domingo, 21 de abril de 2013

Nocturno



Deambulo entre la gente, que baila y charla animadamente a mi alrededor. La  fiesta que hemos organizado en una preciosa torre modernista a las afueras de Barcelona está siendo todo un éxito. La noche primaveral tiene una temperatura perfecta, lo que hace que los invitados se distribuyan tanto por la mansión bellamente iluminada, como por los exuberantes jardines que la rodean y que dan a esta villa ese aire romántico e íntimo que nos hizo escogerla para la reunión de nuestro Club Liberal.

Miradas aprobadoras siguen el rastro de mi vestido negro, tan elegante, pero la mía está fijada en Sam, al otro lado del salón. Mis pasos me llevan inexorablemente hacia ella, que finge no haberme visto y se hace la disimulada. Cuando paso a su lado, soy yo la que la ignora a propósito, dejándola confusa, peinándo con sus dedos su corto cabello negro, como si con eso pudiera borrar mi imagen de su mente y los recuerdos que evoca.

Le lanzo una última mirada por encima del hombro, prometedora de placeres, mientras abro la cristalera. La veo morderse el labio inferior, pensativa, en un gesto que conozco bien, con la duda reflejada en sus ojos, tan verdes. 

Salgo a la balconada que se alza sobre los jardines y, apoyada en la balaustrada de piedra, contemplo los cuerpos desnudos de los que juegan en la piscina brillantemente iluminada, oigo sus alegres y despreocupados chapoteos  mientras la sonrisa de la Luna, en cuarto creciente, nos da su visto bueno desde el cielo despejado.

En un rincón del balcón, una pareja se abraza y comparte besos, murmullos y caricias, pero no se incomodan ante mi presencia. Al contrario, parece que les excita todavía más. Oigo la cristalera abrirse tras de mí y unos pasos que se acercan. No necesito volverme para saber quién es. Sonrío para mis adentros. Sabía que Sam no podría resistirse y terminaría siguiendo mis pasos. 

Su cuerpo se acopla al mío, siento el roce de su camisa en mi espalda desnuda, la presión de su pelvis contra mi trasero. Sus manos se apoyan en la balaustrada, junto a las mías, rodeándome en un abrazo abierto que me deja sin escapatoria. Lentamente, como poniéndome a prueba, sus dedos se deslizan sobre mis brazos, subiendo en una tenue caricia que me estremece, hasta llegar a mis hombros. Aparta suavemente mi melena, dejando mi nuca al descubierto, donde ella sabe que está el tatuaje con su inicial, huella de un amor que nos unió hace tiempo, al que nunca hemos acabado de renunciar.

Noto la humedad de su lengua dejar un rastro sobre mi columna. Escalofríos de placer me recorren y cierro los ojos, con la respiración acelerada, sintiendo mi coño palpitar de impaciencia. Su aliento cálido en mi cuello me está volviendo loca.  Me rodea en un abrazo fuerte, sus manos tantean mis pechos, 
oprimiéndolos con intensidad pero sin violencia. Mis pezones responden poniéndose tan duros que duelen. 

Me giro levemente y nuestras bocas se buscan con timidez. Su mano en mi cara es suave y fresca en contraste con mis mejillas ardientes.  Su saliva es un dulce néctar que recordaba bien. Sus dedos se pierden entre mis cabellos y, con un firme tirón, hace que nuestro beso se rompa. Se me escapa un gemido. Me contempla triunfante, pues mis labios entreabiertos y mi mirada le están pidiendo más.

