domingo, 27 de enero de 2008

Masaje

La habitación está en penumbra, el ambiente es cálido, una vela roja parpadea sobre una mesita. Una música envolvente y muy relajante me hace soñar con lugares lejanos y exóticos.
Estoy desnuda, tapada simplemente con una toalla, estirada boca abajo sobre otro montón de toallas que Eli ha puesto en el suelo. Ella es peruana, tiene un cuerpo de infarto, es muy morena de piel y tiene un precioso cabello largo y rizado, ojos muy oscuros y unos labios gruesos y tentadores. Me ha dejado aquí tumbada mientras iba a ponerse cómoda al cuarto vecino.
Hace tiempo que somos amigas y como está haciendo un cursillo para aprender a hacer masajes me ha pedido que sea su "conejillo de indias" para practicar y claro, yo encantada de ayudarla y llevarme un masaje gratis. Además siempre he sentido cierta atracción por ella y no he podido resistir la morbosa tentación.

Vuelve ataviada con una camiseta larga de tirantes y unas braguitas y pronto está a mi lado, untandose las manos con el aceite, calentándolo entre ellas. Empieza por una de mis piernas, frotándola con energia, luego más suavemente. Le dedica tiempo y ganas antes de pasar a la otra y repetir movimientos.

Luego viene el turno de la espalda, hombros y cuello. Me pide permiso para sentarse sobre mi y lo hace suavemente sobre mis muslos. Siento el roce de su cuerpo y me recorre un escalofrío. Estoy en la gloria, casi a punto de quedarme dormida de tan relajada pero con una extraña vibración en mis entrañas. Sus dedos son como plumas que me recorren, rozando el límite de las cosquillas, casi insoportable. Eli vuelve a colocarse a mi lado. Sus manos van bajando por mi espalda y comienza a masajearme el culo.

Me siento temblar, esto no me lo esperaba, la verdad, es muy agradable, me voy sintiendo cada vez más excitada, deseando que sus manos lleguen al centro de mi calor, y así va sucediendo, poco a poco. Sus caricias se hacen más intensas, sus dedos penetran entre mis piernas y rozan mis ingles, la cara interna de mis muslos, mi coño humedo, mi clítoris, levemente, con suavidad, como una prueba a ver si me quejo o me dejo.

Me voy abriendo para permitirle seguir. Me estoy poniendo frenética, quiero más, la respiración agitada, mis manos aferran la toalla. Noto sus labios y su lengua recorrer el punto donde se une el culo a la pierna, adentrandose cada vez más hacia mi sexo palpitante.
Pronto sus dedos están dándome placer mientras su lengua entra dentro de mi, yo ya gimo sin control, llamándola. Ella no deja de provocarme con su voz de acento suave. Me cuenta que siempre me ha deseado y que esto no era más que una excusa para poder tenerme allí desnuda, tocarme más intimamente sin temor, me describe lo caliente y mojada que estoy, sus dedos me tocan de forma experta, y yo me dejo llevar...

Cuando hace que me corra, me pongo boca arriba y ella se tumba sobre mi, desprendiéndose de su ropa y comenzamos a besarnos y manosearnos las tetas, mordiéndonos y chupandonos los pezones la una a la otra, frotando nuestros cuerpos la una contra la otra hasta que ella también está gritando de placer, con mis dedos follando su coño peludito, todo abierto para mi, jugoso, chorreando de sus fluidos.

La hago tumbarse. Bajo por su pecho hasta alli y uso mi lengua hasta que no puede más y se corre, agarrandome del pelo para que siga lamiendo mientras se mueve sin parar. Luego nos estiramos juntas, abrazadas, compartiendo algún beso suave, profundo y muy tierno.

sábado, 26 de enero de 2008

La sorpresa de Sergio

Sergio me llamó a mediodía para avisarme que pasaría a buscarme esa tarde. Me indicó con claridad y firmeza qué ropa deseaba que llevara puesta y me pidió que no hiciera preguntas al respecto, que era una sorpresa.

Así que allí estaba yo, en la portería de casa, esperando ver aparecer su coche, con una blusa blanca camisera que se ajustaba reveladora a mis curvas y una falda negra tableada muy corta, la larga melena pelirroja suelta, cual inocente colegiala que sin querer resulta explosiva, con unos altísimos zapatos de tacón que hacían mis piernas más largas y estilizadas y sin ropa interior, lo que me hacía sentir mariposas en el estómago, expuesta a las lascivas miradas y algún que otro comentario de los transeúntes que pasaban ante mi. El ambiente era cálido aquella tarde de Septiembre, pero a pesar de eso mis pezones se insinuaban a través de la blanca tela y yo manoseaba nerviosamente el borde de mi falda, temerosa de que alguna corriente de aire dejara al descubierto mi secreto.

