domingo, 11 de septiembre de 2011

Cuentos inmorales


¿Te ha pasado alguna vez que recuerdes una película que viste en tu infancia/juventud, que te dejara con inquietudes? Eso fue lo que me comentó mi amiga Annette, hablándome de esta película, 'Cuentos Inmorales', de Walerian Borowczyk, rodada en el 1974. Ella tenía ganas de volver a verla y comprobar si ahora, con mucha más experiencia en la vida y en el sexo, comprendía cosas que en aquellos años se le habían escapado. Yo, nunca había oido hablar de ella, asi que me picaba la curiosidad. Con los pocos datos que contaba, se la busqué por Internet. La pude ver y la verdad es que no me dejó indiferente. Tiene momentos bastante buenos. No es pornográfica, pues no enseña los actos crudamente, sino que los sugiere o los muestra cubiertos, dejando margen a la imaginación de cada uno.

Se compone de cuatro historias, bastante distintas entre si, con el erotismo de esbeltos cuerpos femeninos muy propio de los años 70, cuando los sexos aún estaban adornados de espeso vello rizado y no estaban tan de moda los pechos opulentos sino los más aniñados.


La marea trata de unos primos que veranean juntos y la iniciación de la chica en el sexo durante un viaje a una rocosa playa, donde él le explica el mecanismo de las mareas, con un evidente paralelismo a la felación que ella se ve obligada a practicarle. A destacar el aire inocente y sumiso de la protagonista, apenas una cria, tan deseosa de complacer a su experimentado primo con sus labios carnosos y provocadores y una mirada muy tierna, tan azul como el mar que les rodea.


Theresa Filósofa es la historia de una joven profundamente religiosa que oye voces y que se debate entre su ideal de pureza y una pasión ardorosa que la consume y a la que cede, recluida en su habitación, entregándose a los placeres solitarios del onanismo con unos afortunados pepinos.


Erzsebet Bathory nos muestra un momento de la vida de la sangrienta Condesa  húngara, famosa por ser quizás la mayor asesina en serie de la Historia, pues se dedicaba a matar y bañarse en la sangre de jovencitas de la región en la creencia de que así conservaba su juventud y belleza. El corto nos muestra como estas chicas son escogidas en los pueblos y llevadas al castillo. Allí nos deleitamos con la visión de sus hermosos cuerpos cubiertos de jabón y agua caliente en las múltiples duchas de la Condesa, frotándose y jugando entre ellas, disfrutando del bienestar que la aristócrata les ha proporcionado, sin ser conscientes del trágico final que les espera.
Una curiosidad de la película es que la actriz que da vida a la condesa no es otra que Paloma Picasso, hija del célebre pintor. La escena principal consiste en toda una orgía de féminas, disputándose trozos del vestido semitransparente cubierto de perlas que lleva la protagonista, que le es arrancado pedazo a pedazo. Es un segmento lleno de sensualidad, totalmente lésbico y el sonido de la tela rasgándose y la manera en que ella se enfrenta a esa forma de ser desnudada es muy sexy.


Y para terminar, Lucrezia Borgia evoca los rumores que las malas lenguas de su época difundieron, pues decían que mantenía relaciones incestuosas con su padre, Alejandro VI, Papa de Roma, y con su hermano César, que era cardenal y a los que acusaron de ser padres del hijo que tuvo con solo 17 años. Son escenas cargadas de transgresión y herejía, pues se burlan repetidamente de la religión católica.

Por si os a parecido interesante y os apetece verla, aquí es una de las varias páginas donde la podeis encontrar. 'Cuentos Inmorales Online'

domingo, 4 de septiembre de 2011

30 Seconds To Mars - Hurricane (2010)

Me gustan mucho 30 Seconds To Mars, de hecho estuve en su concierto en Barcelona el pasado 18 de Diciembre del 2010 y me lo pasé genial coreando y bailando todas sus canciones con mi amigo Xavi.

Quería destacaros este video, aunque casi se podría considerar cortometraje, ya que dura algo más de 13 minutos. Me ha costado encontrar una versión sin censurar, pero aquí la teneis, con imagenes explicitas del mundo más oscuro y bedesemero de las fantasías de Jared Leto y compañía.... Parece que está de moda, eh? Sexy, sexy..... A mi Shannon me pone muy caliente....

domingo, 21 de agosto de 2011

Medusa The Dollmaker

El otro día estuve en la tienda de Madame Chocolat, un local lleno de ropa y accesorios de lo más variopintos, estilo Lolita, Steampunk, Pin-up, Gothic y demás.  Nos habían prestado la sala del sótano, llamada Alice Room, decorada con reminiscencias a los cuentos de Alicia, para una reunión. Las paredes aún estaban adornadas con banderines y grupos de ilustraciones en exposición del recientemente celebrado "Dolly Market".

Desde el momento en que descubrí estos dibujos, mi mirada volvía una y otra vez a ellos, deseando acercarme y averiguar de quien eran. Tuve que esperar hasta casi el final de la reunión para poder levantarme y mirar el cartelito con el nombre de la autora.

"Medusa, The Dollmaker" es el nombre por el que se conoce a Asunción, una chica valenciana de 28 años, dibujante, diseñadora gráfica y artista tradicional. Sus dibujos están impregnados de sensualidad y una cierta melancolía que me encanta.

