domingo, 30 de marzo de 2008

Siesta

Una calurosa tarde de domingo, pleno mes de Julio.

Tú te has quedado dormido en el sofá tras la comida. Tras observarte un momento, decido dormir yo también la siesta, pero en la cama, en la habitación.

Bajo la persiana, creando un ambiente de penumbra más fresco y sensual. Me desnudo pero no del todo, me dejo ese provocador conjunto de lencería negro y rojo.

Tumbada boca abajo, coloco todo en su sitio con premeditación: la sábana a medio culo, enseñando parte del tanga, el tirante del sujetador caído para realzar la suave curva del hombro, la cabeza apoyada en el dorso de la mano, la melena pelirroja desparramada sobre la almohada, un rizo travieso cruzando mi cara, los labios entreabiertos, la expresión muy dulce y relajada.

Me contemplo en el espejo del armario, me encanta la onda que forma mi espalda hasta convertirse en culo, me veo bonita y me pregunto cuánto tiempo más seguirás durmiendo...

Te imagino pasando por delante de la puerta del dormitorio y excitándote al verme así. Llega un momento en que mi propio deseo me vence y tumbándome boca arriba comienzo a masturbarme, las piernas muy abiertas, la cabeza colgando por el borde de la cama.

Te imagino descubriéndome así, tu mirada tan lasciva, te imagino dando ordenes a un joven esclavo para que me coma el coño con más interés mientras tú te follas mis tetas, apretándolas muy fuerte con tus grandes manos.

Imagino a una chica de larga melena oscura y mirada felina ataviada con un arnés con un gran pollón de plástico que se mueve sobre mí mientras tú me masturbas con precisión y sin avisar un feroz orgasmo me estremece, siento palpitar mis entrañas y en mi boca abierta la respiración se hace fuerte y entrecortada.

Una mirada de reojo a la puerta: no me has descubierto, sigues dormido en el sofá, así que vuelvo a colocarme en la estudiada posición, la sábana a medio culo enseñando parte del tanga, el tirante del sujetador caído, la cabeza apoyada en el dorso de la mano, la melena pelirroja desparramada sobre la almohada, un rizo travieso cruzando mi cara, los labios entreabiertos, la expresión muy dulce y relajada, y vuelvo a esperar con paciencia a que pases y me veas y me desees....

Sin darme cuenta me ha vencido el sueño y unos suaves cachetes en la mejilla me espabilan.

Tus dedos aferran mi pelo por la coronilla y cuando me ves abrir los ojos, estiras para hacerme levantar la cabeza. Ante mis ojos soñolientos se bambolea tu polla, erguida y goteante y empiezas a frotarla por mis labios, jugosa y caliente.

"Chupa", tu voz es firme y enronquecida, de mi garganta surge un pequeño gemido y obedezco sin dilación, empapándola bien de saliva, apretándola entre mis labios, jugando con la lengua mientras tu mano guía mi cabeza al ritmo de tus ganas.

Siento tu caricia bajar por mi columna y tu dedo corazón se abre paso por mi ano, introduciéndose profundamente. "Cuando esté bien dura, te voy a follar por aquí" dices apretando violentamente hacia adentro y yo gimo y me sujeto a tus piernas con los ojos cerrados, deseando que llegue ya ese momento.

No me haces esperar mucho, te colocas sobre mis piernas juntas y me penetras, profundamente. Tu cuerpo sudoroso pegado a mi espalda, tu boca busca mi cuello, el placer me invade y me dejo llevar. Me corro y oigo por tus jadeos que tú también estas a punto.

Tirados con abandono sobre la cama, me enseñas la última foto que has hecho con tu cámara: una tierna muñeca de blanca piel vestida con un conjunto de lencería negro y rojo, dormida en la penumbra de una habitación, la sábana a medio culo enseñando parte del tanga, el tirante del sujetador caído realzando la suave curva del hombro, la cabeza apoyada en el dorso de la mano, la melena pelirroja desparramada sobre la almohada menos un rizo travieso que cruza su cara, los labios entreabiertos, tentadores, una expresión muy dulce y relajada en su rostro, tan deseable, voluptuosa y vulnerable...