Una vez dentro de su coche, Sergio me preguntó con una sonrisa pícara si había seguido todas sus instrucciones, mientras acariciaba suavemente mi rodilla, las yemas de sus dedos deslizándose en un roce muy lento hacia mi entrepierna para comprobar mi afirmación, pero sin llegar a tocar mi sexo, que vibraba anhelante de su contacto, dejándome caliente, con un suspiro atenazando mi pecho pero con una expresión feliz en mi cara, complacida con el reto, ansiosa por averiguar de qué iba su sorpresa.

Nuestro destino fue un sex-shop, lo que me dejó sumamente desconcertada, pues esperaba que me llevase a algún local de intercambio o a alguna habitación privada. Tras pasar unos minutos mirando los diversos juguetes y lencería, sintiendo el bulto que había crecido dentro de su pantalón rozarse contra mi trasero, sus fuertes manos sujetándose a mi cintura o intentando juguetonas acceder bajo mi falda, apartando mi cabello y besándome delicadamente por sorpresa en el cuello, haciéndome estremecer, haciendo comentarios sobre los diferentes objetos que llamaban nuestra atención, provocándonos, mirándonos y riendo, yo ya me sentía enferma de deseo.

Me fue guiando sin yo advertirlo hacia un pasillo más oscuro, casi oculto, con cabinas a ambos lados, unas cerradas de las que procedían voces y gemidos y otras abiertas, con un panel donde escoger entre varias películas para visionar en privado por un módico precio, pero no me hizo entrar en ninguna de ellas, sino que siguió hasta el fondo, hasta un vestíbulo entre dos cortinas de terciopelo negro. Una vez traspasadas, vi que estábamos en una pequeña sala de cine. Era realmente minúscula, casi un saloncito, con apenas seis filas de viejas butacas raídas, y en su enorme pantalla estaba siendo proyectada una película porno de corte convencional.

Recorrimos un pasillo lateral cogidos de la mano y nos sentamos en la primera fila, no estábamos allí para ver la película, ciertamente. Otros tres hombres estaban desperdigados por la pequeña estancia, escondidos en la penumbra, ocupados en procurarse su propio placer, pendientes de la acción en la pantalla hasta que yo entré. Pude notar claramente sus miradas siguiéndome, repasando mi cuerpo, deseándome, haciéndome sentir cohibida y a la vez excitada.

Los ojos de Sergio brillaban mientras me decía que confiara en él, que no permitiría que me pasara nada malo, que me dejara llevar. Sentado a mi lado, me hizo poner la pierna izquierda sobre las suyas, levantando mi falda, dejando a la vista mi entrepierna desnuda y rasurada, mi raja abierta y húmeda, su dedo corazón moviéndose con maestría sobre mi clítoris mientras me besaba apasionadamente, yo abriendo su camisa para jugar con los piercings en sus pezones que despiertan mi pasión. Cerré los ojos, sin poder reprimir mis gemidos, sabiendo que él me observaba con atención, que estaba disfrutando con mi placer y con la provocación de tentar a aquellos desconocidos y a mí me encantaba hacerle disfrutar, sintiéndome a la vez muy guarra y orgullosa.

Un susurro, un ligero movimiento a mi derecha me indicó que alguno de los hombres de la sala se había cambiado al asiento junto al mío para ver más de cerca lo que estábamos haciendo. Tras un intercambio de miradas, Sergio le indicó con un movimiento que adelante, que tenía permiso para tocarme también. Yo seguí con los ojos cerrados, notando cómo la calidez de una mano extraña acariciaba la cara interna de mi muslo derecho hasta llegar a mi coño empapado, cómo dos dedos gordezuelos se introducían muy lentamente y comenzaban a moverse dentro de mí, haciendo presión hacia arriba. Con su otra mano, llevó la mía hacia su bragueta abierta, haciéndome descubrir una tremenda erección bien lubricada, que empecé a trabajar acompasadamente mientras con la izquierda hacía lo propio con la de Sergio.

Pronto unas nuevas manos aparecieron, acariciando mi cuello desde atrás, tirando de mi cabeza, haciéndome arquear la espalda sobre el respaldo de la pequeña butaca, bajando a continuación por mi escote y desabotonando mi blusa, dejando al descubierto mis generosos pechos, atrapándolos, amasándolos, pellizcando mis pezones mientras una boca desconocida mordisqueaba mis labios y mi lengua jugaba con la suya, jadeando casi sin aliento, embargada de placer.
Sabiendo que estaba ya casi a punto de correrme, Sergio les hizo parar y a mí ponerme en pie ante él sobre una pequeña tarima acolchada delante de la pantalla. Allí acabó de quitarme la ropa, exhibiéndome ante ellos, que también fueron desnudándose sin apartar la vista de mí, manteniendo duras sus armas, dispuestos a usarlas en breve. Primero me hizo estirar boca arriba y aquellas cuatro bocas hambrientas recorrieron cada centímetro de mi anatomía, devorando cada rincón, dejando mi piel ardiente cubierta de brillantes caminos de saliva, hasta ver cómo mi cuerpo se tensaba, agarrada al cabello de alguno de ellos, alcanzando el esperado clímax, para luego apartarlos de mí y hacerme poner a cuatro patas, acariciándome como si fuera un bello animal de su propiedad, con un destello travieso de aprobación en su mirada.