Tiene publicado un libro por Planeta DeAgostini llamado "Cabaret" y otro en preparación que se va a llamar "Miracle", que editará Norma Cómics.  Aquí os dejo algunos de sus dibujos. Si os gustan, podreis encontrar mucho más sobre sus trabajos en su página web, blog (cuyo enlace teneis arriba, en su nombre), Twitter, Facebook y Deviantart.






domingo, 14 de agosto de 2011

Cuaderno de bitácora


El portugués y yo, sentados frente a frente en el pequeño camarote, cada uno en una de las dos camitas perfectamente hechas, cubiertas con una manta azúl marino, sentimos que había llegado el momento de dejarnos llevar por una marea de emociones, largamente contenidas. Después de varios días de perseguirnos mutuamente, buscando la ocasión oportuna para poder hablar, después de intercambiar incontables miradas, prometedoras de mil nuevos placeres, intentando vencer la timidez y buscando el valor para dejar de ser extraños en el crucero que nos llevaba de vuelta a Barcelona, después de todo eso, al final fui yo la que se lanzó a por todas, en nuestra última noche de travesía.

La discoteca ya cerraba y queriamos encontrar un sitio donde seguir nuestra recién comenzada charla, pero todos los bancos y rincones estaban tomados por viajeros durmientes, así que acabamos en su pequeña habitación de chofer de camión, por suerte para ambos, sin compañero de viaje.

Y así, mirándonos a los ojos, tomándonos de las manos, permitimos que nuestros labios se unieran lentamente, a nuestras lenguas perseguirse, cambiando las palabras por saliva. Me arrodillé entre sus piernas, fundiéndome en un abrazo con su cuerpo caliente, dejando que mis manos atrapasen y se enredasen en los mechones de su largo cabello, mientras nos besábamos de nuevo intensamente.

Me deshice de mi camiseta, dejándole recorrer mis hombros y espalda con sus manos grandes y ásperas, aunque sumamente delicadas, hasta encontrar el cierre de mi sujetador y luchar infructuosamente contra él, ya que al final tuve que soltarlo yo misma. Sus labios acudieron, como llamados por el canto de una sirena, hasta la acogedora generosidad de mis pechos y mis rosados pezones, que lamió con fruición.

Sus dedos traviesos, tomando cada curva de mi piel, al final se perdieron en el interior de mi pantalón y, simplemente con la forma de acariciar mi clítoris, supe que iba a ser un gran amante.

Él se quitó la camiseta negra y los tejanos y yo terminé de desnudarme, sin prisas, sin pausa, bajo la ténue luz anaranjada de la estancia. Su piel estaba muy bronceada por el sol del verano, tan solo su culete pequeño y prieto parecía un poco más claro. Acodada en el estrecho camastro, admiré su estampa de Tarzán, su pecho amplio y lampiño, una cinturita pequeña y brazos y piernas poderosos, un rostro lleno de fuerza: unas cejas pobladas que enmarcaban sus ojos de obsidiana ardientes de deseo, una nariz de boxeador ligeramente achatada y una sonrisa luminosa de dientecillos pequeños, enmarcado todo ello por una melena larga y fiera, de puro azabache, que le llegaba hasta los hombros. Y mi boca se hizo agua y unas ruedecillas giraron enloquecidas en mi bajo vientre al contemplar la imponente erección de su temible verga que, oscura y turgente, invitaba a la lujuria.

Me lancé sobre ella, susurrando, casi suplicando: 'quiero chuparla' y él se dejó hacer, con expresión satisfecha. Me apliqué con intensidad y ganas, sabiendo que ninguno de los dos quería llegar hasta el final, dejándole disfrutar de mi boca apenas unos minutos, cubriéndola de calor y saliva, hasta que vi sus ojos cerrarse y su cuerpo entregarse a mi. Me separé de él, mirándole lascivamente, invitándole a poseerme. Como si leyera mi pensamiento, fue empujándome levemente hacia atrás, hasta que estuve tumbada en la cama y él sobre mi, dominando mi cuerpo al completo desde la atalaya de mi pubis.

Uniendo su cuerpo al mio en un abrazo tierno y envolvente, sentí su ariete abrirse paso, resbalando en el perlado mar de mi sexo hacia las profundidades de mi ser, meciéndome en el vaivén de sus voluptuosas acometidas. Mis manos se tornaron medusa, atrapándolo, acercándolo cada vez más, envenenándole de mi pasión, envolviéndole en mis gemidos.

Se apartó de mi y sus dedos continuaron la tarea de darme placer, pacientemente, con ambas manos a la vez, con la perfección de quien domina la materia, hasta hacerme gritar, quedando cautivos en el pulso de mi orgasmo, una Caribdis hecha carne, atrayéndole hacia su perdición. De nuevo me miraba complacido y eso conseguía que le deseara sin medida.

Volvió a penetrarme, despacito, quedándose muy quieto dentro de mi, a pesar de mi ansia. Mis ojos interrogaron a los suyos. 'Estoy conociéndote' me contestó, 'descubriendo tus secretos'. Otra oleada de sacudidas me conmovío casi al instante, sintiendo bombear la sangre dentro de él, dentro de mi. Tuvo que tapar mi boca, pues la vida se me iba por ella. 'Vas a despertar a todo el mundo', me dijo entre risas, con su acento extraño y dulce. Y yo también reí, abrazándome a su cuerpo, mi tabla de salvación, mientras flotábamos sobre el eterno y oscuro Mediterráneo en una noche que parecía no tener fin.

