Mi Amo me ha dado una dirección a la que me ha ordenado que me dirija. Desconozco cual puede ser su propósito, qué habrá ideado para este nuevo encuentro, y eso me excita y me intimida a la vez. Cuando llego allí, descubro con sorpresa que es su propia casa, en la que nunca había estado.
Me recibe educadamente, me pone una bebida y me pide que le espere sentada en su salón mientras se arregla.
Su piso es sencillo, acogedor, muy básico. Cocina amplia y muy recogida, un salón comedor amueblado tan solo con un gran sofá rojo en el que me encuentro, una lámpara de pie que irradia una luz tenue, una mesita de centro y un mueble sencillo donde reposa el televisor, muchos libros, algunos discos de vinilo, un equipo de música y sus altavoces.
Dos habitaciones, una habilitada como un pequeño despacho, atiborrada de papeles y libros en estantes cubriendo la pared y una enorme mesa con un ordenador; la otra el dormitorio, al que se accede por un vestidor muy elegante. Una gran cama preside la estancia, cubierta con unas sábanas negras y muchos pequeños cojines rojos apilados en la cabecera. Un espejo cubre toda la pared lateral, haciéndola parecer más amplia. Unas lamparitas de diseño descansan sobre las mesillas de noche. Todo tiene un aspecto elegante, pulido, cuidado y a la vez nada recargado. Eficiente y sobrio, como él, con un punto misterioso.
Me observa provocadoramente mientras se desnuda ante mí y se dirige al baño. Sabe que le desobedeceré y no seguiré aquí sentada, que me acercaré a deleitarme con la belleza de su cuerpo bajo el agua, soñando con los ojos abiertos con todos los placeres que adivino me proporcionará durante esta noche.
Se mete en la ducha y yo le sigo hasta la puerta del lavabo. Tanto el suelo como las paredes son de pizarra negra, el cubículo de la ducha separado por una mampara de cristal que deja abierta mientras se moja.
No puedo resistir la visión de su cuerpo empapado, cómo las gotas caen por su piel, cómo cierra los ojos mientras tira hacia atrás su pelo mojado. Le deseo intensamente. Pronto me he desnudado y metido allí con él, acariciando su cuerpo, cayendo de rodillas a sus pies, enjabonando con delicadeza éstos, sus pantorrillas, sus muslos, deseosa de alcanzar su sexo que ya crece palpitante, pero no lo haré si él no me da su permiso, sus ojos contemplando con orgullo cómo los míos le expresan toda mi adoración por él mientras el agua golpea mi rostro. “Sabes que tendré que castigarte por esta falta, ¿verdad?“ me dice, sonriente “pero eso será luego”. Me toma tiernamente de la barbilla y se introduce en mi boca, que le espera abierta cual devota recibiendo la comunión.
“Mantén las manos a la espalda” me ordena, agarrado a mi pelo, imprimiendo fuerza a su vaivén, dominando una vez más la situación, como sabe que a ambos nos gusta. No las necesito, son mis labios y mi lengua lo que le harán deshacerse de placer. La siento entrar hasta mi garganta, lo que me hace toser un poco y él aún se excita más. Le veo observar la corriente de agua deslizándose por mi espalda arqueada hasta llegar a mis muñecas cruzadas sobre mis nalgas como si estuvieran atadas.
Me hace cambiar de posición, en cuclillas pegada a la pared. Aprieta mi cuello mientras se sigue follando mi boca, me siento atrapada entre su mano y la fría pizarra, casi sin aire que respirar. El agua golpea mi cara y cae entre mis pechos hasta alcanzar mi coño abierto, produciéndome un cosquilleo agradable que se mezcla con el calor que ya sentía. Mi mirada le expresa mi total entrega a sus deseos. Él acaba en mi boca y yo me lo trago todo, feliz de ser su recipiente.
