domingo, 24 de febrero de 2008

Tentación

El pasillo es estrecho y oscuro, voy caminando lentamente hacia la puerta abierta y llena de luz que se distingue al final, mis manos acariciando las rugosas paredes a medida que avanzo, el camisón blanco de tirantes que llevo ondea tras de mí, voy arrastrando un poco los pies descalzos por temor a tropezar. Siento que algo me hace cosquillas entre los dedos y me agacho a recogerlo. En la penumbra no acierto a distinguir sus formas pero me llega el inconfundible aroma de los pétalos de rosa, el suelo está sembrado de ellos, pequeñas manchas negras que me rodean.

Al entrar en la habitación, agradablemente caldeada, la visión es impresionante, una amplia estancia con suelo de madera muy pulido con cientos de velas encendidas por doquier, saludando con sus temblorosos movimientos mi llegada. Los pétalos de miles de rosas rojas están esparcidos por todas partes, inundando con su esencia y colorido la habitación. Una música que reconozco suena tenuemente. Es “Golgotha tenement blues” de los Machines of Loving Grace.

En el centro de la sala, una enorme bañera blanca de metal esmaltado con patas que semejan las garras de un león en bronce oscuro, clavando sus temibles uñas en el suelo. Dentro de ella, un hombre de pelo oscuro y corto, que sólo me muestra su nuca y parte de la espalda, los brazos apoyados lánguidamente sobre los bordes de la bañera. Es hermoso en su quietud.

No hace ningún gesto, no se gira para mirarme. Avanzo despacio, sorteando las velas, me aproximo a los pies de la bañera, sin dejar de observarlo. Sus manos son bellísimas, delicadas pero fuertes, los brazos de músculos exquisitamente modelados, un torso increíble, su rostro impávido, sereno, de rasgos clásicos y boca jugosa, los ojos de espesas pestañas ligeramente entornados, como si observara ensimismado la superficie del agua en la que reposa. En un segundo eterno levanta la vista y me mira. Me detengo allí, a sus pies, sujeta con fuerza al borde de la bañera con las dos manos, para no caer irremediablemente, cautivada como una cervatilla sorprendida por su cazador, sus ojos oscuros se clavan en los míos muy intensamente y me sonríe con una mezcla de dulzura y picardía.

“Te esperaba”, me dice. Su voz es profunda, cálida, me acaricia, me hace estremecer. Distingo claramente a través del agua transparente todo su cuerpo, cincelado con precisión, unas formas perfectas, la piel ligeramente bronceada, cubierta con intrincados tatuajes, el enorme miembro semierecto que descansa sobre su vientre. Siento la boca seca y el corazón acelerado. Me atrae poderosamente. Quiero acercarme, tocarlo, ser poseída por él.

Entro en el agua, está mucho más caliente de lo que esperaba, me introduzco muy poco a poco, toda temblorosa e impaciente, sentándome sobre sus tobillos, sin apartar la vista el uno del otro, me voy estirando sobre él, el camisón blanco se moja y se me pega al cuerpo, haciendo que mis desafiantes pezones casi traspasen la tela, me apoyo en su pecho, su brazo se mueve para rodearme, siento su mano grande y poderosa en el centro de mi espalda, estrechándome contra él. Escondo la cara en su hombro, mi lengua recorre despacito desde su clavícula todo su cuello, saboreando su piel, hasta morder ligeramente el lóbulo de su oreja y le susurro: “Siento que te conozco, que me conoces, ¿quién eres?”

La música me transporta, me dejo llevar entre suspiros. Su sensual boca está en mi oído, cierro los ojos totalmente atenta a sus palabras: “Soy el Ángel Caído, la Tentación, la Lujuria hecha carne. Claro que nos conocemos, pelirroja, eres mía desde siempre... ¿acaso lo dudabas?”. Mi cuerpo sobresale del agua y el aire que recorre mi espalda parece ahora frío por el contraste. El vello de mis brazos está erizado, pero la pizca de miedo que siento queda ahogado por el intensísimo deseo. Nuestras lenguas se unen en un beso ardiente, largo. Se gira abrazado a mí, me deja bajo el peso de su cuerpo, el agua caliente me cubre, siento sus manos buscar mi piel, recorrer mis curvas con parsimonia, levanta una de mis piernas y noto su enorme polla frotarse contra mi sexo sin penetrarlo, presionando mi clítoris palpitante, haciéndome gemir.