Quise convertirme en su amazona, cabalgar sobre su mástil, hacerle ahora llevar mi ritmo, moviéndome con la cadencia del oleaje, poniéndome a continuación en cuclillas y obligándole a mirar cómo su polla me taladraba una y otra vez. Luego, izada sobre él, tracé con mis caderas círculos y más círculos en un remolino infinito, hasta que no pudo más y cambió las tornas.

Me tomó a cuatro patas, sujetando mi melena roja entre sus dedos morenos porque así se lo pedí, empujando con fuerza, acariciando mi espalda, sujetándose a mi trasero. No conté las veces que hizo que me corriera, pero fueron muchas, muchas...

Vuelta tras vuelta, volvimos a estar cara a cara, sus brazos musculados atrapándome contra el duro colchón. Y, como ola contra una roca, la salada espuma de su océano cubrió mi cuerpo, entre suspiros y sudor. Su cabeza se hundió en mi hombro y quedamos un rato abrazados, acunados por el leve movimiento del barco.

Quedamos en que vendría a despertarle al día siguiente y, mientras me dirigía a mi camarote, situado una planta más arriba, y recorría silenciosa los pasillos, rememorando cada caricia y cada beso, me di cuenta de que lo que no recordaba era su nombre.


Ya en mi cama, me dormí con una sonrisa, soñando con mi portugués, mi gitano sin nombre, señor de los siete mares, contando los minutos para volver a ser suya, sintiendo su olor en mi piel y dejando que el ardiente deseo de su cuerpo me inundara y consumiera una vez más.

Para Marcelino. Espero que las corrientes vuelvan a traerlo hasta mi costa.




domingo, 5 de junio de 2011

Lluvia


Una vez más, me maldigo por haber dejado que la reunión se alargara tanto, haciéndome llegar tan tarde de vuelta a casa. Al salir del tren, casi a las once de la noche, la oscuridad es total y el aguacero, impresionante. La gente se agolpa en la puerta de la estación, temerosa de salir: el agua golpea con fuerza el suelo y retumban los truenos. No hay ni un solo taxi a la vista. Los autobuses ya han terminado su jornada. La apacible y cálida tarde de Junio se ha transformado en una noche de tormenta y a mí ni se me había pasado por la mente, al salir de casa, llevarme un paraguas por si acaso. Pasan los minutos y no da señales de parar. Decido que no puedo quedarme allí esperando eternamente hasta que amaine, total, mi casa no está tan lejos, así que echo a correr bajo la lluvia, calle arriba, abrazando mi bolso como si fuera un salvavidas, notando como el agua fría va calando mi ropa, mis zapatos, convirtiendo mi pelo en delicadas hebras que se adhieren a mi cara una y otra vez, aunque me empeñe en apartarlas.

El camino es cuesta arriba y yo no estoy acostumbrada a correr, menos aún con estos zapatos de vestir y la falda de tubo que me puse para la reunión, así que a medio camino ya estoy exhausta y completamente empapada.

Una puerta entreabierta en un portal se me muestra como una posible salvación. Me resguardo en la penumbra, dejando caer mis cosas al suelo, apoyada contra la pared, respirando agitadamente.

Oigo el sonido de unas llaves y la puerta cerrándose de nuevo. Un chico, tan empapado como yo, entra entre resuellos y se apoya en la pared frente a la mía. También se ha pegado una buena carrera bajo la lluvia, pero al menos, él ya está en casa. Me sonríe.

- ¡Vaya tormentón! ¿Eh?

Asiento, devolviéndole la sonrisa. Siento sus ojos oscuros repasarme con curiosidad, sabiendo sin lugar a dudas que no soy una de sus vecinas. El encaje de mi sujetador es claramente visible a través de la blanca tela de mi blusa, que se pega como una segunda piel y mis pezones están tan duros que podrían abrirse camino a través de ella. Él me estudia detenidamente, en el silencio atronador de nuestros corazones agitados. Lleva un polo azul celeste, muy primaveral, bajo el que se marca un torso esbelto pero torneado, y unos tejanos que parecen negros de tan mojados. Se pasa la mano por su ondulado cabello castaño, apartándolo de su bello rostro, con la actitud confiada de quien se sabe atractivo. Siento un escalofrío recorrerme y él parece adivinarlo.

- ¿Tienes frío? ¡Estas empapada! Bueno, ¡ambos lo estamos! -de nuevo ríe. Tiene una sonrisa preciosa. Se acerca hasta mí y, acogedoramente, pone su mano sobre mi hombro. Yo no me resisto, sigo mirándole embelesada.

- ¿Me permites ofrecerte una toalla y una taza de café? Puedes esperar en mi casa hasta que deje de llover tan fuerte, si quieres...

Está parado frente a mí, expectante. Parecemos dos imanes, luchando contra la mutua atracción. Noto su mirada hambrienta recorrerme, cual gota que cae de mi pelo chorreante, pasando de mis ojos a mi boca entreabierta, bajando por mi cuello, ralentizándose sobre el perlado valle de mi escote, para perderse sin remedio en el oscuro abismo entre mis pechos. Siento que me ahogo, que me falta el aliento, ya no sé si es por la carrera o por el súbito deseo que me invade y me hace temblar, vibrando como un diapasón en las profundidades de mi ser.

