por la pantorrilla, masajeándola de forma erótica. Ella se sentía poderosa.


La siguiente estación era la última del recorrido. Se apearon cogidos de la mano, escondiéndose en un oscuro rincón, sobandose y besándose como adolescentes, esperando a que el guarda pasase en su ronda y luego bajaron a las vías, corriendo entre los trenes aparcados para pasar la noche allí, con las puertas abiertas para ventilarse. Utilizando las manos para empujar su increíble culo, Juan ayudó a Marta a subir a uno de ellos, no tanto por necesidad como por gusto, y luego trepó atléticamente junto a ella.

La hizo desnudarse del todo, admirando su cuerpo tan frágil y blanco bajo la luz de la luna llena que entraba por los ventanales. Las gafas quedaron olvidadas sobre el montón de ropa. Él también se quitó la camisa. Le soltó la pinza que sujetaba su cabello y hundió sus dedos en la larga melena, aferrándose a ella.

Sentado entre dos asientos, dejó que ella se refregara contra su erección, pintando con su coño desnudo la tela de su tejano, volviéndose loca de gusto con el roce de la áspera tela contra su delicado botón, mientras Marta tomaba su cara entre sus manos y le besaba apasionadamente, y luego, sujeta a los cabezales de los asientos, imprimia más ímpetu a su movimiento hasta correrse entre gemidos acallados por la prudencia con Juan mordiendo sus pechos.

La hizo poner en pie sobre los asientos, temblorosa, un pie a cada lado del pasillo, sujeta a la barra central, sólo tuvo que agacharse un poco para poder introducir su lengua entre sus piernas, continuando con el placer en su clítoris mientras se la follaba con dos dedos. Cuando la sintió próxima al orgasmo, tomó sus piernas y se las subió a los hombros, notando los afilados tacones clavarse en su espalda, pero disfrutando con la forma en que ella se arqueaba hacia atrás, las fuertes manos de él en su zona lumbar, comiéndola sin piedad hasta no poder más.
La ayudó a volver a tierra y la hizo inclinarse sobre los asientos, una pierna doblada en ellos, la otra estirada apoyada en el suelo y, agarrandola por las caderas, la embistió con su polla bien cargada recién liberada del pantalón, muy adentro, muy duro, haciéndola chillar.

Marta giró la cara, mirándolo con lujuria entre sus mechones alborotados, pidiendo más, más fuerte, más rápido...Sintiendo la leche casi a punto de salir, Juan dejó de penetrarla y se fue hacia su boca, dejándola mamarsela cogido de su pelo, con maestría, hasta derramarse sobre su voraz lengua. Ella se tragó hasta la última gota.

La noche era agradable, así que no fue un problema ir dando un paseo hasta el coche, aparcado cerca de la discoteca, abrazados como amantes nuevos, para retomar su pasión en su propio dormitorio.

domingo, 13 de abril de 2008

Fantasía (de Nikki) (2ª Parte)


(continuación...)