Al abrir los ojos me encuentro con su pícara sonrisa de nuevo. Se incorpora y me mira desde lo alto, con calma, me siento muy pequeña entre las piernas de este coloso goteante que sale elegantemente de la bañera. Contemplo extasiada el vapor que emana de su cuerpo desnudo.
Su mirada se llena de fiereza. Me agarra del pelo empapado, tirando de mí hacia afuera, obligándome a seguirle, y yo me arrastro a cuatro patas tras él, apartando todo lo que encuentro a mi paso a manotazos, chorreando el suelo con mis ropas que ahora pesan y se pegan incómodamente.
Subo tres escalones para llegar a una tarima donde nos espera una enorme cama cubierta con una piel de animal de color negro y un dosel de vaporosa seda. Me hace poner en pie ante él, toma mi camisón por el escote y de dos tirones, lo rompe de arriba a abajo y lo deja caer al suelo tras de mí. El sonido de la tela al rasgarse me ha dejado paralizada y noto sus manos sopesar mis tetas, recorrer la curva de mi cintura, empujarme levemente hacia atrás.

Mi respiración se acelera mientras me estiro sobre el suave pelaje, mi piel tan blanca destaca sobre el fondo oscuro. Se sienta sobre mi estomago, su impresionante verga reposa entre mis pechos, yo los oprimo con mis manos, atrapándola y masajeándola, él se mueve sobre mí, lamo su glande cada vez que sube hacia mi cara. Su espalda se ha arqueado, sus manos abren mis muslos y buscan la empapada entrada de mi coño, dos dedos se introducen profundamente y encuentran con facilidad mi punto g, atacándolo sin piedad. Nunca había sentido algo así. Casi al momento, un orgasmo diferente convulsiona mi ser, haciendo que transparentes fluidos broten de mi interior, dejando su mano mojada y brillante, como sus ojos, que se clavan en los míos mientras lame sus dedos lascivamente y luego me los da a probar. “¿A qué sabe?”, me pregunta. “ Es caliente, ligeramente salado...”. Su cabeza niega mientras se acerca peligrosamente a mi boca, recorriendo mis labios con la punta de su lengua y va bajando por mi garganta, entre mis tetas, por mi vientre, se pierde entre mis piernas, la siento recogiendo todo el liquido que mana de mi abierta vulva, cayendo por mis nalgas.“Dime a qué sabe”, insiste. “A bechamel” contesto entre risas y noto que él también ríe ahí abajo.

Pero pronto dejo de reír y empiezo a retorcerme y gemir, sujetando su cabeza, su lengua es muy experta y me hace perder el control. Ahora es alguna canción de Enigma lo que suena, "Push the limits", envolvente, sensual, que poco a poco se va tornando intensa. Él toma mis piernas y las eleva, se las coloca sobre los hombros y siento su verga entrando en mi, muy profundamente. Grito. Duele. Gusta. Intento apartarle un poco, pero me sujeta las muñecas a ambos lados del cuerpo para impedírmelo, inclinándose sobre mi rostro. Deja caer su saliva en mi boca, siento su dulce sabor, juego con ella en mi lengua. Me habla, pero no entiendo sus palabras, solo escucho su cadencia, su ritmo, mis gemidos que se convierten en llanto, en risa, solo acierto a decir "sí" una y otra vez.

Estira de mis piernas y me arrastra, me hace dar la vuelta, colocada en pompa en el borde de la cama. Me agarra de los cachetes y los separa, haciéndome un beso negro, chorreando de saliva mi ojete. Me penetra por el culo, cada vez más adentro, toda, siento sus huevos golpear mi coño dolorido. Me muerde en el hombro, en la base de la nuca. Estoy chillando como si me mataran, llorando, mis mejillas surcadas de las líneas negras de mi máscara de pestañas diluida en lágrimas. Me encanta.
Agarrandome de nuevo de la melena, me hace girar la cabeza, me besa, me mira a los ojos, escrutando mis sentimientos. Los mios le suplican piedad tan pronto como le desafian a destrozarme, a seguir sin fin... Va alternando caricias y palmetazos en mis nalgas, poniendolas bien rojas.