Me dejo llevar por el impulso, acercando cada vez más mi boca a la suya, lentamente, esperando su reacción. Llego hasta sus labios y le beso apasionadamente y, tras un instante de sorpresa, él me responde con intensidad. Nuestros cuerpos se unen con un sonido chapoteante, atrapándome contra la fría pared de mármol. Sus manos se deslizan por mis curvas cinceladas con precisión por la ropa mojada, desprendiendo su calidez sobre mi helada piel. Mi mano sube por su nuca y se enreda en su pelo, agarrándolo con fuerza.

Muy despacio, me va atrayendo hacia una puerta al fondo del vestíbulo. Al traspasarla, me encuentro con un patio interior, sin claraboya, en el que sigue cayendo la lluvia, que ahora, cual bendición, refresca mi ardiente rostro. Se quita el polo y lo deja en el encharcado suelo. Me gusta su cuerpo lampiño y joven. Desabrocha mi blusa, abriéndola y apartando mi sujetador para aferrarse a mis generosas tetas, mientras su boca busca mi cuello con un ansia animal y su pelvis se aprieta contra la mía. Noto el granulado cemento de la pared arañar mi espalda, pero no me importa. Miro hacia el cielo mientras él se agacha y, levantándome la falda hasta la cintura, se pierde entre mis piernas. Siento su lengua por encima de mis bragas, que ya no sé si están mojadas por el agua o por el deseo, justo antes de hacerlas a un lado y saborear mi sexo. La lluvia brilla, diamantina, bajo la luz de algún foco en el tejado del edificio y su repiqueteo constante me transporta hasta un mundo de calma. Mirando todas aquellas ventanitas, pienso en lo fácil que seria que alguna se abriera y nos descubriera allí abajo, si oyen mi voz. Me muerdo el labio, respirando hondo, conteniendo esos gemidos que pugnan por salir, mientras mi cadera se mueve, acompasadamente, lenta pero inexorablemente hacia el orgasmo, con los movimientos de su lengua.

Se alza y me vuelve a besar, enfebrecido, mientras lucho por desabrochar su tejano. No le permito bajárselo del todo, así que me penetra con el pantalón todavía puesto. Me gusta sentir su textura rugosa en mi pierna, que le rodea buscando su proximidad, acariciar la forma en que se pega a su pequeño y duro trasero, inmune a mis uñas, que se clavan en la tela. Me empuja con violencia, casi levantándome del suelo, me encanta escuchar su respiración en mi oído. Estamos solos: él, yo y la lluvia.

Me hace dar la vuelta e inclinarme, las piernas muy abiertas. La falda es un harapo anudado a mi cintura, a la que él se aferra para seguir clavándomela hasta el fondo. Me sujeto a la pared, arrebolada y temblorosa. Me he corrido otra vez, sin remedio.

Me gusta cómo mis pechos se bambolean a cada embate, hasta que una de sus manos aparece para agarrarse a ellos. Le miro por encima del hombro, mientras él observa a la lluvia trazar brillantes y húmedos caminos en la blanca piel de mi culo. Su cabeza cae hacia atrás, dejando que el agua de las nubes bañe su cara por completo. Su boca se abre, sus ojos se cierran y, con un suspiro, unas gotas más espesas y calientes dibujan su explosión de placer sobre mis muslos.


Mis ojos se abren a la soleada mañana de un nuevo día, sola en una cama extraña. Mi ropa reposa, lavada y seca, sobre la silla de la habitación. Me dirijo al baño y me meto en la ducha. La noche ha sido larga y sudorosa.

Su cuerpo fibrado y desnudo aparece, atraído por el sonido, y se apoya en la puerta, dándome los buenos días. Me mira silenciosamente, pensativo, mientras dejo que el agua y sus ojos me acaricien. Le sonrío y le hago un gesto. Aunque parezca mentira, aún nos quedan ganas. Se acerca tiernamente y me abraza bajo aquella nueva lluvia, para compartirme con ella otra vez.
A mi me encantan los días de lluvia... ¿y a tí? ;)
(Ya ves que, hasta cuando sueño despierta, se me aparece tu cuerpo, mi niño. TQM. Mil besos de tu catalana favorita que te echa muchísimo de menos)


domingo, 27 de marzo de 2011

Rihanna - S & M




Desde la primera vez que vi un concierto de Rihanna, lo tuve clarísimo. No se si será, tal como dice el personaje que interpreta Madonna en "El cuerpo del delito", porque los que tenemos ciertas tendencias similares nos reconocemos entre nosotros. Actitudes, gestos, palabras... a veces, simplemente algún detalle en la manera de vestir. No se exactamente lo que me llamó la atención en ella, pero lo supe. A Rihanna le gustaba el BDSM.


Así que cuando luego se supo de los malos tratos por parte de su novio Chris Brown, también entendí que, igual que yo, había caido en manos de un abusador en vez de un dominante, pensando que podría confinar ese punto de violencia que a las mujeres sumisas nos atrae en un hombre, entre las paredes de un dormitorio, en la intimidad de una relación, sin que afectara al resto de su vida. Y eso es muy, muy dificil de conseguir.