Mi corazón palpita con fuerza y un lejano eco le responde en lo mas profundo de mi sexo, siento que no puedo aguantar más. Te deseo, a ti, ahora.
Voy hacia donde estás, felina, apartando a los que intentan retenerme en la pista de baile, mis ojos brillan, delatándome. Me acerco a tu oído y te susurro: "vamos al baño".
Cogido de mi mano, me sigues sin rechistar, como un niño.
Nos metemos en el de los chicos, porque aunque es tarde y ya casi no hay gente, en el de chicas suele haber más actividad. Los lavabos del local son modernos, forradas las paredes en vinilo negro brillante y terciopelo rojo intenso, con unas tenues luces sobre los espejos, dándole un aspecto misterioso y gótico, como de película de vampiros.
Entramos en uno de los pequeños reservados. Te hago sentar sobre la tapa del wc. La música de la disco se sigue oyendo, aunque algo distante. Bailo sólo para ti, seduciéndote con mis movimientos, con mi mirada, que te promete todo el vicio que sea capaz de darte. Tus manos recorren mi cintura, mis caderas, mis muslos... Me giro para que palpes mi culo, quiero volverte loco de deseo, tu pantalón apretado delata que ya lo he conseguido. Me voy desnudando al ritmo de la música, con elegancia, acariciando cada parte de mi piel que queda al descubierto, incitándote a hacer lo mismo.
Estoy muy mojada, muy caliente. Me saco las bolas chinas muy despacito, salen con facilidad, estoy muy lubricada. Las coges y te las metes en la boca con mirada sibilina. ¿Acaso quieres comerme el coño? No te voy a dejar...
Te hago poner en pie. Entre los dos nos libramos de tu pantalón y ropa interior, tu polla me saluda, erguida, palpitante y húmeda y yo la recibo en mi boca, con un beso apasionado. La chupo, la meneo, la devoro, quiero oírte gemir, me encanta la forma en que me agarras por el pelo para seguir el vaivén de mi cabeza. Con mis manos apretando tu culo me la trago hasta el fondo.Me separas de ti con firmeza, quieres clavármela ya.
Con una pierna apoyada en la taza, me abro para ti, mostrándote mi vulva hinchada, separando mis labios para que veas mi agujero tan mojado. Me hincas tu verga sin piedad, haciéndome chillar de gusto. Me aprietas las tetas, mordisqueas los pezones hasta hacer daño. Aún con los ojos entornados, logro distinguir en la penumbra que alguien nos observa por encima de la puerta, alertado por mis gemidos y el rítmico golpeteo.
Al verse descubierto pero no increpado, susurra con voz enronquecida: "Así, tío, fóllatela bien, haz que esa zorra no pare de gritar, métesela bien adentro" y eso me pone aún más cachonda. Le miro fijamente, provocándole con mi lengua. "Sal aquí fuera y verás lo que es bueno" me reta. Tus ojos verdes me interrogan y, con una sonrisa, entiendes que no temo, que acepto el desafío y salimos así, desnudos y empapados de sudor.
Es un tío enorme, casi un gigante, no me extraña que llegara a asomarse por encima del cubículo. Todo en él se ve grande, lleva ropa ajustada que destaca su poderosa musculatura.
Posiblemente sea un segurata del local, puede que ya estén cerrando y nos ha descubierto en su ronda. Me uno a su boca, tanteo su cuerpo que es como una roca, mientras tú me besas el cuello y los hombros, siento tu erección en la parte baja de mi espalda.
El me da la vuelta, me pone de cara a ti, me coge en volandas como si no pesara nada, me abre de piernas sujetándolas bajo las rodillas y te ofrece mi coño chorreante. Te agachas y tu experta lengua lame mi clítoris mientras tus dedos exploran mis orificios.
Me corro enseguida. Noto su enorme polla latiendo en su pantalón, pegada a mi culo. La dejamos salir y entra con algo de esfuerzo por mi húmedo trasero dilatado y tú me penetras por delante. Siento que voy a explotar de tanto placer, me veo reflejada en los espejos, tan pequeña entre dos hombretones, mi cara enrojecida y sudorosa, muy abierta y empalada y los susurros en mi oído me hacen perder el control.
El universo se contrae, luego se expande, estalla violentamente una supernova de color anaranjado ante mis ojos cerrados y grito en un orgasmo sin fin. Los dos me seguís dando caña hasta que suplico que paréis...
Agotada y sumisa, espero arrodillada ante vosotros la lluvia blanca de vuestras corridas sobre mis pechos y mi lengua se ofrece a vuestro servicio para rematar la faena.
Los tres reímos satisfechos. Tras agradecerle su colaboración, nos despedimos del gigante.
Al salir al fresco aire de la madrugada, me acerco a ti y te susurro: "vamos a casa, estoy hambrienta. De camino podríamos invitar a desayunar a alguna bollicao y que no termine aquí nuestra noche de juerga, ¿qué te parece?".
Nos reímos y me dices dulcemente con un guiño: ¡pero qué golfa eres!..."


Esta historia surgió del reto de mi amigo 1Green en su blog, en el que planteaba una historia y pedía que le contáras el final.... pero era demasiado largo para ponerlo allí jajaja Para quien quiera visitar el original, pica aquí: FANTASÍA POR TERMINAR (pero hay que ser de AFF para verlo) Por cierto que yo ya le dejé una continuación, más cortita, desde el ordenador de una amiga, a ver si averiguais cual es...jejeje Besitos!

domingo, 6 de abril de 2008

Fantasía (de 1Green, versionada por Nikki)

Esta noche nos vamos de juerga.