Me hace esperar en pie mientras él se seca y luego procede a secarme a mí, meticulosamente, con delicadeza y ternura, me hace sentir muy pequeña y cuidada. Sé sin lugar a dudas que soy suya, una muñeca viva con la que jugar siempre que le apetezca, que aceptaré lo que él quiera hacer conmigo, que su placer es mi placer, que mi corazón es suyo.
Me lleva de la mano hasta su dormitorio. De una de sus mesillas de noche le veo extraer algo. Me hace separar las piernas y me lo va colocando. Es un arnés que sujeta una mariposa de silicona azul, con dos protuberancias en su cara interna que guardan unas pequeñas balas vibradoras: una se introduce en mi vagina y otra queda sobre mi clítoris. Va con mando a distancia, me explica, y lo habré de llevar puesto durante la cena. Luego extrae de uno de los armarios de su vestidor un precioso vestido azul de tirantes, escotado, muy vaporoso y veraniego, parece trasparentarse. Lo ha comprado para mí, para esa noche, y lo he de llevar sin ropa interior.
Ha reservado mesa en un caro restaurante. Cuando entro siento las miradas siguiéndome, yo me aferro a su mano y me dejo guiar, un poco cohibida... ¿se habrán dado cuenta de que no llevo ropa bajo mi vestido? Tengo miedo de que, con lo mojada que estoy se me vaya a caer el pequeño vibrador y aprieto las piernas, pero eso no es posible, siento las cinchas del arnés en mis muslos y mi cintura... Saber que guardo semejante secreto entre las piernas me hace sentir muy cómplice suya, especial y expuesta... y muy caliente.
Al probar el vino que nos sirve el joven camarero que aguarda mi veredicto para continuar escanciando, noto una potente vibración en mi sexo y mi Amo me sonríe con una expresión inocente. “¿Te gusta?” me pregunta, no sé si refiriéndose al vino o al juguetito... “Me encanta” contesto casi sin respiración, temerosa de que el zumbido llegue a oídos de alguien más, y el camarero acaba de servirnos. Mi Dueño se está divirtiendo de lo lindo al verme intentar controlar lo excitada que estoy y, con el mando en la mano a la vista de todos, que por supuesto desconocen lo que es, va cambiando la intensidad y la forma en que vibra el aparatito. Cuando creo que no podré resistir más, lo para, con una risita. Y así continua durante toda la cena: cuando menos lo espero, lo conecta, me pone al límite y lo vuelve a apagar. Al llegar a los postres, me acaricia la mejilla con dulzura, sabe que estoy en tensión, deseando que lo vuelva a hacer, de sentir esa vibración y que me permita correrme por fin.
Volamos de vuelta a su casa y me desnuda antes de llegar a su cama. Él también quiere más de mí, me debe ese dulce castigo prometido. Los cojines acaban esparcidos por el suelo. Escondidas tras ellos, hay un par de muñequeras de cuero atadas al somier de la cama y me amarra a ellas. “Hoy no te voy a follar” me anuncia y siento que me desespero. ¿Qué me va a hacer, entonces? Le deseo, deseo sentirle dentro de mi... Me quita el arnés lentamente, haciéndome sufrir de impaciencia y me hace permanecer estirada mientras vuelve a buscar en su mesilla de noche.
Agazapado entre mis piernas separadas, me introduce con facilidad un vibrador de formas curvilíneas, con forma de S, que estimula mi punto g y mi clítoris a la vez, haciéndome gemir de gusto, temblando. Cierro fuertemente los ojos, concentrándome en su voz susurrante que me cuenta lo mucho que le gusta verme así, humillándome con insultos por estar tan cachonda, prometiéndome mil nuevos castigos si no acato sus designios y yo apenas consigo contestar con monosílabos.