Y yo me río, feliz de saber que, después de todo, he logrado mi objetivo.

domingo, 23 de marzo de 2008

Sofá (Entrega 2)

Llego puntual a otra cita con mi adorado Amo. Él me espera recostado en el sofá de su magnifico despacho, en penumbra, desnudo. Me enloquece la manera en que las sombras remarcan las formas de su bello cuerpo. Dejo mis cosas en una silla y espero impaciente sus ordenes. Mis ojos brillan, mis manos no pueden estarse quietas sobre mi regazo. Ya voy mojada.

- Te he traído algo. Quiero que te lo pongas. - me dice, indicándome una gran caja depositada sobre la mesa.

La abro, ilusionada. Observo su contenido y comienzo a desnudarme lentamente, dejo que él me observe, sin pudor, doblo mi ropa y la dejo sobre la mesa. Me pongo las botas altísimas que había en la caja, inclinándome mucho para subir despacio su cremallera, sintiéndome muy sexy, sabiendo que él está contemplando la largura de mis piernas, la curva de mi cadera, mi culo, la forma en que mis pechos se mueven cuando bajo. Las botas son altísimas, me llegan hasta medio muslo, en vinilo negro brillante, se ajustan con precisión a mi anatomía y tienen unos tacones imposibles, con los que debo permanecer casi de puntillas.
En el fondo de la caja hay algo más: una correa de perro con una cadena de paseo. Recojo mi pelo de una manera improvisada, dejando que algunos mechones rizados enmarquen mi rostro y lo abrocho alrededor de mi cuello, dejando la cadena colgar entre mis tetas.
Él me indica que me acerque y camino muy despacio, lo más elegantemente que puedo, rezando para no caerme. Me detengo entre sus piernas, él me sonríe, complacido, y no puedo evitar el ruborizarme, la mirada gacha, turbada por mis sentimientos.

Me pide que separe mucho las piernas. Estoy temblando, de impaciencia, de deseo, también por lo difícil de la posición. Él me permite apoyarme en su hombro. El contacto con su piel tan suave y caliente me electriza, me transporta.

Le veo buscar en una bolsa de terciopelo negro que no había distinguido hasta ahora, reposando sobre el sofá a su izquierda. Extrae de ella seis pinzas de tender la ropa, de madera. Le veo, muy concentrado, separando los labios de mi vagina para sujetarlos con las pinzas, con cuidado, dos a cada lado, dejando mi clítoris y mis orificios bien expuestos. No siento dolor, solo una pequeña molestia fácilmente soportable, aún más sabiendo que estoy agradando a mi Amo. No pasa lo mismo con las pinzas que luego coloca en mis pezones, esas duelen a rabiar, pero intento soportarlo sin que me venza el llanto.

- Apóyate en el respaldo del sofá, inclínate, no dobles las rodillas...- me ordena, estirando suavemente de la cadena hacia él.

En esta posición, me besa apasionadamente, recorre mis doloridos pechos, la curva de mi espalda, mis piernas extendidas, va subiendo hacia mi entrepierna, me acaricia el clítoris con delicadeza con su dedo corazón, mojándolo en los fluidos de mi coño, hasta sentir que crece, que se abulta, su mirada intensa fija en mis ojos entornados, en mi boca entreabierta y húmeda como mi sexo, nuestras caras tan próximas que siento el calor que desprende su cuerpo, su aroma. Su voz, sus palabras, me dominan. Me siento palpitar. Entregada a sus deseos, a sus caprichos. Soy su perra, obediente, haría todo lo que él deseara sin dudar. Le pertenezco, totalmente.

Su vista se dirige a un rincón en sombras del despacho y hace un gesto para que alguien se aproxime.

Una hermosa mujer rubia aparece, muy voluptuosa y exótica, y se va acercando hacia mí, felina, con una camiseta roja de red que deja completamente al descubierto sus pechos, una minifalda que es prácticamente un cinturón ancho y botas blancas. Viene masturbándose mientras me mira, en su mano derecha una polla enorme y jugosa. Suya.

Mi Amo se ríe al ver mi cara de sorpresa. Sujeta la cadena con fuerza para que no me mueva, para que no me incorpore, que siga con el culo en pompa, los brazos bien estirados.