Cual hábil director de escena, situó a sus actores a mí alrededor y así me encontré con una enorme verga que se bamboleaba húmeda ante mi cara y que comencé a chupar con deleite a la vez que sentía como alguien separaba mis nalgas y hundía su cara entre mis piernas, lamiendo con fuerza mi coño chorreante y un tercero se apoderaba de mi mano derecha para ser masturbado por ella mientras me agarraba las tetas hasta hacerme daño. Sergio me cogía por el pelo arrodillado a mi lado mientras susurraba a mi oído todos los insultos, palabras sucias y ordenes que sabía me vuelven loca.

El de atrás empleaba su lengua viciosa para jugar en mi ano y me iba introduciendo un dedo para dilatarlo, hasta que lo vio preparado para su pollón. Un destello rojo de ardiente dolor me traspasó al recibirlo dentro de mí, haciéndome gritar, pero con unos cuantos empujones empezó a transformarse en un placer intenso. El que me sobaba las tetas me penetró con su pulgar, en el palpitar de su polla entre mis dedos podía sentir cuánto le estaba excitando el notar a través de la delgada piel que los separaba las feroces embestidas dentro de mi culo. Mi boca no daba descanso a las dos enhiestas trancas que pugnaban por ser tragadas, la de Sergio y la del tercer extraño, bañándolas juntas en mi saliva caliente, succionándolas y lamiendo sus huevos, siendo acariciada sin cesar por sus manos voraces de mi piel.

El de atrás tiró de mis caderas, arrastrándome con él, haciéndome cambiar de posición sin sacarla de mi culo, él estirado en el suelo y yo sentada sobre su polla, las piernas muy abiertas mostrando el hinchado esplendor de mi vulva cubierta de jugos. Sergio y sus dos compañeros fueron turnándose a follarme, mientras uno me la metía hasta el fondo, otro me hacía seguir comiéndosela y el tercero se tocaba y me tocaba, disfrutando de la visión de nuestros cuerpos desnudos y mojados de sudor, dejándonos llevar por nuestros sentidos sin medida y sin pudor.

Me estaba volviendo loca de gusto al oír sus voces emplear un tono rudo conmigo, exigiendo más, los gemidos de aquellos cuatro hombres diciéndome cuánto les estaba gustando lo que les hacía y me hacían. Un orgasmo brutal sacudió mi cuerpo de nuevo al ser penetrada por Sergio y notar un mordisco suyo en mi hombro, sabiendo en ese momento que ya le pertenecía más allá de lo físico, que estaba a merced de sus deseos, que podía hacer de mí cuanto quisiera. Me abrace fuerte a él, hincándole las uñas en sus nalgas para que empujara más, pero él seguía clavándomela sin prisa, sintiendo el deseo latiendo en mis entrañas, haciéndome casi perder el sentido, nuestras miradas conectadas por un instante, cómplices.

Alguien sujetaba ahora mis muñecas con firmeza, unos dedos acariciaban mis labios para ser lamidos, otros se enredaban en mi melena, varias voces me pedían con vehemencia que volviera a correrme y yo no pude evitar el obedecerlas, entre temblores. El que me tenía ensartada por detrás nos informó de que ya no podía más, me hicieron quedar de rodillas mientras me rodeaban en círculo, meneándoselas, cuatro buenas pollas apuntándome. Se corrió sobre mi pecho, salpicándome la cara, cubriéndome de una generosa cantidad de crema blanca de olor intenso y a continuación sentí llover más lechadas tibias sobre mí, mojando mi pelo, mis manos, mi boca abierta para recibirlas, resbalando por mi vientre, y agarrándolas una por una fui limpiando las cuatro trancas con mi lengua, agradeciendo su buen servicio con un último beso.

El dueño del local entró en la sala, saludó amistosamente a Sergio y me acercó una toalla limpia mientras los tres hombres se vestían y se iban marchando con un breve gesto de despedida. Llevaba casi desde el principio espiándonos desde las cortinas y no había dejado pasar a nadie más para que no nos molestaran. Me di cuenta entonces de que probablemente ya estaba todo pactado desde mucho antes, el lugar, los participantes tenían su visto bueno, Sergio me había preparado aquella sorpresa sabiendo que el estar una chica con varios hombres era una de nuestras fantasías predilectas y ahora ya la habíamos llevado a cabo juntos.
Volvimos al coche abrazados, cansados pero alegres. La noche comenzaba y aún era pronto para decidir. Nos daríamos una ducha juntos, una deliciosa cena casera bañada con la música adecuada y aderezada con una buena conversación, posiblemente repasando los detalles del encuentro y casi con seguridad volveríamos a estar a punto para dar rienda suelta a nuestros deseos.