"¡Cabrón!¡Te odio!¡Te deseo tanto!" susurro entre dientes, al limite de mi resistencia. Clavo las uñas en el pelaje negro de la cama, deseando hacerlo en su espalda. Todo mi cuerpo se convulsiona, se sacude. Me corro como nunca...

Abro los ojos, cubierta de sudor, mi cuerpo dolorido. La luz de la mañana entra a raudales por la ventana de mi habitación, las cortinas blancas se mueven con una brisa suave. Me levanto, temblorosa, impresionada por el sueño. Me apoyo en la ventana y miro hacia la calle, recordando las escenas de mi sueño, tan real.
A mi espalda, un pétalo de rosa se desprende de mi pelo y cae lánguidamente a mis pies.
Para César, gracias por una de las noches más lujuriosas y divertidas de mi vida. Un beso!

sábado, 23 de febrero de 2008

Hotel

Mi amante me ha sorprendido quedando conmigo en una habitación alquilada en un hotel del centro, me dice en su mensaje que tiene algo especial para mi. La curiosidad me corroe, no me gustan las sorpresas.
Al llegar alli, tras besarnos apasionadamente y recorrernos con las manos, me obsequia con una caja envuelta en papel rojo. Al abrirlo descubro un bonito conjunto de lencería, muy sencillo, en color negro. Me lo pongo, me queda como un guante, me impresiona lo bien que él conoce mis medidas... Intuyo que eso no era todo y espero, interrogante. Me pide, con una sonrisa, si me dejo atar a la cama y yo le ofrezco sumisa mis muñecas, a las que él sujeta unas esposas de velcro muy ceñidas, nos miramos con deseo y complicidad, ni una palabra entre nosotros, sus ojos me dicen mucho más...

Siento el coño palpitante, expectante, mientras me tumbo en la cama y él ata las cuerdas al cabezal. Luego hace lo mismo con mis tobillos y me situa en cruz, muy abierta, expuesta, caliente. Enseñandome una venda negra me pregunta si puede vendarme los ojos y yo acepto. La oscuridad me envuelve y siento las yemas de sus dedos acariciar mi piel, su aliento cálido, sus labios suaves donde menos lo espero.
Su movil comienza a sonar y lo oigo alejarse de mi. Me quedo, inquieta, empezando a sentir algo de frio, temblando de deseo. Oigo su risa, habla en tono bajo, no entiendo sus palabras. A los cinco minutos alguien llama a la puerta con los nudillos y la puerta se abre. Estoy extrañada, nerviosa. Oigo a gente acercarse a la cama, susrrando. Diferentes manos me recorren, suavemente, la cama se hunde bajo el peso de varias personas sentadas a mi alrededor. Bocas desconocidas buscan la mia, no me resisto.

Algo afilado corta mi nuevo conjunto, siento el frio del metal contra mi piel, haciendo agujeros estrategicos al principio, poniendome muy caliente con sus caricias peligrosas, más adelante rompiendolo en su totalidad, con violencia controlada que me pone a cien...
Alguien me coje por la barbilla, girando mi cara. Una voz grave dice junto a mi oreja: "Te gusta, eh, puta?" "Mira como disfruta la muy guarra" dice otro. Acaricia mis labios, mete un dedo en mi boca. Yo estoy gimiendo, me encanta la situación, mi entrepierna está empapada, siento tres manos buscando mi placer, peleando por mis agujeros, masturbandome, tres bocas chupando mi vientre, mis pezones, mi cuello.
"Asi, haced que se corra" dice mi amante, creo que solo está mirando desde los pies de la cama, le imagino tocándose, disfrutando de verme asi, a su voluntad.

Me desatan las piernas para sujetarlas sobre sus brazos y noto a uno de esos hombres ponerse encima mio y penetrarme con fuerza. Yo grito de gusto, toda llena de una polla enorme. "Fóllatela, tio!" le animan los demás. Yo me corro violentamente, al hombre le sustituye otro que sigue con la faena, estoy que me derrito, pido más, ellos rien. "Vaya una zorra que eres" me dice uno. Tirándome del pelo me obligan a mamar otra tranca, siento unos dedos metidos en mi culo mientras me estan follando.