Ella se arrodilla tras de mí y lame con fruición mi coño expuesto, centrándose sobre todo en mi ano, cubriéndolo de saliva, penetrándolo con su lengua.
Mi Señor me quita las pinzas. Es cuando se separan de mi piel cuando realmente duelen, pero saberme liberada de su presión me produce gran placer, saber que he cumplido para obtener mi recompensa. Aún y así, una lágrima grande surca mi mejilla y cae sobre sus labios. Él la captura con su lengua, se relame, luego toma mi cara entre sus manos y me besa con dulzura.
Tirando de nuevo de la cadena, me hace sentarme sobre él. Jugar así conmigo, saber lo que su invitada me está haciendo, le está poniendo muy cachondo, su tranca está durísima.
Me la meto con cuidado, deshaciéndome de gusto por poder tenerla por fin dentro de mí. Me sujeta por la cintura, me hace ir despacio. Quiero acariciarle, pero él prefiere que siga con las manos en el respaldo, un poco de bondage psicológico, dice, con una sonrisita pícara.
La rubia deja caer un buen chorro del lubricante que ha sacado de la bolsita de terciopelo en mi culo. Está muy frío. Se trabaja mi entrada trasera con dos dedos mientras me tira del pelo, que se ha soltado, desparramándose sobre mis hombros, y me muerde en el cuello, me obliga a besar a mi Amo, cada vez sus dedos entran más profundamente, dilatando la abertura. No puedo evitar gemir de gusto. Ellos se miran, con comprensión. Él me toma por las muñecas y me las lleva hacia atrás.

- Sujétate las nalgas, abre bien ese culo para ser follada, zorra -me ordena.

Obedezco, mirando a la chica por encima de mi hombro, una mirada suplicante que pide “hazlo ya, no me hagas mucho daño...“ Noto su enorme miembro como va abriéndose camino dentro de mi culo, no puedo evitar chillar, es terrible, es maravilloso. Sus grandes tetazas rozan mi espalda, su pelo dorado cae sobre mi cara, escupe en mi boca abierta, me obliga a chupar sus dedos pringosos de lubricante. Mi Amo observa complacido, hincándomela muy adentro, excitado.
Empalada así, entre los dos, sometida, me corro sin remedio, un orgasmo sublime. La expresión en la cara de mi Dueño no tiene comparación.

Nos hace cambiar de posición, ahora es la rubia la que se sienta en el sofá, yo sentada sobre ella dándole la espalda de nuevo, la que penetra mi coño convulso, abriendo mis piernas con sus rodillas, ofreciéndome a él, que se estira sobre mí, sobre ella, y empuja con cuidado para entrar en mi pequeño espacio ocupado. Duele. Pero entra.

- Tienes dos pollas dentro de ese coñito tuyo, guarra, te caben dos...

Me abraza, con fuerza, sus gemidos me vuelven loca, empujando una y otra vez, con toda su pasión y pronto me llena de su semen, con un grito de placer, yo me aferro a su espalda, no quiero que salga de mí. Siento chorrear su leche por la raja de mi culo, manchando su sofá. Me hace levantar y limpiar con la lengua esas gotas.

Le paga sus servicios a la rubia y ella se va, enfundada en una gabardina blanca. Me dedica un guiño antes de salir. Yo espero, sentada en el suelo, mirando a mi Amo con devoción.
Ahora está agotado, pero luego querrá más.
Y yo se lo daré, todo. Como siempre.
Estoy manchada, sudada, dolorida, cansada, increíblemente feliz.
Y le amo más que nunca.

domingo, 16 de marzo de 2008

Guerra


Él está sentado completamente desnudo en el borde de la cama. Yo estoy detrás de él, con un vestido rojo vaporoso y transparente. Contemplo su reflejo en el espejo que hay frente a nosotros. Nadie diría que es lo que es, que somos lo que somos. Ahora mismo sólo somos unos amantes más en una habitación de hotel en esta Tierra de Nadie. Dispuestos a dar guerra. A luchar cuerpo a cuerpo hasta caer rendidos.

