J llegó cansadísimo a casa tras un duro día en el trabajo y se dejó caer en el sofá, agotado. M ya había preparado la cena, a pesar de que apenas hacía media hora que había llegado a casa tras su jornada laboral. Le esperaba tan solo con la blusa de su uniforme abierta, mostrando su escueta ropa interior negra y descalza, con su larga melena suelta y algo despeinada.
- Me voy para la ducha -le dijo ella.
Tras diez largos minutos abandonado en el sofá, sin fuerzas para moverse, oyó que M le llamaba desde el cuarto de baño:
- J, por favor, ven. Échame una mano con esto...
Se dirigió hacia alli, su mente puesta en tapones de gel atascados, esponjas por la espalda, toalla a la que no se llega... Pero el agua seguía corriendo... ¿qué querría? Cuando cruzó la puerta de la estancia, caldeadita por el vapor, ella le indicó desde la ducha que se quedara en el sitio donde estaba, mirándola a través de la mampara de cristal transparente. Así lo hizo, sorprendido, con una sonrisa picarona, contemplando extasiado como M se acariciaba bajo el agua caliente para él, cómo el blanco jabón resbalaba por su piel húmeda como una tremenda corrida y ella se frotaba con esa leche, lentamente, con una mirada provocadora, abriendo su boca bajo el chorro de agua, sus labios y su cuerpo voluptuosos por el calor y el deseo.
- Desnúdate - le ordenó M.
- Ya me he duchado en el trabajo...
- No quiero que te metas aquí conmigo, quiero ver tu cuerpo, ver cómo te tocas mirándome y cómo te excitas...
J obedeció, recostado contra la pared, y ya desnudo, empezó por tirarse el pelo hacia atrás, una forma de mostrarle sus musculados brazos, bajó por su cuello, pecho, vientre, recorriendo su cuerpo muy despacio para ella, sabiendo lo mucho que a M le gustaban sus manos grandes y fuertes, mostrándose muy sexual y clavando sus ojos claros en los de ella, un juego de miradas lleno de promesas lujuriosas, llegó a sus muslos, rozando casi como por descuido la incipiente erección que palpitaba desafiante para luego agarrarla y comenzar poco a poco a trajinársela. M abrió bien sus piernas y comenzó a masturbarse entre gemidos, exhibiéndose para él y deleitándose en las caricias de su tentador compañero de piso. J no podia dejar de contemplar sus brillantes pechos cubiertos de gotas que resbalaban por su vientre hacia su vulva hinchada, la cara de viciosa, la forma en que su boca entreabierta le reclamaba, hambrienta.Ella cerró el grifo y, tras sacudir salvajemente su melena mojada, se cubrió con un albornoz azúl que tenía a mano. Sin cerrarlo y tras secarse lo justo, empujó a J hacia el vecino dormitorio, fundidos en un libidinoso beso y lo echó sobre la cama, subiéndose a horcajadas sobre él. Se deshizo de su albornoz, deslizando su piel ligeramente húmeda y caliente sobre su chico, acariciándole con sus tetas, mojando su rostro con su cabello empapado, comiéndole la boca apasionadamente, susurrándole al oído lo mucho que lo deseaba. Bajó por su pecho, mojando su vientre con la lengua, jugando a rodear su ombligo, lamiendo sus muslos y sus huevos, para seguidamente tragarse toda su verga y darle el placer que él esperaba ansiosamente. Cuando sintió que ya estaba listo para más, volvió a sentarse sobre él, se introdujo su polla con pericia y empezó a moverse acompasamente, con fiereza, dominándolo, sujetando sus brazos para que no la tocara todavía, gimiendo de gusto, arañando su cuerpo. Él, librándose ya de sus manos, la sostuvo por la cintura, guiando sus movimientos. M se recogió el pelo a un lado y estrujándolo sobre su pecho dejó caer un buen chorro de agua fría.
- ¡Ah! ¡Que mala eres!...pero que buena estás -añadió J casi sin voz.
- Ponte tú encima -exigió M.
Complació sus deseos, levantando las piernas de la chica hasta sus hombros para clavársela muy a fondo. Se sentía sin respiración, jadeante por el esfuerzo a pesar de estar muy excitado, el agotamiento iba haciendo mella en sus fuerzas y ella no parecía cansarse nunca, gritando a cada embestida. Aunque la había visto muchas veces así de entregada al placer, le encantaba hacerla gozar tanto, así que se esforzó mucho más, agarrandola del cuello, ahogándola un poco. Notó con claridad las contracciones del orgasmo de M sacudiendo su cuerpo, se la hundió toda dentro y se quedó muy quieto, disfrutando del momento.
- Qué bueno, eh? - afirmó a su oído, con voz de malo. Ella contestó sin abrir los ojos con un leve gemido. Sí, había sido muy bueno. Rió entre dientes, satisfecho.
- ¡Sigue, sigue!... ¡Hasta que no te corras, no cenas! - amenazó entre risas M, retomando el control, atrapándole entre sus piernas, tirando de él.Continuó con violencia, acariciando su clítoris mientras se la metía una y otra vez, y ella se deshacía, el coño empapado de sus fluidos, sudor y agua, chorreándole por las nalgas. Al cabo de un momento le estaba suplicando que se detuviera, que ya tenía bastante, que se corriera, que no podía soportar tanto placer, pero con la boquita pequeña, en realidad era sólo un juego de provocación, le había enntregado el mando de la situación, rindiéndose a él.
- ¿No querías que te follara, perra? ¡Pues ahora te aguantas!
Se dejó caer sobre su cuerpo, haciéndole sentir todo su peso, los dos cubiertos de sudor, el corazón palpitando con tanta fuerza que parecía que se le fuera a escapar. J gemía junto al oído de ella, agarrado a sus cabellos mojados, notando que llegaba al límite.
- ¡Por favor, no hagas eso! ¡Sabes que me vuelves loca cuando te pones así! -sollozaba M, abrazándose a su espalda con pasión, sujetando su culo con ambas manos y obligándole a ir más rápido.Sintió que ya no podía aguantar más, la intensidad del orgasmo le hizo gritar, el tibio esperma manando de su polla con violencia, abandonándose sobre su chica que lo acariciaba dulcemente y besaba su cuello mientras susurraba "así, así, lléname toda, dame tu leche..."
- Tendremos que ducharnos otra vez... -añadió M en tono pícaro minutos más tarde, mientras reposaban abrazados uno junto al otro.
- Tú primera, que no me fío de ti... - contestó J con una sonrisa y un guiño.
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