Ser diferente en temas de sexualidad siempre es controvertido y el mundo del BDSM sigue siendo un rincón oscuro e incomprendido por la gran mayoría, aunque últimamente parece estar un poco de moda, con reportajes en televisión y gente famosilla que se declaran fans de látigos y cuerdas, latex y cuero, dolor y placer.


Rihanna ha ido mostrando cada vez más de esta faceta suya, hasta abrirse completamente al mundo con esta canción de su album "Loud" (2010) y consiguiente video, que ha causado una gran polémica, asi como con sus declaraciones al los medios. Para mi, es toda una divertida, colorista e irreverente parodia de lo que la gente en general piensa que ha de ser el Sadomaso: mordazas, ataduras, látigos y fustas, "dog training", vestimentas plásticas y apretadas.... Vamos, que no es para tanto.


Hay mucha gente que sigue opinando que esto sólo es una maniobra de marketing y que no es cierto, pero a mi no me van a convencer. Yo ya lo adiviné mucho antes de que esto surgiera a la luz pública. Sí, sí. A Rihanna le gusta el BDSM. "I like it, like it! C'mon, c'mon... "

domingo, 20 de marzo de 2011

Seda


"Amado Señor mío,


No tengas miedo, no te muevas, permanece en silencio, nadie nos verá.

Sigue así, quiero mirarte, yo te he mirado mucho, pero no eras para mí, ahora eres para mí. No te acerques, te lo ruego, quédate donde estás, tenemos una noche para nosotros y yo quiero mirarte, nunca te he visto así, tu cuerpo para mí, tu piel, cierra tus ojos y acaríciate, te lo ruego.


No abras los ojos, si te es posible, y acaríciate. Son tan hermosas tus manos, he soñado con ellas tantas veces, ahora las quiero ver, me gusta verlas sobre tu piel, así, te lo ruego, continúa, no abras los ojos, yo estoy aquí, nadie nos puede ver y yo estoy cerca de ti. Acaríciate, amado Señor mío, acaricia tu sexo, te lo ruego, despacio.


Es hermosa tu mano en tu sexo, no te detengas, a mi me gusta mirarla y mirarte, amado Señor mío, no abras los ojos, todavía no, no debes tener miedo, estoy cerca de tí. ¿Me sientes? Estoy aquí, te puedo rozar. Esto es seda, ¿la sientes? es la seda de mi vestido, no abras los ojos y tendrás mi piel.


Tendrás mis labios, cuando te toque por primera vez será con mis labios, tú no sabrás dónde, de repente sentirás el calor de mis labios sobre ti, no puedes saber dónde si no abres los ojos, no los abras, sentirás mi boca donde no sabes, de repente.


Tal vez sea en tus ojos. Apoyaré mi boca sobre los párpados y las pestañas, sentirás entrar el calor en tu cabeza y mis labios en tus ojos, dentro. O tal vez sea en tu sexo, apoyaré mis labios allá abajo y los abriré bajando poco a poco. Dejaré que tu sexo entreabra mi boca, entrando entre mis labios y empujando mi lengua, mi saliva descenderá por tu piel hasta tu mano, mi beso y tu mano, uno dentro de la otra, sobre tu sexo, hasta que al final te bese en el corazón, porque te deseo.


Morderé la piel que late sobre tu corazón, porque te deseo, y con el corazón entre mis labios tú serás mío de verdad, con mi boca en el corazón, tú serás mío para siempre, si no me crees, abre los ojos, amado Señor mío, y mírame. Soy yo, quién podrá borrar este instante que sucede y este cuerpo mío, ya sin seda, tus manos que lo tocan, tus ojos que lo miran.


Tus dedos en mi sexo, tu lengua sobre mis labios, tú que te deslizas debajo de mí, aferras mis caderas, me levantas, dejas que me deslice sobre tu sexo, despacio, quién podrá borrar esto, tú dentro de mí, moviéndote lentamente, tus manos en mi rostro, tus dedos en mi boca, el placer en tus ojos, tu voz. Te mueves lentamente pero hasta hacerme daño, mi placer, mi voz, mi cuerpo sobre el tuyo, tu espalda que me alza, tus brazos que no dejan que me marche, los golpes dentro de mi, es violencia dulce, veo tus ojos que buscan en los míos, quieren saber hasta dónde hacerme daño. Hasta donde quieras, amado Señor mío, no hay final, no acabará.
¿Lo ves? Nadie podrá borrar jamás este instante que sucede, para siempre. Echarás la cabeza hacia atrás, gritando, para siempre cerraré los ojos, separando las lágrimas de mis pestañas, mi voz dentro de la tuya, tu violencia que me tiene aferrada. No queda ya tiempo para huir, ni fuerza para resistirse, tenía que ser este instante. Y este instante es, creeme, amado Señor mío, este instante existirá, de ahora en adelante, existirá, hasta el final."

Hoy he asistido al Club del Libro en el Nido del Escorpión y me he traido esta pequeña joya que es "Seda" de Alessandro Baricco. Lo he devorado en el tren de vuelta a casa. Os recomiendo su lectura. Una pequeña historia de amor imposible entre un comerciante de seda francés y una bella joven japonesa.

jueves, 3 de febrero de 2011

Teléfono




Suena el móvil. Son las diez de la mañana y me revuelvo entre las sábanas. La noche ha sido larga, participé en un concurso y gané, me fui de celebración con mis amigos y llegué muy tarde a casa. Pero como estoy de vacaciones, no tengo ninguna prisa por levantarme.

