domingo, 16 de marzo de 2008

Guerra


Él está sentado completamente desnudo en el borde de la cama. Yo estoy detrás de él, con un vestido rojo vaporoso y transparente. Contemplo su reflejo en el espejo que hay frente a nosotros. Nadie diría que es lo que es, que somos lo que somos. Ahora mismo sólo somos unos amantes más en una habitación de hotel en esta Tierra de Nadie. Dispuestos a dar guerra. A luchar cuerpo a cuerpo hasta caer rendidos.

Empiezo a hacerle un pequeño masaje en los hombros, voy bajando por su espalda, acaricio el tatuaje de unas alas extendidas que la adorna y vuelvo a subir lentamente. Su cabeza va cayendo hacia adelante, los ojos cerrados, su nuca se me ofrece tentadora. Podría destrozarle, él lo sabe, yo lo se... pero no ahora, no aquí.
Lleva el pelo un poco largo, mis dedos se entremezclan con sus rizos rubio oscuro, subiendo hacia su coronilla y masajeando su cuero cabelludo. Sigo con la mano derecha mientras la izquierda vuelve a bajar por su cuello y acaricio su pecho, que se mueve acompasadamente con su respiración tranquila. Rozo suavemente su pezón izquierdo y bajo por su vientre, observando sus reacciones en el espejo.
Mi mano derecha ha ido directa hasta su cadera y ahora ambas manos recorren sus muslos hasta la rodilla y regreso por la cara interna, clavándole delicadamente las uñas de color rojo sangre y arañando esa piel tan sensible, produciéndole un agradable cosquilleo. Él piensa que voy hacia su sexo, que empieza a palpitar de impaciencia, pero en vez de eso, subo arañando sus ingles muy despacio, mis manos se vuelven caricia sobre los huesos de su cadera y la rodean para atrapar su culo y apretarlo. Recorro lentamente con la lengua muy húmeda su columna vertebral de abajo a arriba, su nuca se muestra tan vulnerable... y yo voy hacia ella... Peligroso. Sí, dulcemente peligroso.
Su imagen en el espejo parece tan infantil y entregada que me invade el deseo incontrolable de poseerle, de hacerle sufrir un poco, así que tiro de su pelo con fuerza hacia atrás, ladeando su cuello. Su cara muestra una expresión de sorpresa pero sigue con los ojos cerrados, su boca entreabierta, los labios jugosos y brillantes. Dejo un rastro de saliva en su cuello mientras agarro su polla y empiezo a masturbarlo. Él gime levemente, se deja llevar. Cuando su respiración se vuelve más rápida, clavo mis colmillos en su arteria y succiono su vida a grandes tragos. No se resiste, no tiene miedo. Su tranca está más dura que nunca, su espalda se arquea, mi cuerpo se acopla al suyo. No me lo voy a acabar y él lo sabe, quiero disfrutarlo mucho más, así que, cuando retiro mi beso mortal de su cuello, la herida se cierra inmediatamente. Es sólo un juego. Su sangre dentro de mi me hace sentir más viva, más cálida. Un precio justo por jugar conmigo. Una ventaja para los dos.
Susurro palabras calientes a su oído y juego con mi lengua en su oreja, mordiendo ligeramente su lóbulo. Le hago estirarse. Se que ahora se encuentra como cuando uno a bebido en exceso pero no está borracho todavía, ese punto algo mareado pero lúcido en que todo parece divertido. Mi mano sigue trabajando su polla que está muy mojada. Lamo su pecho, me entretengo en sus pezones, atrapándolos con mis dientes, hasta el límite del dolor, mientras la punta de mi lengua le hace cosquillas. Su costado es muy sensible, me divierte torturarle así, con caricias y besos que le hacen estremecer, acaricio su bajo vientre y lleno su ombligo de saliva, antes de dedicarme por completo a su verga.
El permanece apoyado en sus codos, la cabeza cae hacia atrás, mi brazo izquierdo extendido sobre él, acariciando su cuerpo mientras mi cabeza sube y baja entre sus piernas abiertas, proporcionándole placer.
Su mano se cierra en mi pelo y me hace levantar un poco para mirarnos a los ojos. Son tan azules que por un momento casi me olvido de quienes somos, de lo que hacemos fuera de aquí. Formamos parte de una contienda milenaria, aunque hoy follemos, nunca seremos amigos. De vez en cuando, necesitamos una tregua. Si nos encontráramos en el campo de batalla, no habría piedad. Pero en este momento sólo existe un deseo intenso...

Me acerca a su boca, un beso largo y apasionado, me toma de la cintura, girando para atraparme bajo el peso de su cuerpo, desata la cinta que cierra mi vestido y acaricia mis pechos.
No quiero que sea tan dulce, lo quiero salvaje, pero él va lento, me tortura con su amor, sus besos me recorren, deseo más... más caña, más sexo puro y duro, lujurioso, descarnado... Busco sus manos, chupo sus dedos de forma provocadora, él acaricia mis labios...
Grito, de impaciencia, de deseo...
Siento su verga entrar en mi muy suavemente, estoy empapada, comienzo a moverme, atrapándole entre mis piernas, quiero ir más rápido pero él no me deja, me obliga a ir poco a poco, todo mi cuerpo tiembla, araño sus brazos, le miro con fiereza. Le encanta follarme. Me encanta follármelo. Es la transgresión lo que nos excita. Saber que no deberíamos estar juntos, saber que no deberíamos estar haciendo esto.
Nos mordemos la boca, el ritmo se acelera. Sujeto su trasero con las dos manos, atrayéndolo hacia mi. Muy adentro. Muy caliente. Lo más cerca que estará nunca del Infierno.
Veo dos lineas blancas de luz aparecer a su espalda y, antes de que me haya dado cuenta, sus alas celestiales se han desplegado en toda su magnificencia, son brillantes, me ciegan. Su sola visión hace que me corra de gusto, porque se lo que viene ahora. Su cuerpo se tensa, siento que él también se corre dentro de mi, es tan hermoso, que casi me hace llorar. Glorioso. Lo más cerca que estaré nunca del Paraíso.
Yo nací para el Pecado, tú para el Amor, yo soy carnal, tú espiritual.... Es justo que nuestra tregua sea en el sexo. Mi amante, mi enemigo. Guerra en la cama, lo que más me gusta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que te diga lo que pasa por mi mente... uhmmmm... buffff... pues que siempre consigues que se me levante, que me sitúe allí imaginando lo que describes, que me gusta las cosas que imaginas... ¡¡¡¡¡y que sigas haciéndolo por mucho tiempo!!!!!

Besos guapísima,
tTiger