Mi amante está ahora junto a mi, susurrando a mi oido "correte para mi, golfa, quiero ver tu cara de gusto..." y yo le obedezco, sin aliento ya. "Que buena estás" me dice el tercero en metérmela, siento que no puedo más de tanto placer, forcejeo con mis ataduras, quiero tocar sus cuerpos duros y sudorosos pero no me lo permiten. Están a mi alrededor, tocándome, tocándose, he perdido la cuenta de cuantas veces se han turnado para follarme, mi chico entre ellos, y pronto siento el olor, el sabor salado de sus lechadas en mi cara, mi cuerpo, gritan satisfechos al correrse, yo estoy exhausta.

Les oigo ir al baño, refrescarse, vestirse y marchar. Mi amante no me deja ver quienes ni cuantos son sus amigos, pero la verdad es que no me importa. Me lo he pasado genial.

domingo, 17 de febrero de 2008

Entrega


Le había deseado desde el primer día, desde la primera vez que le vi. Trabajar junto a él es una dulce tortura, verlo pasar junto a mi mesa me hace estremecer. Mis compañeras de trabajo no lo entienden, no dejan de decirme "pues no sé qué le ves, es tan serio y aburrido..." pero a mi es el tipo de hombre que me hace enloquecer, puedo intuir algo especial en él y cada vez que nos cruzábamos por el despacho no podía evitar seguirlo con ojos hambrientos, recorriendo todo su cuerpo, soñándolo mio, soñándome suya, aprendiéndome sus movimientos, suplicando silenciosamente por una mirada o una palabra, alguna vez lo descubría observandome y me hacía sentir un nudo en el alma, pero nunca hubo acercamiento, siempre tan distante, tan fuera de mi alcance. Así que aquella mañana, cuando coincidimos a solas subiendo en el ascensor, él esperando frente a la puerta, yo a su espalda, muy pegada a él pero sin llegar ni a rozarle, embelesada con el aroma de su caro perfume, no pude evitar que las palabras salieran en tropel de mi boca:

- Te deseo tanto que haría cualquier cosa...

Con el rostro enrojecido por la vergüenza, comprendí horrorizada que lo había dicho en voz alta. Él ni siquiera se volvió a mirarme pero me sentí observada por su reflejo en la puerta metálica durante unos interminables segundos.

- ¿Cualquier cosa? - preguntó con calma.

Mi afirmación fue ahora casi un susurro, acompañado por un cabeceo incontrolado. Me sentía morir. El silencio era una pesada losa, mi humillación , absoluta... El tiempo parecía ir más despacio.

- Esta noche, en mi oficina. A las once. Ponte falda - contestó implacable, casi en el instante en que se abrían las puertas al llegar a nuestra planta.

Una vez a solas, suspiré aliviada y asombrada, sin querer salir todavía del ascensor, con una extraña sensación mezcla de terror absoluto y estupida ilusión a partes iguales. ¡Esta noche, esta noche...!

Llegué con puntualidad. Me impresionó ver el despacho a oscuras, tan vacío, sin vida. Él me esperaba recostado en el sofá de su enorme oficina, muy relajado en la penumbra, tan solo iluminado por una lamparita en su mesa, con traje y corbata, tan serio y elegante como siempre. Me indicó que dejara mi bolso y chaqueta en una silla y que permaneciera en pie frente a él. ¡Dios! ¡Qué guapo estaba!

- Quítate las bragas y estírate en el suelo... Ahora desabrochate la blusa, enseñame tus pechos. Súbete la falda y acaríciate. Quiero que te masturbes para mi.

Obedecí sus ordenes, temblando, pero no asustada, sino de deseo. En ese instante comprendí que era suya, que mi voluntad era complacerle en lo más mínimo, entregarme completamente a él. Encontré que mi sexo ya estaba húmedo por la impaciencia. Le observé quitarse la corbata y la chaqueta parsimoniosamente y luego desabrocharse cuatro botones de la camisa, sin dejar de mirarme. La visión de su piel me excitó todavía más. No pude reprimir un gemido, mis dedos veloces sobre mi clítoris buscando más placer.

Se levantó del sofá y se acercó hasta donde yo estaba, parandose a contemplarme desde su altura y puso su pie derecho sobre mi muslo, obligándome a abrir más las piernas para poder ver mejor el espectáculo de mi sexo mojado y anhelante.
- Guarda silencio - me reprendió mientras se acuclillaba entre mis piernas, quitándose el cinturón - No quiero que te corras todavía, ¿me oyes?, lo harás cuando yo te lo diga...