-Mmmmmm??? -contesto, con los ojos cerrados todavía.
-¡Buenos días, guapetona! ¿Te he despertado? Jodeeer, lo siento. Sólo quería saber cómo te fue anoche...

La verdad es que no me importa que me haya despertado, su voz ronca y sexy al teléfono despierta mucho más en mi cuerpo que un buen café, siento un hormigueo que sube y baja por mi vientre y se localiza, caliente, entre mis piernas. Un calor que no podrá saciarse con su compañía, pues nos separan más de 500 kilómetros. Siento añoranza de su boca, de su cuerpo sobre el mio, del tacto de sus manos. Sólo su voz me reconforta, trayéndome dulces recuerdos de los pocos días que hemos pasado juntos.

-Bien, bien... Gané la primera ronda y salimos a celebrarlo....
-Bueno, si un caso te llamo luego y hablamos, descansa un rato más...
-¡No, no! No te vayas todavía.... Me encanta escucharte.... Sabes que tu voz me pone mucho.... Dime más cosas....

Me lo imagino sentado en su coche, parado para desayunar en la cafetería de alguna gasolinera solitaria de alguna autopista de Madrid, apartado del tumulto en algún parking, lejos de la vista de la gente, aprovechando ese descanso en el trabajo para llamarme. Trajeado, con su corbata, bien peinadito, con las gafas de sol todavía puestas y una media sonrisa traviesa en la que asoma ese diente un poco roto, imaginándome él a mi: la melena pelirroja desparramada sobre la almohada, con los ojos soñolientos, oscurecidos por los restos de maquillaje que no me quité la noche anterior, mi piel tan blanca en contraste con las sábanas azul oscuro, curvilínea y cálida bajo el edredón.

- ¿Que llevas puesto? - me interroga. Su voz se ha hecho todavía más ronca, recordando este cuerpo mio que ha sido tantas veces suyo.
- Nada. Estoy desnuda, siempre duermo desnuda. Y me estoy poniendo muy cachonda... Me estoy acariciando, imaginando que eres tú, que estas aquí a mi lado... Sólo mirándome y acariciándome y hablándome al oído...
- ¿Sí? Uffff.... -casi puedo sentir cómo la saliva se acumula en su boca, como su corazón comienza a latir más rápido- ¿estas mojada?
- Estoy empapada, cielo. Ahora mismo tus dedos entrarían suavemente dentro de mi, llenándose de mi esencia, de mi olor, de mi sabor....
- Lo que daría por poder meter mi lengua en tu coño ahora mismo, mi niña...

Le imagino soltándose un poco la corbata, para poder respirar mejor, mirando nervioso a su alrededor, como si alguien más pudiera escuchar lo que estamos diciendo. Yo también recuerdo su olor, su sabor, el tamaño de su miembro entre mis manos, rozando mis labios, esos ojos oscuros que buscan los mios, esa cara de malo cuando se lo pasa bien...
Mis dedos han empezado a jugar ahí abajo, haciéndome sentir que son los suyos, o quizás su lengua experta sobre mi sexo. Respiro más fuerte, se me escapa un gemido.

-¿Que haces?
- Estoy sintiendo tu lengua entre mis piernas, recorriéndome despacito, jugando a rozar mis ingles. Me muevo buscando su contacto y tu me evitas, me haces sufrir, suplicar, quiero sentirla en mi clítoris, llenándome de tu saliva...

Yo también se seducirle con mi voz: le hablo lentamente, que le de tiempo a ponerse en situación, casi susurrante, que tenga que esforzarse un poco para escucharme, voz caliente de hembra en celo.

Oigo ruiditos imperceptibles en el teléfono, un rozar de tela. Imagino que el pantalón ya le aprieta y que se ha deslizado en el asiento del coche, ocultándose un poco más, dejando espacio para bajarse la cremallera de la bragueta y así poder introducir su mano y acariciarse al mismo tiempo que yo, primero suavemente, sólo por encima, luego agarrándola con toda la mano, meneándosela ritmicamente.

-¡Que bien lo haces! ¡Me encantaaaaa! Pero méteme un dedo...¡o dos! ¡Hazlo, por favor! ¡Necesito que me folles! ¡No me hagas esperar más! ¡Te deseo tanto!- le pido, con voz lastimera. Mi coño ciertamente se abre, pidiendo su sexo, sus caricias, ese cuerpo que no voy a tener.

- Mmmm.... ¡Que cerda! ¡Sí! Te meto los dedos, muy adentro, me encanta verte así, tan caliente, mojada y abierta de piernas, mirando cómo te masturbas para mi, mientras te meto la polla en la boca para que me la chupes tan bien como tú sabes, agarrándote del pelo para ver esa cara de guarra que pones.... ¡Así, chúpamela!
-Oh! ¡Cómo me gusta que me hables así, cabrón!¡Sigue!¡Dame más!

Estoy gimiendo, loca de placer, los ojos cerrados completamente, apretados, mirando hacia adentro, hacia mi mente, a la doble escena de saberme poseída por él en esta fantasía compartida y de imaginarle en tiempo real, haciéndose una paja mientras me habla, en su coche, a pleno día, en un lugar público. El teléfono casi se me pierde, resbala por mi almohada mientras me toco a dos manos, pero no quiero dejar de oír su voz, de sentirlo en la distancia y me apresuro por volver a colocarlo sobre mi oreja.