Me paso un buen rato arreglándome para estar arrebatadora, he escogido un modelito perfecto: una blusa escotada y una minifalda con un corte que casi enseña más de lo debido, bajo la ropa lencería de encaje que resalta lo mejor de mis curvas, para rematar unos bonitos zapatos de tacón muy alto que me hacen unas piernas increíbles a la par que son cómodos.

Al salir de casa ya te advierto, con una sonrisa, que hoy voy a hacerte sufrir. Me contestas, con un dulce beso, que tendré que disfrutar mucho para conseguirlo. Con una simple mirada pícara, te aseguro que voy a disfrutar al máximo y, para empezar a demostrarlo, desabrocho un botón más de mi blusa, enseñando canalillo. Con lo alto que eres, sé que así tienes una buena perspectiva de mis pechos.

Los hombres por la calle, y al entrar en el restaurante, me siguen con ojos hambrientos. Me encanta despertar su deseo, te encanta verlos así y a mí verte contento.

El restaurante tiene un ambiente romántico, luces tenues, flores frescas y una música ambiental que no molesta. El camarero es hindú, muy guapo, muy moreno. Tiene una sonrisa preciosa que me dirige sin cesar, cuando consigue dejar de mirar mi escote. Yo me aprovecho y coqueteo con él, mientras acaricio tu pierna bajo la mesa.

Junto a nosotros un grupo de cinco amigos celebra un cumpleaños. Desde que entramos y nos sentamos no han dejado de cuchichear y hacerme gestos libidinosos. Tú también te has fijado y no paras de reír. Sabes que seré muy mala con ellos. Sueño despierta con estar tumbada en su mesa, completamente desnuda, y que ellos me cubren de viandas de todo tipo, que comen sin usar las manos, que cuando el festín se acaba, sus dedos pringosos de diferentes salsas me hacen llegar al éxtasis...

Una cena exquisita, por cierto. Al llegar a los postres, jugueteo con la nata de mi pastel, lamiendo la cucharilla de forma obscena, poniéndoles cara de viciosa. Sé que se la estoy poniendo muy dura, ya ni se acuerdan de comer, me observan con la boca abierta.

Cuando me levanto para irme, abro bien las piernas como provocación final, el tiempo justo para que en realidad no vean nada, un atisbo de mis braguitas, me giro garbosamente para lucir toda mi silueta y les mando un beso de despedida, un guiño y una sonrisa muy dulce.

Al salir oigo sus vítores y comentarios subidos de tono.Ya en la calle, muy caliente, te arrincono en la puerta de nuestro coche, te beso con pasión, te meto mano y tú me abrazas con fuerza. También te has puesto caliente viéndome jugar con ellos. Esto es sólo el principio de tu sufrimiento, aunque sé que aún no has sufrido, más bien lo contrario, estas disfrutando con mis numeritos, pues no dejas de sonreirme.

Mientras conducimos hacia el centro de la ciudad, me subo la falda, te cuento que llevo puestas aquellas bolas chinas tan grandes que me regalaste, te voy diciendo lo excitada que estoy mientras me toco, pero no te dejo hacerlo a ti aunque lo intentas.

En la puerta de la discoteca nos esperan los ejemplares más hermosos de la ciudad, vestidos para la ocasión con sus mejores galas. Me lo voy a pasar muy bien.

Una vez dentro, bailo para ellos, para ti. Siempre se me ha dado muy bien, me muevo de forma sensual, tengo ritmo, la alegría en mis ojos y mi cara muestran que estoy disfrutando a tope y sé utilizarlo para seducir a quien me mira. Es por eso que hombres y mujeres se acercan, bailan junto a mí, pero no les doy opción a entablar una conversación, sólo quiero sentir el roce de sus cuerpos, nuestra excitación creciendo a medida que la noche avanza y hacerles soñar que podrán poseerme, dominar a la fiera que se agita ante ellos. Quizás me lleve a alguno a casa.

Una rápida mirada cómplice y te descubro en la barra, contemplándome con una sonrisa, quizás imaginándome acariciada por todas esas manos, esas bocas hambrientas recorriendo mi piel brillante de sudor, haciéndome gozar en una orgía de trepidante música y bellos cuerpos. Sé que a ti te divierte el juego tanto como a mi...(continuara..))