Empiezo a hacerle un pequeño masaje en los hombros, voy bajando por su espalda, acaricio el tatuaje de unas alas extendidas que la adorna y vuelvo a subir lentamente. Su cabeza va cayendo hacia adelante, los ojos cerrados, su nuca se me ofrece tentadora. Podría destrozarle, él lo sabe, yo lo se... pero no ahora, no aquí.
Lleva el pelo un poco largo, mis dedos se entremezclan con sus rizos rubio oscuro, subiendo hacia su coronilla y masajeando su cuero cabelludo. Sigo con la mano derecha mientras la izquierda vuelve a bajar por su cuello y acaricio su pecho, que se mueve acompasadamente con su respiración tranquila. Rozo suavemente su pezón izquierdo y bajo por su vientre, observando sus reacciones en el espejo.
Mi mano derecha ha ido directa hasta su cadera y ahora ambas manos recorren sus muslos hasta la rodilla y regreso por la cara interna, clavándole delicadamente las uñas de color rojo sangre y arañando esa piel tan sensible, produciéndole un agradable cosquilleo. Él piensa que voy hacia su sexo, que empieza a palpitar de impaciencia, pero en vez de eso, subo arañando sus ingles muy despacio, mis manos se vuelven caricia sobre los huesos de su cadera y la rodean para atrapar su culo y apretarlo. Recorro lentamente con la lengua muy húmeda su columna vertebral de abajo a arriba, su nuca se muestra tan vulnerable... y yo voy hacia ella... Peligroso. Sí, dulcemente peligroso.
Su imagen en el espejo parece tan infantil y entregada que me invade el deseo incontrolable de poseerle, de hacerle sufrir un poco, así que tiro de su pelo con fuerza hacia atrás, ladeando su cuello. Su cara muestra una expresión de sorpresa pero sigue con los ojos cerrados, su boca entreabierta, los labios jugosos y brillantes. Dejo un rastro de saliva en su cuello mientras agarro su polla y empiezo a masturbarlo. Él gime levemente, se deja llevar. Cuando su respiración se vuelve más rápida, clavo mis colmillos en su arteria y succiono su vida a grandes tragos. No se resiste, no tiene miedo. Su tranca está más dura que nunca, su espalda se arquea, mi cuerpo se acopla al suyo. No me lo voy a acabar y él lo sabe, quiero disfrutarlo mucho más, así que, cuando retiro mi beso mortal de su cuello, la herida se cierra inmediatamente. Es sólo un juego. Su sangre dentro de mi me hace sentir más viva, más cálida. Un precio justo por jugar conmigo. Una ventaja para los dos.
Susurro palabras calientes a su oído y juego con mi lengua en su oreja, mordiendo ligeramente su lóbulo. Le hago estirarse. Se que ahora se encuentra como cuando uno a bebido en exceso pero no está borracho todavía, ese punto algo mareado pero lúcido en que todo parece divertido. Mi mano sigue trabajando su polla que está muy mojada. Lamo su pecho, me entretengo en sus pezones, atrapándolos con mis dientes, hasta el límite del dolor, mientras la punta de mi lengua le hace cosquillas. Su costado es muy sensible, me divierte torturarle así, con caricias y besos que le hacen estremecer, acaricio su bajo vientre y lleno su ombligo de saliva, antes de dedicarme por completo a su verga.
El permanece apoyado en sus codos, la cabeza cae hacia atrás, mi brazo izquierdo extendido sobre él, acariciando su cuerpo mientras mi cabeza sube y baja entre sus piernas abiertas, proporcionándole placer.
Su mano se cierra en mi pelo y me hace levantar un poco para mirarnos a los ojos. Son tan azules que por un momento casi me olvido de quienes somos, de lo que hacemos fuera de aquí. Formamos parte de una contienda milenaria, aunque hoy follemos, nunca seremos amigos. De vez en cuando, necesitamos una tregua. Si nos encontráramos en el campo de batalla, no habría piedad. Pero en este momento sólo existe un deseo intenso...