- Cállate, perra -me está diciendo- No quiero oírte, solo quiero ver cómo te corres para mi, quiero sentirlo en mis dedos, aprisionados con tu orgasmo, porque cuando te corras te la voy a meter enterita y te voy a follar como te mereces, puta.... ¡Córrete! ¡Córrete ya!

Es como un interruptor en mi cabeza, todas sus palabras me disparan hacia una dimensión desconocida, mi cuerpo vibra y se retuerce, mi mente gira sin control, envuelta en una nube naranja y roja y me quedo sin aire. Una "pequeña muerte" que a la vez me da la vida y me deja palpitante.

- Ooooohhh! Síiiiiii!
-¿Sí? Pues ponte a cuatro patas, que te la voy a clavar hasta que no puedas más... Buffff! ¡Cómo me la has puesto, mi niña! ¡Te voy a destrozar cuando te pille!

Sigo tocándome, suavemente, disfrutando de las sensaciones, prestando atención a sus lejanos jadeos que me excitan todavía más, escuchando cómo se relaja cuando termina, sin estridencias, rezando por que lleve pañuelos de papel en el coche...

- Estoooo.... Voy a tener que dejarte, cariño, jejee Ufff.... ¡Te vuelvo a llamar más tarde, guapísima! Eres un cielo.... ¿Te he dicho ya que me encantas? Un beso, nena, descansa.... ¡Te quiero!

Su voz vuelve a sonar divertida y sexy. Creo que no llevaba pañuelos, después de todo.

Apago el móvil y me quedo, relajada y calentita bajo las sábanas, soñando con él, con que llegue la hora en que mi teléfono vuelva a sonar y escuche de nuevo esa voz tan peculiar y provocadora que me vuelve loca.

Para Ginés. Nada de lo que te pueda decir podrá explicar por completo todo lo que me haces sentir.... Gracias por unos días maravillosos. Te quiero!




domingo, 9 de enero de 2011

Shibari



Ayer tuve el gran honor y placer de asistir a un Taller de Shibari en el Nido del Escorpión. ¡Las palabras se quedan cortas para expresar todas las sensaciones y emociones que sentí!
Primero en la clase magistral de Alberto, yo como "modelo" y mi nuevo amigo David como "atador". No nos conocíamos de antes, pero puedo asegurar que no importó en absoluto. Cuerdas de yute y de cáñamo, vueltas, nudos.... La suave caricia de sus manos sobre mi cuerpo en contraste con la aspereza y restricción del atado. Había momentos en que cerraba los ojos y me sentía transportada por un cúmulo de sensaciones maravillosas. Disfruté plenamente de la experiencia y espero repetir pronto...

Más tarde, con una auténtica exhibición de este arte de mano del propio Alberto, atando y suspendiendo de una argolla a un muchacho. Cambiando posiciones en el aire, obteniendo de su cuerpo formas increibles. Yo miraba los ojos del chico, completamente en trance, y podía entender perfectamente lo que estaba sintiendo. ¡¡¡Absolutamente impresionante!!! Se produce una conexión entre el que ata, el que es atado y los que miran, una comunión de los sentidos.

David me estuvo enseñando un par de libros de la biblioteca del Nido. Se llaman "Douglas Kent's Complete Shibari", uno para realizar en suelo y el otro de suspensiones.



Una preciosidad, con pefectas explicaciones (en inglés) y imágenes impactantes y claras. Son caros y difíciles de conseguir en Internet, pero si os podeis hacer con ellos, son magníficos.

Os dejo un video del genial Alfil para que veais algo de esta mágia en movimiento....

Una experiencia memorable! Ah! Y una gente divertida, cálida y acogedora como su Nido. Volveremos a vernos. Gracias a Josep, Françoise, Miguel, David y un laaaargo etc.





Aprovecho para enlazar un completo artículo sobre el tema, de Josep Lapidario... "Shibari, el arte japonés de la atadura erótica"

domingo, 2 de enero de 2011

Cabaña




Aquel domingo por la tarde, mis amigos y yo habíamos salido de excursión por el bosque, en busca de setas y un cambio de aires, lejos de la rutina y el ruido de la ciudad. Sin mucha experiencia en el asunto, pronto me di cuenta de que me había alejado demasiado del grupo y que vagaba sin rumbo por parajes desconocidos. Mi móvil había perdido toda cobertura, así que fui caminando en busca de alguna zona habitada o persona que me pudiera ayudar.

Empezaba a oscurecer cuando di con un claro en el que se distinguía una forma cuadrada entre los árboles. Era una vetusta cabaña, de madera y piedra, medio cubierta por el follaje y el polvo, rodeada de tablones que se habían ido desprendiendo, pero que aún seguía en pie, desafiando el paso del tiempo.

Entré sigilosamente, ya que me pareció escuchar voces en su interior a pesar de parecer un sitio abandonado y no me equivocaba, pues enseguida distinguí una luz tras una puerta entornada. Espié en silencio por la rendija y lo que vi me dejó con la boca abierta.