Sentí un dedo introducirse muy lentamente en mi coño palpitante mientras yo seguía jugando con mi clítoris, notando como mis paredes vaginales se estrechaban, comprimiéndolo, la respiración acelerada, mordiéndome el labio para no chillar de gusto, no iba a poder controlarlo, me iba a correr ya...

El dedo se retiró veloz y su mano apartó la mia de un golpe, propinándome luego un sonoro palmetazo en toda la entrepierna, que no dolió pero me hizo abrir los ojos como platos, sorprendida.

- He dicho que todavía no... Date la vuelta, a cuatro patas. Sigue tocandote, pero despacio, te correrás cuando yo te lo permita, no antes, ¿me has entendido?

Asentí, obediente, y continué masturbándome, empapada, muy caliente. Oí el inconfundible sonido de una cremallera al bajarse y, al momento, la presión de su suave glande acariciando la entrada de mi coño, bañandose en mis fluidos, sin llegar a metérmela, lo que me hizo jadear, su mano derecha en mi hombro, sujetándome con fuerza, evitando que culeara y me la metiera yo misma.

- ¿Aún me deseas tanto? ¿Sí? Bien, ¡córrete para mi, zorrita, demuéstramelo! -me ordenó con voz aterciopelada a la vez que me la iba clavando, muy despacio, muy despacio.

Mordí el dorso de mi mano, ahogando un grito, mi cuerpo respondió con violencia, las contracciones dentro de mi me hacían perder la razón, subyugada a su deseo, su polla tan dura, tan enorme, entraba más y más, hasta doler, pero era el dolor más dulce de mi vida, no quería que acabase... Me la fue sacando, igual de despacio, alargando mi suplicio... y luego me la hundió de golpe, muy duro, muy adentro, haciéndome gritar.

Rió, volvió a acomodarse en el sofá y me indicó que me acercara. Así lo hice, arrastrándome sobre mis rodillas, como perra obediente, para adorar su sexo mojado del mio con mis labios y mi lengua hasta que, agarrándome del pelo, me apartó y se corrió sobre mi pecho, la cabeza echada hacia atrás en el respaldo, los ojos cerrados. Me sentía encantada de verle de aquella manera, saber que yo había conseguido ponerle así.

Se que volveremos a quedar, que volveré a servirle bien, a entregarme a sus deseos, a cumplir su voluntad, porque ahora es mi dueño.

Para Pedro (lo que tú haces es poesia, querido amigo...), Óscar, Germán, César,.... esos hombres que me hacen soñar con ser suya... Twentyfourseven... y dejar de ser vainilla...

miércoles, 13 de febrero de 2008

Paffendorf - Crazy, sexy, marvellous (2005)



Un poco de música y de imagenes para alimentar la fantasía. Yo también me siento muchas veces "crazy,sexy,marvellous"....y tú? Un besote, wapi!

Silla (para tres)


No sé muy bien dónde me estoy metiendo, pienso entre divertido y asustado mientras pulso el timbre del piso en la dirección que llevo anotada. He contestado un anuncio donde pedían un chico, preferiblemente bisexual, que se prestara a la fantasía de ser atado en una silla. Hoy me sentía juguetón y he decidido probar suerte.

La estancia a la que soy conducido es sencilla y acogedora, al igual que la pareja que me recibe. Están en la treintena y son atractivos, me ofrecen una copa y charlamos durante un rato de las cosas que nos gustan. Me hacen sentir cómodo, confiado. Están encantados conmigo, les agrada mi juventud, pues a mis 19 años soy casi un niño para ellos, y también mi aspecto: soy delgado pero no flaco, cabello oscuro y ojos color miel, unos labios carnosos y sensuales, un toque muy femenino en mi cara de crío, apenas tengo vello corporal y soy de estatura media. Así que me proponen que no esperemos más y pasemos a la acción. Yo ya estoy impaciente, mi polla ya está dura de imaginar las cosas que pueden hacerme.

