sábado, 26 de enero de 2008

Máquina

Soy la ayudante de un "científico loco" de esos que inventan máquinas imposibles. Hace tiempo que estoy loca por él, pero nunca se lo he confesado ni se lo he insinuado aunque alguna vez me ha parecido ver un atisbo de interés en sus ojos.

Le he estado ayudando a montar una máquina muy curiosa y ahora me dispongo a hacer la primera prueba para saber si es viable y qué se ha de mejorar.
Llevo un albornoz blanco, debajo nada en absoluto. Estoy nerviosa, también por tener que exhibirme desnuda ante él, que teclea ordenes ante su consola de ordenador y controla un panel lleno de luces brillantes y varios monitores. Me estiro en una plataforma en el centro de la sala. Él me ayuda a colocar las piernas en unos soportes a cada lado de la plataforma, todo mi sexo queda muy expuesto, abierto. Me siento un poco avergonzada, estoy muy mojada. Él ata mis muslos y pantorrillas con unas cintas negras de velcro para que no las mueva en absoluto. Luego otras cintas van cruzando mi pecho, inmovilizando mis brazos. Cuando ya estoy toda sujeta, vuelve tras su pantalla y da comienzo a su experimento.

“Fase uno”. Las luces se vuelven tenues y un brazo metálico baja de algún lugar situado sobre mi cuerpo. El extremo de la punta que se dirige hacia mí es de algún material translucido, blando pero firme, muy flexible. Se detiene al tocar mi clítoris y entonces empieza a moverse, con suavidad pero con decisión. Me está masturbando con fría precisión, la presión y el movimiento adecuados. Experimento oleadas de placer, no puedo reprimir algún gemido, me lo está haciendo tan bien, casi como si fuera yo misma, con el morbo añadido de que no soy yo...

"Fase dos" anuncia mi científico. Otro brazo metálico se dirige hacia mi coño empapado, pero esta vez el tamaño es considerablemente más grande. Al estar tan mojado, no le cuesta nada introducirse hasta la profundidad correcta y moverse acompasadamente con el dedo que ya me folla. No puedo impedir moverme un poco siguiendo su vaivén. Ya gimo sin reparos, estoy súper excitada, me olvido de mis temores y me dejo llevar.

"Fase tres". Algo parecido a unas manos surgen de los laterales de la plataforma y se posicionan en mis tetas, las aprietan, las masajean, me pellizcan los pezones o me los acarician suavemente, sus movimientos son cambiantes, me están volviendo loca.

"Fase cuatro". Un chorro de lo que supongo es lubricante rocía mis nalgas y se introduce en mi ano. Voy sintiendo como otro dedo presiona en mi ojete y se va abriendo camino hacia dentro, al principio lentamente, luego se acopla al vaivén del que está en mi coño, se van alternando. Grito, duele un poco, luego el placer es indescriptible, siento que pierdo la cabeza. La maquina sigue follandome sin parar, estoy al límite, ya no puedo más de tan cachonda que estoy y me corro. Se lo hago saber a mi jefe entre jadeos. Para mi sorpresa, la máquina no se para, sino que sigue...

Miro hacia su puesto y lo veo junto a su consola, los ojos brillantes, no se pierde detalle. Se ha abierto la bata, se ha quitado los pantalones y está de pie, con una tremenda erección, masturbándose al verme así de poseída por su máquina. Se acerca despacio a mí, presiona alguna palanca y la plataforma que aguanta mi cabeza cae hacia atrás y queda colgando en el borde. Él se la menea ante mi boca y yo trato de pillársela con la lengua, así que me la mete y se la chupo con ganas.

Me la clava hasta la garganta mientras mira muy de cerca todo lo que su máquina me está haciendo, como entran y salen de mi cuerpo los dos émbolos, enormes pollones, me hace una paja y me toca las tetas, todo a la vez. Él acaricia mi vientre convulso, sube por mi pecho y presiona mi garganta. Sigo gimiendo con su polla en mi boca, siento otro orgasmo salvaje recorrer mi ser, él tambien se corre y su leche me resbala por la cara. Le suplico que la pare ya, que no puedo más.
Se dirige a su consola con esa intención, pero algo va mal, no puede hacerlo por más que lo intenta. Yo vuelvo a correrme, él me dice "así, pequeña, tú puedes, un poco más..." Consigo liberarme de mis ataduras, mi pelvis se mueve siguiendo las acometidas de la máquina, ahora soy yo la que no la deja parar, le pido más y más... hasta que empieza a soltar humo y pronto se detiene, definitivamente rota.

Mi científico viene a ayudarme a bajar de la plataforma y me envuelve en un abrazo con el albornoz. No parece enfadado por que me haya cargado su experimento. "Uff! ¡Tú sí que eres una máquina de follar, quien lo hubiera dicho!" me dice con una sonrisa. Creo que ahora sí se ha fijado en mi y lo que ha visto le ha gustado.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No te olvides de avisarme si finalmente se comercializa esta máquina...
jejejejeje!!
Un besito mañanero

Nikki Fennel dijo...

Jajaja Pues acabo de enterarme que hay unas cuantas en el mercado... visita Sexandsubmission.com y lo comprobarás jejeje... Ya ves que hasta le he puesto foto jajaja Besos, encanto!