Este cuento fue escrito especialmente para Sergio T.M., MI VICIO!!, como regalo de cumpleaños... Besitos, te quiero, mi niño!!

Máquina

Soy la ayudante de un "científico loco" de esos que inventan máquinas imposibles. Hace tiempo que estoy loca por él, pero nunca se lo he confesado ni se lo he insinuado aunque alguna vez me ha parecido ver un atisbo de interés en sus ojos.

Le he estado ayudando a montar una máquina muy curiosa y ahora me dispongo a hacer la primera prueba para saber si es viable y qué se ha de mejorar.
Llevo un albornoz blanco, debajo nada en absoluto. Estoy nerviosa, también por tener que exhibirme desnuda ante él, que teclea ordenes ante su consola de ordenador y controla un panel lleno de luces brillantes y varios monitores. Me estiro en una plataforma en el centro de la sala. Él me ayuda a colocar las piernas en unos soportes a cada lado de la plataforma, todo mi sexo queda muy expuesto, abierto. Me siento un poco avergonzada, estoy muy mojada. Él ata mis muslos y pantorrillas con unas cintas negras de velcro para que no las mueva en absoluto. Luego otras cintas van cruzando mi pecho, inmovilizando mis brazos. Cuando ya estoy toda sujeta, vuelve tras su pantalla y da comienzo a su experimento.

“Fase uno”. Las luces se vuelven tenues y un brazo metálico baja de algún lugar situado sobre mi cuerpo. El extremo de la punta que se dirige hacia mí es de algún material translucido, blando pero firme, muy flexible. Se detiene al tocar mi clítoris y entonces empieza a moverse, con suavidad pero con decisión. Me está masturbando con fría precisión, la presión y el movimiento adecuados. Experimento oleadas de placer, no puedo reprimir algún gemido, me lo está haciendo tan bien, casi como si fuera yo misma, con el morbo añadido de que no soy yo...

"Fase dos" anuncia mi científico. Otro brazo metálico se dirige hacia mi coño empapado, pero esta vez el tamaño es considerablemente más grande. Al estar tan mojado, no le cuesta nada introducirse hasta la profundidad correcta y moverse acompasadamente con el dedo que ya me folla. No puedo impedir moverme un poco siguiendo su vaivén. Ya gimo sin reparos, estoy súper excitada, me olvido de mis temores y me dejo llevar.

"Fase tres". Algo parecido a unas manos surgen de los laterales de la plataforma y se posicionan en mis tetas, las aprietan, las masajean, me pellizcan los pezones o me los acarician suavemente, sus movimientos son cambiantes, me están volviendo loca.

"Fase cuatro". Un chorro de lo que supongo es lubricante rocía mis nalgas y se introduce en mi ano. Voy sintiendo como otro dedo presiona en mi ojete y se va abriendo camino hacia dentro, al principio lentamente, luego se acopla al vaivén del que está en mi coño, se van alternando. Grito, duele un poco, luego el placer es indescriptible, siento que pierdo la cabeza. La maquina sigue follandome sin parar, estoy al límite, ya no puedo más de tan cachonda que estoy y me corro. Se lo hago saber a mi jefe entre jadeos. Para mi sorpresa, la máquina no se para, sino que sigue...

Miro hacia su puesto y lo veo junto a su consola, los ojos brillantes, no se pierde detalle. Se ha abierto la bata, se ha quitado los pantalones y está de pie, con una tremenda erección, masturbándose al verme así de poseída por su máquina. Se acerca despacio a mí, presiona alguna palanca y la plataforma que aguanta mi cabeza cae hacia atrás y queda colgando en el borde. Él se la menea ante mi boca y yo trato de pillársela con la lengua, así que me la mete y se la chupo con ganas.

Me la clava hasta la garganta mientras mira muy de cerca todo lo que su máquina me está haciendo, como entran y salen de mi cuerpo los dos émbolos, enormes pollones, me hace una paja y me toca las tetas, todo a la vez. Él acaricia mi vientre convulso, sube por mi pecho y presiona mi garganta. Sigo gimiendo con su polla en mi boca, siento otro orgasmo salvaje recorrer mi ser, él tambien se corre y su leche me resbala por la cara. Le suplico que la pare ya, que no puedo más.
Se dirige a su consola con esa intención, pero algo va mal, no puede hacerlo por más que lo intenta. Yo vuelvo a correrme, él me dice "así, pequeña, tú puedes, un poco más..." Consigo liberarme de mis ataduras, mi pelvis se mueve siguiendo las acometidas de la máquina, ahora soy yo la que no la deja parar, le pido más y más... hasta que empieza a soltar humo y pronto se detiene, definitivamente rota.