Con una sonrisa en su cara, eleva el vibrador, apretando firmemente su punta contra la parte superior interna de mi coño, haciendo sitio en la entrada de mi vagina y mete también otro vibrador que tenía preparado y yo no había visto, éste de forma fálica. Lo noto entrar muy adentro, vibrando con fuerza, y grito, sacudida por un intenso placer. El clítoris, el punto g, la parte más profunda de mi coño, todo vibra con sus juguetes, que él controla con una sola mano, mientras mantiene mis piernas bien abiertas con sus rodillas y tortura mis pezones con pellizcos con la otra. Siento un estremecimiento en todo mi cuerpo, un orgasmo poderoso me conmueve, y luego otro y otro más... parece no acabarse nunca, permanezco con la boca abierta y los ojos en blanco, incapaz ni de emitir sonido, sin aliento...
Los vibradores no se cansan, siguen y siguen sin parar, le suplico que pare, pero este es mi castigo y no lo va a hacer. Mi Amo me hace girar sin sacarlos, estoy rendida, sin fuerzas ya, y me penetra por detrás con su polla enormemente hinchada, no ha podido resistirse a tenerme así, mientras me sigue hundiendo el de forma fálica en mi coño chorreante. El placer es indescriptible, me hace llorar, me siento totalmente en su poder, quiero que disfrute de mi tanto como él me hace disfrutar y así se lo hago saber. Le pido que me destroce, que me folle el culo como nadie más lo ha hecho nunca. Sé que ahora él puede notar la vibración también, en su tranca, en sus huevos y eso le está poniendo a mil. Sus embestidas son fuertes, sus dedos se clavan en mis hombros, me muerde en la nuca, me tira del pelo y siento sus cachetadas en las nalgas, hasta que su orgasmo se propaga por mi cuerpo, su polla palpita dentro de mí, me llena con su leche caliente y yo me corro al sentirle así, entregado a mí, sabiendo que he hecho lo correcto y ha quedado complacido con mi servicio, una vez más.
Me recibe educadamente, me pone una bebida y me pide que le espere sentada en su salón mientras se arregla.
Su piso es sencillo, acogedor, muy básico. Cocina amplia y muy recogida, un salón comedor amueblado tan solo con un gran sofá rojo en el que me encuentro, una lámpara de pie que irradia una luz tenue, una mesita de centro y un mueble sencillo donde reposa el televisor, muchos libros, algunos discos de vinilo, un equipo de música y sus altavoces.
Dos habitaciones, una habilitada como un pequeño despacho, atiborrada de papeles y libros en estantes cubriendo la pared y una enorme mesa con un ordenador; la otra el dormitorio, al que se accede por un vestidor muy elegante. Una gran cama preside la estancia, cubierta con unas sábanas negras y muchos pequeños cojines rojos apilados en la cabecera. Un espejo cubre toda la pared lateral, haciéndola parecer más amplia. Unas lamparitas de diseño descansan sobre las mesillas de noche. Todo tiene un aspecto elegante, pulido, cuidado y a la vez nada recargado. Eficiente y sobrio, como él, con un punto misterioso.
Me observa provocadoramente mientras se desnuda ante mí y se dirige al baño. Sabe que le desobedeceré y no seguiré aquí sentada, que me acercaré a deleitarme con la belleza de su cuerpo bajo el agua, soñando con los ojos abiertos con todos los placeres que adivino me proporcionará durante esta noche.
Se mete en la ducha y yo le sigo hasta la puerta del lavabo. Tanto el suelo como las paredes son de pizarra negra, el cubículo de la ducha separado por una mampara de cristal que deja abierta mientras se moja.
No puedo resistir la visión de su cuerpo empapado, cómo las gotas caen por su piel, cómo cierra los ojos mientras tira hacia atrás su pelo mojado. Le deseo intensamente. Pronto me he desnudado y metido allí con él, acariciando su cuerpo, cayendo de rodillas a sus pies, enjabonando con delicadeza éstos, sus pantorrillas, sus muslos, deseosa de alcanzar su sexo que ya crece palpitante, pero no lo haré si él no me da su permiso, sus ojos contemplando con orgullo cómo los míos le expresan toda mi adoración por él mientras el agua golpea mi rostro. “Sabes que tendré que castigarte por esta falta, ¿verdad?“ me dice, sonriente “pero eso será luego”. Me toma tiernamente de la barbilla y se introduce en mi boca, que le espera abierta cual devota recibiendo la comunión.