Ella me hace poner en pie y mientras me acaricia suavemente me va quitando la ropa. Completamente desnudo me hace sentar en una silla de madera muy sencilla preparada en el centro del salón, me ata las manos tras el respaldo y cada uno de los tobillos a una de las patas delanteras.
Su mirada tan cercana y prometedora me provoca, el perfume de su piel me incita, me lame la oreja, muerde mi cuello, se aleja de mí y comienza a bailar sensualmente, al ritmo de la música tenue que suena de fondo, desnudándose, sus manos recorriendo la piel que queda al descubierto. Su pareja observa sus movimientos y mis reacciones con unos intensos ojos verdes desde el sofá donde está sentado, mientras se acaricia por dentro del pantalón holgado.

No puedo dejar de mirarla, su piel tan blanca, sus formas tan proporcionadas, la forma en que agita su melena larga y rizada que brilla rojiza bajo la luz, siento el deseo crecer entre mis piernas. Ella se inclina sobre mí y sus dedos caprichosos recorren mis muslos temblorosos en la dirección correcta pero no paran donde yo quiero sino que siguen subiendo por mi vientre, pecho, cuello y se enredan en mi pelo, forzando mi cabeza hacia atrás, dominándome, le ofrezco mi boca sedienta de la suya pero su lengua experta aún me deja con ganas de más.

Su chico se ha quitado ya la camiseta, dejando al descubierto un pecho fuerte cubierto de pelo rizado, se levanta, se acerca hasta ella y la abraza desde atrás, se frota en su culo mientras aferra sus pechos con unas manos grandes y morenas. Me pregunta si me gusta lo que veo, si quiero tenerla, asiento casi sin respiración, él la toca entre las piernas y ella deja caer su cabeza hacia atrás, los ojos cerrados, entregándose, sus delicados quejidos de placer me están volviendo loco. Él acaba de desnudarse, mostrando una buena erección, la obliga a inclinarse sobre mi polla empinada y por fin disfruto del contacto de sus manos, me cubre de saliva, su lengua es muy viciosa.

Él me observa, mi cara congestionda de placer, me explica lo mojada que está, que se la va a clavar toda dentro y por cómo ella gime supongo que ya lo está haciendo. Tengo una visión magnifica de su trasero en pompa y su hombre empujándola, dándole cachetes sonoros en las nalgas, tan cerca y tan inalcanzable para mí, su boca subiendo y bajando rítmicamente, haciéndome perder la cabeza. Quiero cerrar los ojos, dejarme llevar por las sensaciones, pero no quiero dejar de mirar...

Él se coloca ahora a mi espalda y siento su verga empapada en mis manos, yo la sujeto y se la meneo tan hábilmente como las ataduras me permiten. Ella se sienta sobre mí, no puedo evitar un gemido cuando se la introduce en su coño caliente y húmedo y empieza a moverse, mientras observa como él me tira del pelo y me besa apasionadamente. Su mirada traviesa se deleita ante el espectáculo de nuestras bocas unidas y me araña y me folla con más ímpetu. Él la agarra tambien a ella por el pelo caoba y nos obliga a besarnos, cosa que hacemos con ganas, mientras siento como ella me pellizca las tetillas hasta doler. Sus pechos turgentes se agitan ante mis ojos y daría lo que fuera por tener las manos libres para atraparlos y llevarlos a mi boca, lamerlos, morder sus delicados pezones rosados.

Parece como si él me hubiera leído el pensamiento, pues le ordena que me los acerque y ella se pone en pie y atrapando mi cara entre sus manos, me asfixia en su regatera. Yo boqueo intentando pillar algo de carne a un lado y otro, untando sus tetas de saliva. Ella se ríe de mí y me masturba con una mano mientras con la otra se soba, provocadora. Él me sujeta por el cuello, me susurra todo lo que me va a hacer, lo que quiere que le haga a su chica y siento un dedo introducirse en mi ano, lo noto entrar y salir, preparándolo para lo que vendrá luego. Se miran el uno al otro, con deseo y entendimiento, sólo soy un muñeco para su diversión. Y me encanta.