Mi científico viene a ayudarme a bajar de la plataforma y me envuelve en un abrazo con el albornoz. No parece enfadado por que me haya cargado su experimento. "Uff! ¡Tú sí que eres una máquina de follar, quien lo hubiera dicho!" me dice con una sonrisa. Creo que ahora sí se ha fijado en mi y lo que ha visto le ha gustado.

viernes, 25 de enero de 2008

Llop de cacera


El dijous gairebé el descobreix, espiant-la des de la vorera contraria de la Rambla d'Egara, quan ella sortia d'una coneguda botiga de roba que abans habia estat un cinema. La noia contemplava amb un sonriure deliciós el vestit vermell que s'acabava de comprar mentre caminava cap a la parada de l'autobus i, al girar-se per veure si ja arribava el 9, va topar amb la seva mirada. Ell es va fer el despistat, va continuar caminant com si tal cosa , una mica nerviós, però ella no li va donar més importància, va agafar el bus que just parava i va desaparèixer.


Havia començat a seguir-la un parell de dies abans, com que sabia on treballava, s'ho havia manegat per esbrinar on vivia i aquell matí l'havia esperada vigilant el seu portal fins que la va veure sortir i va fer via cap al centre de la ciutat, de compres.

La havia localitzada a Internet feia un mes, a una pàgina de contactes per adults, li va fer gràcia que fos de Terrassa com ell i va mirar el seu perfil, encuriosit. Les coses que explicava el van posar molt calent, li va agradar el seu estil desinhibit i alegre, tentador però sense vulgaritat, amb uns gustos sexuals molt afins als seus i li va enviar un missatge dient-li "hola, veïna!" però no va rebre contestació.

Quan va mirar les seves fotos més atentament, es va adonar que la cara li era molt familiar, que, de fet, la coneixia. Aquella pèl-roja exhuberant era una de les caixeres del super on ell anava a comprar en sortir de la feina. Mai s'havia fixat en ella mes que de passada, una noieta d'uns vint-i-cinc anys amb el cabell recollit en una cua i amb uniforme, com tantes d'altres.

Ara, quan anava a comprar, mai passava per la seva caixa, així la observaba en la distància, els seus gestos, els seus ulls ambarins, sentint com la seva passió li creixia entre les cames amb una palpitació sorda. Mai s'hauria imaginat que, sota aquella aparença innocent, s'amagava una petita fera, tant sensual i sexual, que sota aquell uniforme anodí hi hagués un cos tant voluptuós. Se sentia malalt de desig, volia fer-la seva, fer-la tremolar sota les seves empentes violentes, escoltar els seus gemecs de plaer, els seus crits de dolor... Es passava més temps del que calia voltant pels passadisos del super, fent veure que estudiava els productes dels prestatges, vigilant-la d'amagat, fins que ja semblava sospitós i amb un dolor gairebé físic havia de sortir i anar a casa, a pelar-se-la un cop i un altre. No podia deixar de pensar en ella.

A les nits tornava a mirar les seves fotos a l'ordinador i es masturbava imaginat-la posseïda per tres homes a la vegada, podia veure com la envoltaven a una petita habitació d'hotel i la grapejaven, treient-li la roba, acaronant la seva pell tan blanca i suau, potser una mica bruscament, un d'ells tibant dels seus llargs cabells de coure per inclinar el seu cap endarrera i fer-li un petó molt libidinós mentre jugava amb els seus pits turgents, els altres ajupint-se davant i darrera d'ella, ben oberta de cames, per assaborir el seu cony sucós i el seu cul amb unes llengües voraces, fent-la gemegar de gust.

Després era ella la que, de genolls, rendia pleitesia a les tres grans cigales que li eren oferides, treballant-les amb les mans, llepant-les i xuclant sense parar mentre aquells homes la insultaven i li donaven ordres sobre el que havia de fer. Se la imaginava al llit amb ells, dos fotent-li molta canya a la vegada pels seus forats ben humits sense deixar de mamar-se-la al tercer. S'escorria de seguida al somiar la seva dolça carona demudada pel plaer.

Un dia es va sorprendre de rebre contestació al seu correu i, després d'alguns mails divertits i provocadors entre ells, es van intercanviar els números de telèfon i van començar a enviar-se missatges calents i algunes fotos. Ell li va passar una del seu cos sense ensenyar-li la cara i a ella li va agradar, però davant de la seva insistència, li va acabar enviant una del seu rostre, antiga i que no es veia del tot bé, una mica temerós que el reconegués com el client del super.

Van quedar pel següent dissabte, al Parc Vallés, a la tarda gairebé nit, on tindrien força opcions per passar l'estona, ja que es una zona de restaurants i locals diversos.
Des de aleshores, havia començat a seguir-la pels carrers de la ciutat, éssent testimoni dels seus preparatius per la cita, com un llop solitari empaitant d'amagat la seva presa.

A la fi va arribar el gran dia. Ella l'esperava al davant dels cinemes amb sabates altes de taló i el seu nou vestit vermell. Aquest s'arrapava a les seves magnífiques corbes destacant les seves formes de rellotge de sorra, onejant amb la tèbia brisa estiuenca i, al contemplar-la, va sentir que els colors li pujaven a la cara i com una tibantor calenta al seu entrecuix.