“Mantén las manos a la espalda” me ordena, agarrado a mi pelo, imprimiendo fuerza a su vaivén, dominando una vez más la situación, como sabe que a ambos nos gusta. No las necesito, son mis labios y mi lengua lo que le harán deshacerse de placer. La siento entrar hasta mi garganta, lo que me hace toser un poco y él aún se excita más. Le veo observar la corriente de agua deslizándose por mi espalda arqueada hasta llegar a mis muñecas cruzadas sobre mis nalgas como si estuvieran atadas.
Me hace cambiar de posición, en cuclillas pegada a la pared. Aprieta mi cuello mientras se sigue follando mi boca, me siento atrapada entre su mano y la fría pizarra, casi sin aire que respirar. El agua golpea mi cara y cae entre mis pechos hasta alcanzar mi coño abierto, produciéndome un cosquilleo agradable que se mezcla con el calor que ya sentía. Mi mirada le expresa mi total entrega a sus deseos. Él acaba en mi boca y yo me lo trago todo, feliz de ser su recipiente.
Me hace esperar en pie mientras él se seca y luego procede a secarme a mí, meticulosamente, con delicadeza y ternura, me hace sentir muy pequeña y cuidada. Sé sin lugar a dudas que soy suya, una muñeca viva con la que jugar siempre que le apetezca, que aceptaré lo que él quiera hacer conmigo, que su placer es mi placer, que mi corazón es suyo.
Me lleva de la mano hasta su dormitorio. De una de sus mesillas de noche le veo extraer algo. Me hace separar las piernas y me lo va colocando. Es un arnés que sujeta una mariposa de silicona azul, con dos protuberancias en su cara interna que guardan unas pequeñas balas vibradoras: una se introduce en mi vagina y otra queda sobre mi clítoris. Va con mando a distancia, me explica, y lo habré de llevar puesto durante la cena. Luego extrae de uno de los armarios de su vestidor un precioso vestido azul de tirantes, escotado, muy vaporoso y veraniego, parece trasparentarse. Lo ha comprado para mí, para esa noche, y lo he de llevar sin ropa interior.
Ha reservado mesa en un caro restaurante. Cuando entro siento las miradas siguiéndome, yo me aferro a su mano y me dejo guiar, un poco cohibida... ¿se habrán dado cuenta de que no llevo ropa bajo mi vestido? Tengo miedo de que, con lo mojada que estoy se me vaya a caer el pequeño vibrador y aprieto las piernas, pero eso no es posible, siento las cinchas del arnés en mis muslos y mi cintura... Saber que guardo semejante secreto entre las piernas me hace sentir muy cómplice suya, especial y expuesta... y muy caliente.
Al probar el vino que nos sirve el joven camarero que aguarda mi veredicto para continuar escanciando, noto una potente vibración en mi sexo y mi Amo me sonríe con una expresión inocente. “¿Te gusta?” me pregunta, no sé si refiriéndose al vino o al juguetito... “Me encanta” contesto casi sin respiración, temerosa de que el zumbido llegue a oídos de alguien más, y el camarero acaba de servirnos. Mi Dueño se está divirtiendo de lo lindo al verme intentar controlar lo excitada que estoy y, con el mando en la mano a la vista de todos, que por supuesto desconocen lo que es, va cambiando la intensidad y la forma en que vibra el aparatito. Cuando creo que no podré resistir más, lo para, con una risita. Y así continua durante toda la cena: cuando menos lo espero, lo conecta, me pone al límite y lo vuelve a apagar. Al llegar a los postres, me acaricia la mejilla con dulzura, sabe que estoy en tensión, deseando que lo vuelva a hacer, de sentir esa vibración y que me permita correrme por fin.