Ella se sienta en el sofá, con las piernas muy abiertas, masturbándose para mí. Él me desata y me arrodillo para hacerle una buena mamada. Su polla es grande, está dura y jugosa y por sus gruñidos sé que lo está disfrutando, al igual que ella, que no pierde detalle con aliento entrecortado y los ojos entornados.
Cuando me lo manda, me acerco a gatas hasta ese coño que me espera bien lubricado y comienzo a chuparlo y a meterle dedos, mientras su chico sigue trabajándose mi culo hasta que casi sin avisar, me la mete. Me invaden oleadas de dolor y placer por partes iguales, pero el placer acaba predominando y me muevo entre los dos.
Ella baja y se acaba de tumbar en el sofá y yo la penetro y con cada embestida de su hombre se la clavo hasta los huevos y ella grita, acariciándonos a los dos a la vez, pidiendo más y más, besando mi boca y luego la de su chico por encima de mi hombro, mientras yo beso su cuello.

Ahora soy yo el que se estira en el sofá, ella se coloca sobre mí y su chico la empala por detrás y mientras nos la follamos a la vez, él me mira con sus increíbles ojos verdes a la vez que muerde el hombro de ella y su mirada me habla de lo que yo le gusto, de lo que le gusta ver a su chica así, perdiendo el control. Ella está en éxtasis, se corre una y otra vez, y no la dejamos parar.

Me hacen poner de rodillas, ella sujeta mi cabeza desde atrás, siento su cuerpo vibrante y sudado a mi espalda, arrodillada tras de mí, su mano derecha sigue jugando con mi polla, quiere tener una buena visión de lo que va a pasar. Él se masturba ante mi cara y cuando su orgasmo llega, me cubre de semen, chorrea por mi cara, lo recibo gustoso en mi boca, no dejo ni una gota en su tranca, yo también me he corrido, mi bajo vientre está pringoso, supongo que el suelo también. Me levanto, nos abrazamos los tres y nos besamos, ha sido genial, me alegro de haber venido.

Me voy cansado pero contento, con promesa de repetir otro día, estoy seguro de eso, mis nuevos amigos son muy imaginativos y viciosos y volverán a utilizarme para sus juegos.