Li va fer un acudit dolent sobre la Caputxeta i el llop i ella, rient, li va fer un parell de petons amistosos a les galtes i van anar a prendre un café. Ella no va donar indici d'haver-lo reconegut i es va quedar més tranquil.
Van passar una bona estona parlant de les seves vides i gustos, experiències passades. Obviament, ell no li va explicar com d'atemorides havien estat algunes de les seves ex-amants per les seves obsessions malaltisses i gustos peculiars, a alguna li havia fet mal de veritat però no es sentia culpable, dir-li això l'hauria espantat i res més lluny dels seus plans, ell que semblava tant bon home, alt i ben plantat, cabells foscos encara, amb alguna veta de plata, curts i ben cuidats, ulls verds i somriure perfecte, el gendre que tota mare voldria, amb una edat sensata i una bona feina.

La conversa es va anar tornant mes oberta i plena d'insinuacions i ell li va demanar si volia venir a casa seva. Ella va somriure complaïda i, amb els ulls molt brillants, va fer que sí amb el cap.

La va conduir fins el seu senzill pis sense ascensor a Ca N'Anglada. Li va fer la primera arrambada dintre el portal, només il.luminats pels fanals del carrer, devorant la seva boca amb ansia, deixant a les seves mans descobrir aquelles carns tant volgudes i ella li va respondre amb igual intensitat. Van anar pujant tres trams d'escales entre rialles i pessigades al cul rodó i apretat que es bambolejava davant els seus ulls famolencs.

Una vegada dintre el pis no va esperar ni a treure-li el vestit, el va apujar fins a la cintura i li va treure les calces amb violència, obligant-la a posar-se a quatre grapes al sofà i, abaixant-se d'un sol cop els pantalons i els calçotets fins els genolls, va clavar sense contemplacions aquella tremenda erecció a la seva figa xopa i anhelant, una cova calenta i segura pel seu animal. Ella panteixava clavant les ungles a la tapisseria. Tant desig acumulat li va fer acabar de seguida, però, conscient de que ella volia més, la va agafar en braços i la va portar al dormitori.

Es van acabar de treure tota la roba, entre carícies i petons ara mes dolços. Li va preguntar amb to misteriós si volia jugar amb ell a una cosa una mica arriscada. Ella es va mostrar disposada, sense atemorir-se pel fet que fossin dos estranys, i no va posar objeccions a ésser lligada amb unes manilles subjectes a un cinturó nuat al capçal del llit, ni a deixar-se tapar els ulls amb una bena negra.
Ell la va contemplar un moment aixì, amb un somriure torçat i ulls maquiavèlics, un somni fet realitat, el seu cos nu, tremolós, ofert a la seva voluntat. Ara podria fer-li el que li vingués de gust i ella no es podria defensar.

Va decidir llepar-la sencera, molt lentament, començant pels peus i pujant molt a poc a poc per les cames, fent-la patir en arribar a la cara interna de la cuixa, deixant la saliva regalimar al seu clítoris, observant les reaccions de la seva vulva molt vermella i inflada que s'obria per a ell; fent-li pessigolles amb la llengua i els llavis al ventre, al melic, fent via cap als durs mugrons rosats que apuntaven al sostre, mossegant-los suaument al principi, després atrapant-los entre els dits en un pessic dolorós i arribant amb la boca fins el seu tendre coll, que vibrava amb els batecs del seu cor, alternat llepades amb bones queixalades.

Les mans es movien acaronant la pell nacarada per tot arreu. Sense avís, la va penetrar amb dos dits i els va endinsar amb força. Va deixar anar unes quantes paraules gruixudes a la seva oida, amb veu profunda i calmada. Ella gemegava, cridava, es retorçava sota d'ell, disfrutant com mai, el seu cos es va tensar i va sentir un orgasme poderós atrapant els seus dits dintre el seu sexe amarat.
Ell ja tornava a estar preparat per l'acció, va apropar la seva fava a la boca de la noia i, agafant-la pels cabells la va obligar a tragar-la, marcant el ritme. Se sentia molt excitat, ella ho feia molt be. Quan va tenir suficient la va fer rodolar i li va fer un bon massatge al cul tan tentador amb el lubricant que guardava a la tauleta de nit, aprofundint al seu anus que es dilatava des¡tjós de les seves embranzides. La va empalar sense pietat entre crits de plaer, subjectant-la pels turmells, notava els ous mullats de tant com ella lubricava i, passant-li la ma per sota el cos, va començar a masturbar-la, deixant-li caure tot el seu pes a sobre l'esquena i va tornar a sentir com ella es corria i li suplicava que ell també ho fes, que ja no podia més. Li va contestar grollerament, i això va fer que la noia tingués un altre orgasme, però era parlar per parlar, perque ell també estava a punt i va deixar anar la lletada a sobre les seves natges, tacant-li l'esquena i fins i tot els cabells vermellosos.