Volamos de vuelta a su casa y me desnuda antes de llegar a su cama. Él también quiere más de mí, me debe ese dulce castigo prometido. Los cojines acaban esparcidos por el suelo. Escondidas tras ellos, hay un par de muñequeras de cuero atadas al somier de la cama y me amarra a ellas. “Hoy no te voy a follar” me anuncia y siento que me desespero. ¿Qué me va a hacer, entonces? Le deseo, deseo sentirle dentro de mi... Me quita el arnés lentamente, haciéndome sufrir de impaciencia y me hace permanecer estirada mientras vuelve a buscar en su mesilla de noche.
Agazapado entre mis piernas separadas, me introduce con facilidad un vibrador de formas curvilíneas, con forma de S, que estimula mi punto g y mi clítoris a la vez, haciéndome gemir de gusto, temblando. Cierro fuertemente los ojos, concentrándome en su voz susurrante que me cuenta lo mucho que le gusta verme así, humillándome con insultos por estar tan cachonda, prometiéndome mil nuevos castigos si no acato sus designios y yo apenas consigo contestar con monosílabos.
Con una sonrisa en su cara, eleva el vibrador, apretando firmemente su punta contra la parte superior interna de mi coño, haciendo sitio en la entrada de mi vagina y mete también otro vibrador que tenía preparado y yo no había visto, éste de forma fálica. Lo noto entrar muy adentro, vibrando con fuerza, y grito, sacudida por un intenso placer. El clítoris, el punto g, la parte más profunda de mi coño, todo vibra con sus juguetes, que él controla con una sola mano, mientras mantiene mis piernas bien abiertas con sus rodillas y tortura mis pezones con pellizcos con la otra. Siento un estremecimiento en todo mi cuerpo, un orgasmo poderoso me conmueve, y luego otro y otro más... parece no acabarse nunca, permanezco con la boca abierta y los ojos en blanco, incapaz ni de emitir sonido, sin aliento...
Los vibradores no se cansan, siguen y siguen sin parar, le suplico que pare, pero este es mi castigo y no lo va a hacer. Mi Amo me hace girar sin sacarlos, estoy rendida, sin fuerzas ya, y me penetra por detrás con su polla enormemente hinchada, no ha podido resistirse a tenerme así, mientras me sigue hundiendo el de forma fálica en mi coño chorreante. El placer es indescriptible, me hace llorar, me siento totalmente en su poder, quiero que disfrute de mi tanto como él me hace disfrutar y así se lo hago saber. Le pido que me destroce, que me folle el culo como nadie más lo ha hecho nunca. Sé que ahora él puede notar la vibración también, en su tranca, en sus huevos y eso le está poniendo a mil. Sus embestidas son fuertes, sus dedos se clavan en mis hombros, me muerde en la nuca, me tira del pelo y siento sus cachetadas en las nalgas, hasta que su orgasmo se propaga por mi cuerpo, su polla palpita dentro de mí, me llena con su leche caliente y yo me corro al sentirle así, entregado a mí, sabiendo que he hecho lo correcto y ha quedado complacido con mi servicio, una vez más.
De nuevo, para Jose. Despiertas mis sentidos.
Un detalle curioso: me inventé lo del arnés vibrador con forma de mariposa y mando a distancia y, curiosamente, buscando alguna foto por Internet para adornar el relato, he encontrado que existe de verdad. Como siempre, la realidad supera a la ficción o ya no queda nada por inventar...
2 comentarios:
Hola Peixet! excitante relato! me gusta y además me has dado una idea! que por supuesto probare contigo! Así que la próxima vez que estemos juntos, tendrás una sorpresa muy divertida!
Un beso peixet.
Te acabo de descubrir y me ha encantado el relato ;)
Un beso
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