domingo, 3 de febrero de 2008

Ducha

J llegó cansadísimo a casa tras un duro día en el trabajo y se dejó caer en el sofá, agotado. M ya había preparado la cena, a pesar de que apenas hacía media hora que había llegado a casa tras su jornada laboral. Le esperaba tan solo con la blusa de su uniforme abierta, mostrando su escueta ropa interior negra y descalza, con su larga melena suelta y algo despeinada.
- Me voy para la ducha -le dijo ella.
Tras diez largos minutos abandonado en el sofá, sin fuerzas para moverse, oyó que M le llamaba desde el cuarto de baño:
- J, por favor, ven. Échame una mano con esto...
Se dirigió hacia alli, su mente puesta en tapones de gel atascados, esponjas por la espalda, toalla a la que no se llega... Pero el agua seguía corriendo... ¿qué querría? Cuando cruzó la puerta de la estancia, caldeadita por el vapor, ella le indicó desde la ducha que se quedara en el sitio donde estaba, mirándola a través de la mampara de cristal transparente. Así lo hizo, sorprendido, con una sonrisa picarona, contemplando extasiado como M se acariciaba bajo el agua caliente para él, cómo el blanco jabón resbalaba por su piel húmeda como una tremenda corrida y ella se frotaba con esa leche, lentamente, con una mirada provocadora, abriendo su boca bajo el chorro de agua, sus labios y su cuerpo voluptuosos por el calor y el deseo.
- Desnúdate - le ordenó M.
- Ya me he duchado en el trabajo...
- No quiero que te metas aquí conmigo, quiero ver tu cuerpo, ver cómo te tocas mirándome y cómo te excitas...
J obedeció, recostado contra la pared, y ya desnudo, empezó por tirarse el pelo hacia atrás, una forma de mostrarle sus musculados brazos, bajó por su cuello, pecho, vientre, recorriendo su cuerpo muy despacio para ella, sabiendo lo mucho que a M le gustaban sus manos grandes y fuertes, mostrándose muy sexual y clavando sus ojos claros en los de ella, un juego de miradas lleno de promesas lujuriosas, llegó a sus muslos, rozando casi como por descuido la incipiente erección que palpitaba desafiante para luego agarrarla y comenzar poco a poco a trajinársela. M abrió bien sus piernas y comenzó a masturbarse entre gemidos, exhibiéndose para él y deleitándose en las caricias de su tentador compañero de piso. J no podia dejar de contemplar sus brillantes pechos cubiertos de gotas que resbalaban por su vientre hacia su vulva hinchada, la cara de viciosa, la forma en que su boca entreabierta le reclamaba, hambrienta.Ella cerró el grifo y, tras sacudir salvajemente su melena mojada, se cubrió con un albornoz azúl que tenía a mano. Sin cerrarlo y tras secarse lo justo, empujó a J hacia el vecino dormitorio, fundidos en un libidinoso beso y lo echó sobre la cama, subiéndose a horcajadas sobre él. Se deshizo de su albornoz, deslizando su piel ligeramente húmeda y caliente sobre su chico, acariciándole con sus tetas, mojando su rostro con su cabello empapado, comiéndole la boca apasionadamente, susurrándole al oído lo mucho que lo deseaba. Bajó por su pecho, mojando su vientre con la lengua, jugando a rodear su ombligo, lamiendo sus muslos y sus huevos, para seguidamente tragarse toda su verga y darle el placer que él esperaba ansiosamente. Cuando sintió que ya estaba listo para más, volvió a sentarse sobre él, se introdujo su polla con pericia y empezó a moverse acompasamente, con fiereza, dominándolo, sujetando sus brazos para que no la tocara todavía, gimiendo de gusto, arañando su cuerpo. Él, librándose ya de sus manos, la sostuvo por la cintura, guiando sus movimientos. M se recogió el pelo a un lado y estrujándolo sobre su pecho dejó caer un buen chorro de agua fría.
- ¡Ah! ¡Que mala eres!...pero que buena estás -añadió J casi sin voz.
- Ponte tú encima -exigió M.
Complació sus deseos, levantando las piernas de la chica hasta sus hombros para clavársela muy a fondo. Se sentía sin respiración, jadeante por el esfuerzo a pesar de estar muy excitado, el agotamiento iba haciendo mella en sus fuerzas y ella no parecía cansarse nunca, gritando a cada embestida. Aunque la había visto muchas veces así de entregada al placer, le encantaba hacerla gozar tanto, así que se esforzó mucho más, agarrandola del cuello, ahogándola un poco. Notó con claridad las contracciones del orgasmo de M sacudiendo su cuerpo, se la hundió toda dentro y se quedó muy quieto, disfrutando del momento.
- Qué bueno, eh? - afirmó a su oído, con voz de malo. Ella contestó sin abrir los ojos con un leve gemido. Sí, había sido muy bueno. Rió entre dientes, satisfecho.
- ¡Sigue, sigue!... ¡Hasta que no te corras, no cenas! - amenazó entre risas M, retomando el control, atrapándole entre sus piernas, tirando de él.Continuó con violencia, acariciando su clítoris mientras se la metía una y otra vez, y ella se deshacía, el coño empapado de sus fluidos, sudor y agua, chorreándole por las nalgas. Al cabo de un momento le estaba suplicando que se detuviera, que ya tenía bastante, que se corriera, que no podía soportar tanto placer, pero con la boquita pequeña, en realidad era sólo un juego de provocación, le había enntregado el mando de la situación, rindiéndose a él.
- ¿No querías que te follara, perra? ¡Pues ahora te aguantas!
Se dejó caer sobre su cuerpo, haciéndole sentir todo su peso, los dos cubiertos de sudor, el corazón palpitando con tanta fuerza que parecía que se le fuera a escapar. J gemía junto al oído de ella, agarrado a sus cabellos mojados, notando que llegaba al límite.
- ¡Por favor, no hagas eso! ¡Sabes que me vuelves loca cuando te pones así! -sollozaba M, abrazándose a su espalda con pasión, sujetando su culo con ambas manos y obligándole a ir más rápido.Sintió que ya no podía aguantar más, la intensidad del orgasmo le hizo gritar, el tibio esperma manando de su polla con violencia, abandonándose sobre su chica que lo acariciaba dulcemente y besaba su cuello mientras susurraba "así, así, lléname toda, dame tu leche..."
- Tendremos que ducharnos otra vez... -añadió M en tono pícaro minutos más tarde, mientras reposaban abrazados uno junto al otro.
- Tú primera, que no me fío de ti... - contestó J con una sonrisa y un guiño.