La va lliurar de les atadures, es van netejar i assecar la suor i la va convidar a quedar-se a passar la nit, qui sap, va pensar, potser encara repetirien. Li envaia un extrany sentiment de felicitat, d'haver trobat quelcom especial. Quan la son l'anava guanyant, tant sols un pensament voltava el seu cap: tancar-la amb ell, no deixar-la sortir mai, només seva, seva per sempre...

Era molt passada la mitjanit quan es va despertar. La llum de la lluna plena il.luminava l'habitació. Es tornava a sentir molt calent, ella l'estava tocant mentre ell dormia, contemplant inquieta amb els seus grans ulls com el seu mànec responia a les carícies, aumentant de tamany, omplint-se de sang. Es va asseure a sobre d'ell, ficant-se'l tot dintre i cavalcant-lo, esgarrapant-li el pit, movent-se amb precisió fins assolir el clímax i després es va deixar caure, sentia el seu alé sobre l'espatlla esquerre.
Va provar de abraçar-la, però la noia no el va deixar, subjectant els seus canells amb força per sobre el cap. Ara era ella qui el dominava. Per un moment li havia semblat que el seu cos havia cambiat, ara era més fibrós i musculat, la seva pell més dura, però això no era possible...Devia estar encara mig adormit. Ella seguia movent-se a bon ritme i va deixar de pensar, només existia pel seu plaer, es va entregar, abandonant-se a ella i no va trigar gaire a corre's un altre cop.
Mentre el seu semen sortia a borbotons, va sentir un intens dolor al coll que el desgarraba. Va provar de lluitar pero ja era massa tard i, mentre es desagnava va veure transformar-se la seva última amiga a la forma d'una lloba blanca que no pensava esperar a que estigués del tot mort per començar a devorar-lo, volia cridar però la seva gola era plena de sang i només li va sortir un gorgoteig apagat.

Sortint de la dutxa, la pèl-roja va contemplar la seva destrossa. Feia molt de temps que l'estudiava: un home solter, de mitjana edat, amb un passat de maltractament a dones, sense amistats, que vivia sol; ningú el trobaria a faltar, potser només notarien la seva absència a la feina, però trigarien temps perque ara estava de vacances. Era la victima perfecta per la seva metamorfosi amb la lluna plena, per calmar un temps la seva fam de carn. Havia buscat feina a un lloc on ell la veiés, va buscar els canals adequats per contactar, es va deixar espiar, donant-li confiança, fins arribar a l'encontre. S'ho havia passat d'allò més bé. La cacera havia estat un èxit.
I el sexe també li havia agradat, llàstima de no poder repetir un altre dia però, va pensar amb sarcasme, alguna cosa s'enduia d'ell, molt a dintre seu. Es va arreglar i va sortir sense que ningú la veiés, deixant la finestra de la habitació ben oberta i es va perdre per una Terrassa de diumenge, encara adormida, entre les primerenques llums del dia.

Quan setmanes després van trobar els seus restes putrefactes no van sospitar res estrany, un suicidi i la natura i l'estiu havien fet la resta. Només es van preguntar, entre rialles, a qui devien pertànyer aquelles calcetes vermelles oblidades al sofà.

Este cuento fue creado para participar en el concurso de relatos de Terrassaerotica.cat, por eso es en catalán y pasa en Terrassa, dos elementos imprescindibles en las bases del concurso. No gané, pero conocí a Conrad Son, a Evita de Luna y a todos los que les acompañan, participé en el documental "Catalanes i Calentes" y, por tanto, puedo decir con orgullo que gané mucho más de lo que perdí. Besos wapis!.

miércoles, 23 de enero de 2008

Domingo (Historia de una paja)

Domingo por la mañana.

Es temprano aunque hace rato que ha salido el sol y yo estoy tumbada a los pies de la cama, escribiendo frenéticamente en mi libreta un relato erótico. Hace ya casi una hora que me desperté caliente, con las imagenes de la noche anterior en mi mente y trato de plasmarlas para recordarlas siempre y para que otros puedan disfrutarlas a través de mi.

Tú duermes en el lado derecho de la cama, de costado, tu brazo izquierdo reposa completamente extendido sobre mi almohada. Dejo descansar mi historia en la mesilla de noche y me tumbo boca arriba a media cama, me estiro en un bostezo.

Mis muñecas han quedado sobre tu mano abierta y eso despierta de nuevo mi febril fantasía. Te imagino sujetándolas con fuerza, quizás inmovilizadas de antemano con unas esposas, sí, eso estaría muy bien... Suspiro.

Junto las piernas, las restriego una contra la otra, erotizándome.
Mi muñeca izquierda se queda ahí, apoyada en tu palma entreabierta, mientras mi mano derecha baja por mi pecho, simulando ser la tuya, acariciándome con deleite, en mi sueño me observas atentamente, excitándote con mi cuerpo a tu merced, tan deseoso de tus caricias. Tu mano derecha realmente está junto a mi cintura, la atrapo en mi camino descendente y la guío por mi piel, dejándola descansar sobre mi pubis.