La habitación era rectangular, alargada, debía haber sido un comedor para bastante gente y estaba iluminada por dos lámparas portátiles de gas, pequeñas y muy tenues y unas cuantas velas parpadeantes que los que estaban usando la estancia debían haberse traído. A diferencia del resto de la cabaña, la habían despejado de trastos y limpiado un poco. Incluso había una alfombra que, aunque vieja, no parecía pertenecer a aquel lugar. Dos mochilas y algo de ropa amontonada reposaban en un rincón.

Una muchacha muy delgadita, de largo cabello negro y piel muy blanca, estaba atada a la pared opuesta a la puerta desde la que yo espiaba, completamente desnuda, sus brazos en alto, sus muñecas rodeadas por esposas y éstas sujetas a una cadena amarrada al muro de piedra. Sus piernas abiertas se mantenían separadas mediante una barra de madera con abrazaderas de piel en sus extremos, sujetando sus tobillos.

Un hombre muy musculoso, con los brazos y el pecho cubiertos de tatuajes y la cabeza rapada, vestido con unos tejanos y una camiseta de tirantes, caminaba nerviosamente de lado a lado, mirándola fijamente y con fiereza, hablándole en una lengua que yo no entendía. La abofeteó sonoramente, lo que me hizo dar un brinco, temiendo por un momento que me descubrieran, pero no fue así.

Él hundió su manaza entre las piernas de ella, buscando su humedad, frotando su coño con aquellos grandes dedos, masturbándola mientras con la otra sujetaba su pelo, levantando su cabeza y buscando su mirada, observando cómo su linda boca se abría para gemir, llevándola hasta el borde del orgasmo y parando, dejándola temblorosa y jadeante.

Acto seguido, tomándola de la cintura, la hizo girar, poniéndola de cara a la pared. Golpeó un lado de su trasero un par de veces con la mano abierta, dejándolo bien rojo y, tomando luego una de las velas encendidas, dejó caer la cera derretida sobre la curva de su nalga. Ella se quejó un poco, pero se dejó hacer. Él repitió todo el proceso en el otro lado de su blanco culito y luego procedió a lamer lentamente toda aquella cera de su piel, que se quedaba pegada en su lengua y a escupirla al aire para ver como caía al suelo. Pensé que era provocador y excitante: nunca había visto algo así.

Sentí que quería ayudar a aquella pobre chica... pero también quería continuar mirando. Me estaba poniendo muy caliente.

Volvió a girar a la muchacha y golpeó sus pechos firmes varias veces, pellizcó largamente sus pezones mientras le hablaba y ella balbuceaba respuestas que yo, sin entender, comprendía: “sí, señor”, “no, señor“. Él iba bajando con su lengua por su vientre, hasta hundir su cara en aquel coño que palpitaba, lleno de deseo y temor. Ella tiraba de la cadena, su cuerpo se arqueaba entre sollozos y yo no pude evitar que mi mano derecha se metiera en mi pantalón, en mi ropa interior, acariciándome, buscando mi sexo, también mojado y anhelante. De nuevo, aquel hombre tatuado paró antes de que ella se corriera, haciéndola sufrir, dejándola con ganas de más, suplicando.

Él se fue desnudando, tranquilamente, con una sonrisa maliciosa en su cara, dejándose mirar por ella. Tenía un cuerpo espectacular, hermoso. También había tatuajes en sus potentes muslos y trabajado vientre, y entre las piernas, su erección era temible. Le hablaba a la chica casi en un susurro, arrodillado ante ella, quitando la barra que sujetaba sus tobillos muy despacio. Luego, tras besarla apasionadamente, sujeto a su cabello oscuro, soltó las esposas de sus muñecas.

No me lo esperaba. La chica arrancó a correr en dirección a la puerta tras la que yo me escondía. Apenas a un par de metros de mí, él le dio alcance y la lanzó al suelo, sobre la mugrienta alfombra. Pelearon, girando enlazados, ella tratando de escapar, él tratando de retenerla. Yo no podía dejar de tocarme, observando la bella lucha de sus cuerpos desnudos, la forma en que él la dominó contra el suelo, sujetando su cuello y obligándola a abrir sus piernas de nuevo para él. La embistió con su dura polla, penetrándola brutalmente. La chica gritaba, abrazando su espalda, arañándola, sacudiéndose bajo el peso de su amante. Sentí que yo me corría con ella, un orgasmo salvaje que acallé con la mano sobre mi boca.

Ella movió su cabeza hacia atrás y sus ojos se abrieron, mirándome unos segundos. Pero no gritó ni dio la alarma, solo me sonrió dulcemente, como si hubiera sabido todo el tiempo que yo estaba allí.

Me fui sin hacer ruido antes de que terminaran y me descubrieran. Al poco de vagar en la oscuridad del bosque, la suerte quiso que diera con mis amigos y, aunque insistieron para que les llevara hasta la cabaña cuando les conté toda la historia, nunca fuimos capaces de volver a encontrarla.

¡Felíz año nuevo! Una vez más, he intentado que el personaje narrador fuera neutro (¡cómo cuesta algunas veces!), me refiero a que en ningún momento dejo ver si es un hombre o una mujer... ¿A quien te imaginas tú? ¿A ti mism@ o a mi...? ¿Quien es el objeto de deseo de la persona que mira, la chica atada y sometida, el hombre de los tatuajes o la situación en si? ;)