Me acerca a su boca, un beso largo y apasionado, me toma de la cintura, girando para atraparme bajo el peso de su cuerpo, desata la cinta que cierra mi vestido y acaricia mis pechos.
No quiero que sea tan dulce, lo quiero salvaje, pero él va lento, me tortura con su amor, sus besos me recorren, deseo más... más caña, más sexo puro y duro, lujurioso, descarnado... Busco sus manos, chupo sus dedos de forma provocadora, él acaricia mis labios...
Grito, de impaciencia, de deseo...
Siento su verga entrar en mi muy suavemente, estoy empapada, comienzo a moverme, atrapándole entre mis piernas, quiero ir más rápido pero él no me deja, me obliga a ir poco a poco, todo mi cuerpo tiembla, araño sus brazos, le miro con fiereza. Le encanta follarme. Me encanta follármelo. Es la transgresión lo que nos excita. Saber que no deberíamos estar juntos, saber que no deberíamos estar haciendo esto.
Nos mordemos la boca, el ritmo se acelera. Sujeto su trasero con las dos manos, atrayéndolo hacia mi. Muy adentro. Muy caliente. Lo más cerca que estará nunca del Infierno.
Veo dos lineas blancas de luz aparecer a su espalda y, antes de que me haya dado cuenta, sus alas celestiales se han desplegado en toda su magnificencia, son brillantes, me ciegan. Su sola visión hace que me corra de gusto, porque se lo que viene ahora. Su cuerpo se tensa, siento que él también se corre dentro de mi, es tan hermoso, que casi me hace llorar. Glorioso. Lo más cerca que estaré nunca del Paraíso.
Yo nací para el Pecado, tú para el Amor, yo soy carnal, tú espiritual.... Es justo que nuestra tregua sea en el sexo. Mi amante, mi enemigo. Guerra en la cama, lo que más me gusta.

domingo, 9 de marzo de 2008

Policias

El taconeo de mis zapatos se escucha con claridad mientras camino a buen paso por las calles desiertas. Acabo de salir de una fiesta muy salvaje (pero esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión, como dicen en La Historia Interminable...) y vuelvo hacia mi cercana casa dando un paseo en una fresca madrugada de verano. Mi vestido es muy corto y escotado, rozando la vulgaridad, mi ropa interior se ha quedado en la fiesta. La brisa nocturna intenta calmar mi piel ardiente, pero no es posible hacer lo mismo con mis pensamientos.

Un coche patrulla pasa a mi lado. Asomado a su ventanilla, un chico joven de penetrantes ojos azules me observa durante unos segundos. La mirada que le devuelvo es insinuante, provocadora. Me encantan los hombres de uniforme. Y este es realmente guapo. El coche continua y me pasa de largo.... y un poco más adelante, enciende las luces y se para.

Él sale lentamente y me espera junto a la pared, los brazos en jarras.

- Creo que está usted violando alguna norma, señorita. Ir así vestida es como mínimo escándalo público....

Sonrío de medio lado, levanto una ceja. Estoy dispuesta a seguirle el juego.

- ¿Tú crees? Pues detenme... soy una chica muy mala.

Me empuja contra la pared. Me cachea groseramente. En realidad me está metiendo un magreo que no veas, sobándome por todos los rincones. Me hace separar las piernas y hunde su mano entre ellas, descubriéndome muy húmeda, abierta, sin bragas. Pega su cuerpo al mio mientras levanta mis brazos y me los sujeta sobre la cabeza con una sola mano, apretándome contra la pared. Con la otra, acaricia mi pecho, mi cintura. Su boca se acerca a mi oído. Su voz se vuelve ronca, susurrante. Me estoy poniendo muy caliente.

- Eres una puta. Tengo que detenerte. Te vienes conmigo.

No es una pregunta. No me voy a resistir.

Coloca mis brazos en forma de ele a mi espalda y oigo el sonido de las esposas cerrándose en mis muñecas. Me encanta su tacto frío y duro. Me conduce hasta el coche, firmemente, y me hace entrar en la parte de atrás.

Su compañero me observa por el retrovisor. También es joven, también está deseando jugar conmigo, lo noto en su mirada.

El coche arranca. Me llevan a un callejón oscuro, apartado de las miradas de los posibles transeúntes.