Comienzo a masturbarme, sintiendo el calor y la presión del peso de tu mano en mi bajovientre, imaginando que es ella la que me lo está haciendo, tu boca muy cercana a mi oreja, susrrando con voz profunda: "así, putita, muévete... Te gusta, eh?, ¡que mojada estás!... Quiero ver cómo te corres"...
Siento tu aliento cálido en mi cuello, daría lo que fuera por que me lo comieras a besos, sabes que cuando lo haces pierdo el control y eso te encanta. Pero ahora quieres hacerme sufrir.

Mi coño está empapado, palpitante, mis dedos se mueven con precisión sobre mi clítoris, el agradable pequeño dolor de tu ausencia en mi interior, quiero meterme los dedos muy adentro pero lo voy demorando, retardando, posponiendo...

Tu mano izquierda se ha ido cerrando sobre mi muñeca en tu dormir, eso le da realismo a mi fantasía y ahogo un gemido en mi antebrazo. Estoy jadeando, la boca se me seca y me paso la lengua por los labios para humedecerlos. Si ahora te despertaras y me encontraras así, ¿te gustaría?, ¿qué me dirías?

Tengo los ojos cerrados, fantaseando con que en realidad estas haciendo ver que sigues dormido, divertido con lo que estoy haciendo, tu mano bajará en cualquier momento y me penetrarás con tus dedos. Los imagino entrando y saliendo de mi, cubiertos de fluidos blanquecinos, mis músculos vaginales se contraen intentando atraparlos, mis caderas suben y bajan al compás, tanto en mi cabeza como en la realidad. ¡Tu mano está tan caliente! ¡Deseo tanto que lo hagas! Eso me hace ir más deprisa, tu voz en mi sueño sigue diciéndome: " así, así, muévete, córrete para mi"...

Pero justo cuando voy a conseguirlo, te remueves en tu sueño, te giras, sueltas mi muñeca y te apartas de mi vientre, me dejas toda caliente, chorreando, un poco mosqueada porque de verdad seguías dormido.

Te muerdo en el brazo y te despiertas sobresaltado. "¡Bruja!", me dices cariñosamente "¿Qué hora es?... ¡Aún es muy pronto! ¡Que es domingo!...".
No se si explicarte lo que ha pasado y que acabes con el ansia que me ha quedado entre las piernas o disfrutar un poco más de esta pequeña tortura. Me tumbo boca abajo y agarrando de nuevo mi libreta y boli, empiezo una hoja nueva y relato minuciosamente todo lo que acaba de suceder. Todavía me siento muy excitada, así que me meto un dedo mientras escribo y mi coño lo succiona como si fuera un bebé mamando. Resoplo.
Si no lo voy a acabar, mejor lo dejo ya en paz, pienso.

Tú te rascas la espalda, compungido, intentando decidir si sigues durmiendo o te levantas ya. Optas por una rápida visita al baño, me diriges una mirada de soslayo y me preguntas qué escribo. Contesto que las cosas que te he estado haciendo mientras dormías. "¿Has abusado mucho de mi?" me dices riendo.
Ocupo tu sitio en la cama, aún con la tibieza de tu cuerpo, pues está más cerca de la puerta y así me escucharás con más claridad. Comienzo a explicarte con todo detalle lo cachonda que me he puesto, las cosas que me imaginaba que me hacías...

Cuando vuelves, te estiras a mi lado, escuchándome, ocupando mi anterior sitio, diría que he conseguido despertarte del todo, que te gusta lo que oyes.
Me vas acariciando el culo mientras nos miramos fijamente, tu mano se decide a bajar por entre mis muslos entreabiertos y me encuentras aún muy mojada.

Un dedo va entrando muy despacio, dejo de hablar, me estoy volviendo loca de gusto, es justo lo que deseaba que hicieras. Ya he perdido el bolígrafo pero no me importa, ya lo buscaré luego, gimo sobre el colchón, las piernas bien abiertas ahora, te has medio tumbado sobre mi, tu otra mano se abre camino bajo mi cuerpo y encuentra mi clítoris hinchado, me masturbas con fuerza. "Voy a darte un buen final para tu cuento".

Me aferro a los barrotes de la cama, continuando mi fantasía de estar inmovilizada, tus manos saben bien lo que buscan, se adaptan perfectamente a mis movimientos, me muerdes suavemente en el hombro, me susurras las cosas que deseo escuchar y por fin lo siento llegar.

Tanto dilatar el orgasmo hace que sea muy intenso, pierdo el mundo de vista, ya no se ni quien soy, todo se vuelve naranja brillante. Tus dedos se clavan profundamente sintiendo mi corrida y luego me relajo, me abandono, disfrutando de las sensaciones.
Me rio, satisfecha. Nos quedamos en la cama, tranquilos. Ya te recompensaré y escribiré este dulce final más tarde, no hay prisa, después de todo, es domingo.