Abro los ojos, aunque sé que sigo dormida. Tiene que ser un sueño, porque tú estas ahí, frente a mí, desnudo contra la pared, masturbándote despacio mientras me miras fijamente, tocándote por mí, para mí, preparando tu polla para destrozarme con tu pasión, aunque en realidad sé que estás muy lejos, en tu ciudad, en tu casa, con tu familia, terriblemente lejos de este cuerpo mío que añora tus caricias con desespero.
Las farolas de la calle, a través de la persiana medio bajada, dibujan rayas de tenue luz amarilla sobre tu piel lampiña, que recuerdo tan suave. Me encanta tu forma recortada por las sombras, tus brazos musculados, esas piernas tan largas, los rizos de tu pelo negro alborotado, esa mirada tan intensa que me hace desearte, un deseo poderoso que acelera mi respiración y hace palpitar mi sexo, pero aunque susurro tu nombre y te lo pido, no vienes a mí.
Descubro que no puedo moverme: mi cuerpo forma una y griega invertida sobre las sábanas: mis muñecas atadas juntas al cabecero, mis piernas abiertas de par en par, sujetas al cable que tengo para tal menester bajo mi colchón mediante tobilleras de velcro. Abierta, desnuda y expuesta, como una ofrenda para ti. Y no hay cosa que más quiera que ser tuya otra vez.
Es cuando ella cruza la puerta de mi habitación, ataviada con un sexy conjunto negro y el pelo recogido sobriamente en una cola de caballo en su nuca, cuando sé sin duda que es un sueño, pues soy yo misma aunque diferente, su cara es la mía, pero su actitud es segura y sensual y su cuerpo muy hermoso. Me gusta, me excita. Quiero que se acerque a mí, estoy segura de que ella sabe mejor que nadie las cosas que me ponen cachonda. Me acaricia lentamente, bajando por mi anatomía, su objetivo está muy claro, me habla con voz suave pero sus palabras son duras, groseras, justo las cosas que quiero oír, sus dedos juguetones alcanzan mi clítoris y no puedo evitar gemir y humedecerme aún más. Me pregunta si quiero que me folles y yo suplico una vez más.
A un gesto suyo te lanzas como un animal sobre mi, penetrándome violentamente, moviéndote como sólo tú sabes hacerlo, tus grandes manos en mis nalgas, abriéndome aún más, tirando de mí hacia arriba, para hundírmela hasta los huevos, yo arqueo la espalda, en un desesperado intento de aliviar la tensión en mis piernas prisioneras. Me vuelve loca verte así, tan primario, tan brutal. Y yo me siento tan pequeña e indefensa, siento que te pertenezco tanto que estoy a punto de llorar. Mi boca busca la tuya, nuestra saliva se mezcla. Eres dulce en tu rudeza. Tus ojos verdes son mágicos, me hipnotizan.
La mano derecha de ella sigue entre nuestros cuerpos, buscando darme más placer, a la vez que con la izquierda tira de mi pelo para hacerme girar la cabeza mientras me insulta de nuevo, mostrándote mi cuello, que tú te lanzas a morder. Sabes que eso me pierde. Lo sabes pero lo haces igualmente, estoy temblando bajo tu poder.
Siento los músculos de mi coño contraerse en espasmos de un orgasmo sublime, mientras te quedas quieto muy dentro de mí, disfrutando de la expresión de éxtasis en mi cara y ella no para de masturbarme, haciendo que me parezca infinito.
Apartas su mano y metes profundamente tus dedos, sabiendo bien lo que haces, empujando hacia arriba, y en pocos minutos vuelvo a correrme, deshaciéndome en un fluido transparente y salado que empapa tu mano y mis sábanas. Apenas unos segundos de descanso y repites los mismos movimientos y de nuevo grito con un orgasmo especial, amor líquido que se derrama en tu boca, tu lengua acaricia y recoge cada gota que moja mi piel vibrante, la sensación es maravillosa, cuánto he echado de menos esta lengua tuya que tan bien me conoce. Nadie me come el coño como tú.
Y me besas con ese sabor agridulce de mi sexo en tus labios, apasionadamente, beso que me despierta como a las princesas de los cuentos.
Estoy libre de mis ataduras en esta noche solitaria, pero atada a ti con un lazo invisible, aún en la distancia. Caliente, tan solo esperando el momento de volver a dormirme y soñar contigo, el momento de volver a tenerte junto a mí.
Mi amante, mi niño, mi sueño prohibido. Vuelve pronto.
Para Juanma. No hay palabras suficientes para decirte cuánto te necesito.