Bajan y entran en la parte trasera, junto a mi, uno a cada lado, dejando las puertas abiertas. Me acarician de una manera hambrienta, sin quitarme ojo. Me levantan las piernas y me las colocan cada una a un lado de los reposacabezas delanteros, quedo bien expuesta, a su disposición.

El de los ojos azules, a mi derecha, comienza a masturbarme. Su compañero, a mi izquierda, juega con su porra en la entrada de mi coño, esperando a que esté bien mojado para metérmela. Me bajan la parte superior del vestido, dejando mis pechos a la vista. Me pellizcan los pezones, me lamen el cuello, lo mordisquean, me buscan la boca. Estoy a cien, y se me nota mucho.

Puedo observar que sus pollas se han puesto tremendas bajo sus pantalones. Les oigo insultarme, yo les provoco con mis palabras. Veo el puño del de la izquierda acercarse y alejarse de mi, sujetando su porra, que entra y sale de mi cuerpo con facilidad, empapada, cada vez más profundamente. Siento llegar el orgasmo, tiemblo de placer, grito de gusto.

- Ahora nos toca a nosotros, zorra. Ven...

Me sacan del coche, todavía esposada y me llevan al fondo del callejón. Allí espera un viejo colchón manchado que deduzco suelen usar a menudo. Estoy temblando, cubierta de sudor. Me siguen acariciando por todo el cuerpo, se van desnudando, tienen unos cuerpos magnificos, siento sus dedos trabajando mis orificios, sus lenguas recorren mi piel.

El compañero se estira en el colchón y me tumban entre los dos junto a él, de lado. Me la va introduciendo poco a poco por el culo, dándome tiempo a aceptarla, moviendose dentro de mi con cuidado. Me estoy volviendo loca, me encanta cómo lo hace.

Se gira, abrazado a mi cintura, me coloca arriba, abriendo mis piernas con las suyas, ofreciéndome a su amigo, que se estira sobre mi, penetrándome también, sus ojos tan azules muy cerca de los mios. Irresistible. Echo la cabeza hacia atras, mis manos acarician el cuerpo bajo el mio, mis gemidos se confunden con los suyos. Siento sus manos en mis tetas, en mis muslos, en mi cuello, tirando de mi pelo.... Me vuelvo a correr. Ellos estan ya casi punto.

Puestos en pie, yo de rodillas entre ellos, acaban la faena dejándose ir en mi boca, sobre mi pecho, cubriéndome de semen.

Recomponemos nuestras ropas, me liberan de las esposas y me acercan amablemente a casa. Una noche para recordar...

Para la gente que me sigue desde AFF/Passion, que se que les encanta. Besos.

martes, 4 de marzo de 2008

Rob Thomas - I am an illusion



No existe video del artista, pero al menos podemos escuchar la canción. Esta es mi favorita para hacer un bailecito especial.... Espero que la disfrutéis, besitos.

domingo, 2 de marzo de 2008

Striptease


Espero nervioso sentado en su sofá azul. Dice que me va a hacer algo especial, pero no me ha dicho qué. Cuando vuelve de la habitación, lleva una ropa diferente, una camiseta negra de tirantes, unos guantes largos, una faldita de volantes muy corta de color azul marino, medias negras y zapatos de tacón. Joer! ¡Que buenorra está! Trae, aparte de una resplandeciente sonrisa iluminando su carita, un disco grabado alrededor de su dedo, cual Donut.

Se inclina sobre el equipo y lo pone. Comienza a sonar una música extraña, como de gospel, estoy extrañado...¿Qué es esto? Baja la persiana, queda un ambiente en penumbra muy agradable, se acerca una silla al centro de la sala y se sienta en ella, inclinandose hacia adelante, esperando, su larga melena cuelga entre sus piernas.

De repente, la canción que suena es diferente, un bajo muy potente marca un nuevo ritmo, muy sensual, de striptease.

Ella se alza, levantando la cabeza en un giro de efecto. Wow! Dios! ¡Ha cambiado! Ya no es la chiquilla simpática de hace un momento, ¡es una Diosa! Me mira provocadora mientras se acaricia el pelo, el cuello, va bajando por su cuerpo. Sus piernas se abren levemente... ¿braguitas negras de encaje? ay, ay, ay.... Recorre sus piernas, muy sexy hacia el centro de su cuerpo, de abajo a arriba, no pierdo de vista esa mano, de los zapatos a la pantorrilla, al muslo, a la gloria de su entrepierna. Me estoy volviendo loco. Quiero saltar sobre ella, besarla, hacerla mía , ¡pero ya!