Sus manos se deslizan por mis curvas, bellamente adornadas por el lujoso vestido de fiesta, bajando hasta mis caderas y la parte lateral de mis muslos. Sus dedos toman y aprietan todo ese territorio que ya sabe suyo. Me encanta la sensación de sus yemas clavándose en mi carne. Me empuja, atrapándome entre la fría piedra de la barandilla y el calor que desprende su cuerpo y yo me dejo hacer. Su rodilla derecha se introduce entre mis piernas, separándolas ligeramente, para dejar paso a sus juguetones dedos que, apartando mi ropa interior, se abren paso hasta mi sexo mojado por el deseo. Su mano izquierda me toma por el frente, rozando apenas mi clítoris sobre la tela de la ropa, mientras mis caderas van y vienen entre las dos manos, buscando todo el placer que otorgan.

Las siento perderse bajo mi vestido. Sus pulgares se enganchan a mis bragas, que ya solo estorban y las arrastra, en una larga caricia por mis piernas, hasta quedar abandonadas en el suelo. Su voz, apenas un susurro junto a mi oído, me tienta con un “¿nos vamos?”, al que ya sabe que accederé.

Bajamos corriendo, cogidas de la mano, por la impresionante escalinata que conduce a los jardines y nos perdemos entre la espesura de uno de sus bosquecillos. Llevo los zapatos en la mano, feliz de sentir el cosquilleo de la hierba entre los dedos de mis pies y de tenerla a ella a mi lado.

Me escapo y corro entre los árboles. Comenzamos un juego de persecución, en el que ambas somos cazador y presa al mismo tiempo, disfrutando de darle tiempo a nuestras ganas, provocándonos la una a la otra y riendo a carcajadas.

Sam me atrapa contra un gran tronco, dominante y ansiosa. Nuestros besos se vuelven cada vez más desesperados y ardientes, sintiendo que toda la ropa nos está de más. A nuestro alrededor se escuchan estimulantes gemidos de otras personas, ocultas a nuestra vista, que están follando ya, pero sabemos que no seremos molestadas ni escandalizaremos a nadie que pudiera pasar por allí. 

Le quito la camisa, deseosa de disfrutar de nuevo de sus tetas pequeñas y perfectas. Las estrujo, las beso, juego con mi lengua rugosa en sus pezoncillos desafiantes. Ella se entrega a mí, sujeta a mi pelo, con los ojos cerrados y la voz enronquecida atrapada en su garganta, hacia donde subo, mordiendo y besando por igual, deleitándome en el aroma de su cabello, para acabar de nuevo en su dulce boca, buscando a la vez, dentro de su pantalón, el contacto con su coñito estrecho y lampiño que ya está chorreante.

Mi vestido va cayendo hasta reposar a mis pies, siento sus manos apretar mi cintura y sus labios acariciar mi vientre, deslizándose a continuación entre mis muslos para besar esos otros labios que la esperan. Casi desnuda y  arrodillada ante mí, Sam usa su lengua para jugar con mi clítoris, sabedora de mis gustos, de mis tiempos y respuestas, del significado de cada gemido, grito y suspiro. 

Mi cuerpo tiembla y se retuerce. Me aferro al árbol que me sostiene, pero acabamos cayendo ambas hasta el suelo, que nos acoge blandamente con sus olores intensos a tierra y vegetación. Los dedos de Sam, empapados en saliva y en jugos con el aroma de mi sexo, se adentran en mí, profundamente, me acarician con ternura y con pasión, me masturban buscando un final que no tarda en llegar. Todo mi ser explota en un orgasmo intenso que me deja sin aliento. 

Mis ojos, anegados en lágrimas, se alzan hacia el cielo nocturno, descubriendo sobre nosotras un claro entre las copas de los árboles. Pienso, extasiada por la belleza del momento, que jamás había visto tantas estrellas.


La preciosa Cris me convenció para participar en el programa que emite cada sábado noche en "El andamio de enfrente" con uno de mis relatos, y le escribí este, que leyó anoche. Ha sido una auténtica gozada escucharlo en su cálida y sensual voz, de verdad que me ha puesto los pelillos de punta! Os recomiendo que no os  perdáis su emisión el próximo sábado, disfrutando de buena música, relatos evocadores y un chat muy divertido!!!.. Gracias C&C!