Se levanta, se contonea, da vueltas. ¡Creo que se me van a caer los ojos en cualquier momento! Se levanta brevemente la faldita, mostrándome incitante ese culazo enmarcado por las medias. Y sí, braguitas negras de encaje.

De nuevo de cara a mi, ataca el primer estribillo con una mirada pícara mientras se desprende de sus guantes, cual Gilda vestida de Madonna ochentera, el primero de un tirón, salvaje, dándole la vuelta, cae junto a ella, el segundo más despacio, sacando uno a uno los dedos y estirando de él, y sacudiéndolo ante mi cara de asombro, restalla en el aire cual látigo antes de caer en mi regazo.

Se quita la camiseta negra mientas su cuerpo se sigue moviendo muy sensual y bajo ella aparece... ¡otra camiseta! De satén, de un azul brillante, con encaje negro adornando su escote y un dibujo de leopardos. Le va muy entallada, marca perfectamente el volumen de sus pechos y su cintura tan pequeña. Buff!...
Ahora es la falda la que va bajando hasta sus tobillos y es lanzada lejos de una patada. No la echare de menos, créeme. Se apoya en la pared, va subiéndose la camiseta y se la quita también.

Ver sus magnificas tetas aprisionadas en un sujetador negro me hace salivar. Sus labios, prometedores, lujuriosos, van cantando la letra de la canción. No tengo ni puta idea de lo que dice pero, ¿crees que me importa? Habla, habla, chiquita, que cuando te pille no vas a decir nada más...Mentira, algo sí he entendido: "I am the damage, I am the relief": soy el daño, soy el alivio... Uff! Sí que me estoy poniendo malo, sí...

Se sujeta al marco de la puerta y mueve su pelvis como si fuera una de esas barras que salen por la tele, follándoselo, acariciándolo, hace ademán de lamerlo... eso lo ha copiado de "Showgirls" jejeje Se gira, frota su culo con él mientras se toca. Joder! No me queda sangre en el cuerpo, toda se ha ido para el mismo sitio. Tengo la polla como un litro vino. ¡Qué digo litro, como una garrafa entera!

Se acerca a mi. Se da la vuelta, desabrocha su sujetador, juega con él antes de quitarselo, un tirante, el otro, se restriega los pezones con él.... Ufff! ¡Qué maravilla de tetas! Qué cara más expresiva tiene la cabrona, se lo está pasando genial de verme aquí embobado y cachondo, no puede evitar sonreír. De lado, empieza a bajarse las bragas. Cuando llega a la altura de las rodillas enlaza sus muñecas en ellas, como si estuviera atada y sacude su trasero. Dios! ¡Cómo lo voy a azotar en cuanto te ponga las manos encima!

Las braguitas acaban por caer, ella sigue bailando, tan sexy que me falta el aliento. La canción ataca su parte final, un trozo guitarrero. Ella se tira al suelo, las rodillas bien separadas, mostrandome el esplendor de su sexo húmedo, está temblando, hace ademán de masturbarse para mi, sus uñas rojas arañan su piel, agita su pelo, no puedo más, la quiero junto a mi, sobre mi, y parece que lea mis pensamientos, pues se va acercando, una gata salvaje, una pantera que me va a devorar, besa mis pies, me acaricia las rodillas, desabrocha mi pantalón. Mi tranca sale a saludarla con alegria, y por fin siento su boquita lujuriosa comerme entero al ritmo de la música. Mmmm! Si no se acaba pronto, me correré aqui mismo...

Termina la canción, me toma de la mano, me dejo guiar por el pasillo hacia su habitación, siguiendo la flecha rosa ante mi, que apunta a ese culazo y esas piernas, sabiendo lo que me espera...¿o no? Con ella nunca se sabe, le gusta tanto sorprenderme...

Para los curiosos, mi canción es "I am an illusion" de Rob Thomas. Pero se pueden usar otras, claro.